EL EJEMPLO DE LA VIDA
A propósito del deceso de la revolucionaria cubana Vilma Espín.
YUDEIMIS ACOSTA SILVA,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación de la
Universidad de La Habana.
Cuatro y quince minutos de la tarde. Las calles del verde caimán enmudecen. El rostro de la tristeza asoma en el sentir de cada mujer cubana. Las lágrimas evidencian el dolor de un pueblo conmovido por quien es y será la Heroína de la República de Cuba.
Los recuerdos de adolescencia comenzaron a aparecer. Tenía yo 14 años de edad y recién me incorporaba a las filas de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC). Ese día constituyó la cima de lo que posteriormente descubrí al conocer la indeleble figura de Vilma Espín Guillois, quien con su siempre bondadosa sonrisa matizaba cada palabra al dirigirse a las masas que con fervor seguían su ejemplo.
Nacida el 7 de abril de 1930 en el seno de una familia acomodada en Santiago de Cuba, se educó y creció como una mujer de certera visión política, elevada capacidad intelectual y cultural, con profundidad de análisis y firmeza revolucionaria.
La honradez, la verdad y el alto sentido de la justicia son cualidades inherentes a la personalidad de la fundadora de la FMC, quien con delicadeza y sencillez en cada momento de su fructífera obra mostró el ideal de feminidad de la mujer cubana.
La noticia de su muerte corrió rápido por cada rincón de la Mayor de la Antillas y en todos los sitios causaba el mismo efecto: silencio ante el cual solo quedaba el rostro afable y el respeto por la extraordinaria mujer que con diligencia desempeñó la difícil misión de la lucha clandestina en la Cuba prerrevolucionaria.
Cuando aún el sol no había asomado su luz en la mañana del 19 de junio de 2007, ya la emblemática Plaza de la Revolución recibía a miles de personas, quienes desde horas tempranas se concentraron en el Memorial José Martí para rendir tributo a la dirigente.
En el solemne ambiente se encontraba el retrato de la combatiente a quien Frank País respetó y en ella depositó plena confianza durante la lucha clandestina. Junto al cuadro, numerosas ofrendas florales y las medallas honoríficas obtenidas a lo largo de su vida como el Título de Heroína de la República de Cuba, la Orden Mariana Grajales, y la Medalla Ana Betancourt, además de otras condecoraciones y distinciones tanto nacionales como internacionales.
El largo desfile de pueblo mostró el respeto ganado por Vilma Espín con su quehacer diario y como conductora principal de las acciones para materializar los derechos y los deberes de los infantes, los jóvenes y las féminas, en pos de preservar los valores y principios más preciados de la Revolución Cubana; una obra que plantó sus raíces desde el Primero de enero de 1959. Su trabajo en la FMC durante su fecunda vida es el legado imperecedero que deja.
Su nombre y digno ejemplo estarán vinculados perennemente a las más significativas conquistas de la mujer cubana en la Revolución y a las más ilustres combatientes en tiempos difíciles. En este recuento no puede olvidarse que ofreció su casa para proteger a los asaltantes del Cuartel Moncada, y luego esta se convirtió en cuartel general del movimiento revolucionario en Santiago de Cuba
Honrar los ideales de Vilma Espín y perpetuar su pensamiento es el deber de las féminas cubanas, pues como bien ella constató en uno de los últimos viajes que hiciera a su tierra natal: “Contamos con muchas reservas para hacer maravillas en bien de la Patria y la humanidad. Se puede hacer más porque la mujer tiene alas para volar más alto”.
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