LA UNIVERSIDAD POPULAR VS. LA CIUDAD DORMITORIO DE ALAMAR
La doctora Elisa Knapp, es una psicóloga que lleva muchos años ejerciendo el conocimiento en virtud de las necesidades sociales.
FIDEL ALEJANDRO RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
A la espera del "camello" decenas de personas se sientan en su Alamar de siempre a contemplar la vida. En un mar de edificios similares, rebosa en los balcones la diversidad y el ingenio que para vivir, se han creado sus habitantes.
La Habana del Este es uno de los municipios más grandes y poblados de la capital. La construcción allí, en otra década, resultó un importante paliativo al incremento de la población en el país. En cambio, la magnitud y las concepciones de la obra fueron en detrimento de los valores estéticos y funcionales de la gigantesca comunidad. Lejos del corazón de La Habana, se hacía necesario multiplicar posibilidades en la localidad para sus habitantes.
En el año 2002, una universidad popular para trabajadores y jóvenes desvinculados de las aulas y la vida laboral, abrió sus puertas en el municipio, como parte del proyecto de universalización de la enseñanza. Su directora desde ese momento, Elisa Knapp, es una psicóloga que lleva muchos años ejerciendo el conocimiento en virtud de las necesidades sociales. Con maternal candidez y puntualidad, me recibió una mañana muy cerca de la escalinata centenaria de la Universidad de La Habana, a la cual ella subió hace más de 40 años y yo apenas acabo de llegar.
-¿Desde cuándo usted vive en Alamar?
Desde el año 1982.
-El inicio del Programa de de microbrigadas fue un poco antes...
Sí, fue en la década de los años 70. Pero ya desde esa época tenía necesidad de tener casa propia. Mi hermana y yo, con nuestros respectivos esposos e hijos vivíamos en la casa materna. Por la noche, cuando regresábamos del trabajo, se armaba un gran campamento porque no cabíamos todos. Mi esposo se incorporó a la construcción, era de la Marina Mercante y tuvo que dejar de navegar para construir.
-Vivir en Alamar fue una solución para usted entonces, aunque ahora existe la idea de que a la gente no le gusta vivir allí.
Por la lejanía. En el período especial surgió una situación muy difícil con el transporte. La Habana del Este, en particular, no posee grandes centros industriales ni de servicios, por lo que la gente va a trabajar al centro de la ciudad. Pasan más de 12 horas diarias fuera de su casa, pues entre lo que se invierte en el viaje son dos o tres horas para la ida y la vuelta. Así se creó la idea de la "ciudad dormitorio" donde se va solo a dormir y por el día no hay vida en ella. Hay muy poco sentido de pertenencia.
-Y usted, ¿se siente "alamareña"?
Sí, lo soy. Me siento parte de allí y me alegra ver cualquier desarrollo que se alcanza. El hecho de que las personas tengan acceso a una Universidad en el mismo lugar donde viven es un paso importante de progreso para esa población.
-¿Qué puede hacer una Sede Universitaria por un lugar tan grande?
Un montón de cosas, paso a paso, como un millón. Desde las especialidades de cada carrera intentamos contribuir a un grupo de dificultades que tiene el municipio.
Por ejemplo, los alumnos de Psicología y Comunicación están trabajando en centros de servicios como el Correo y ETECSA, haciendo diagnósticos y proponiendo soluciones sobre la cultura organizacional de esas instituciones. Estamos insertados en la Comisión Municipal de Prevención. Realizamos trabajos relacionados al VIH/SIDA con las personas seropositivas, el tema de las drogas y el alcoholismo.
En los primeros dos años, cómo nunca había existido una universidad en la comunidad con toda su potencialidad, no había tampoco una cultura en los órganos de dirección sobre cuán útil podía ser. Nosotros, entonces, nos encargamos de ofrecerles ayuda.
Ahora hicimos una caracterización de todos los jóvenes del Curso de Superación Integral. La investigación está determinando las políticas de las autoridades hacia el sector. También estudiamos los jóvenes con conductas antisociales que son problemáticos, no delincuentes. Son esos muchachos que crean conflictos en las paradas de ómnibus, subiéndose en las ventanas, sujetándose en bicicletas con la guagua en marcha. Ahí hacemos un trabajo que puede ser beneficioso.
-¿Qué hacen con ellos?
Vamos a sus casas, escuchamos sus opiniones, sus reflexiones, sus proyectos de vida, su familia. Hemos logrado vincularlos al estudio, otros a la vida laboral en el propio municipio. Tratamos de aportar a la orientación profesional de los adolescentes en las secundarias básica y tecnológicos, creando grupos de trabajo como el del Palacio de los Pioneros.
Incluso, estamos incorporados a la fumigación contra el mosquito Aedes aegypti en la campaña contra el dengue. En Alamar hay tantos edificios que siempre hace falta personas para fumigar.
-Hay quienes dicen que la municipalización de la Universidad es la opción de bajo perfil, una oportunidad más fácil de ser universitario con respecto a quienes estudian en el curso diurno.
No es la oportunidad más fácil, es "la oportunidad". La entrada a las aulas de la Universidad les fue vedada por diversos factores y razones a cientos de jóvenes. Hay quien tuvo que dejar de estudiar y ponerse a trabajar en el período especial, hay quien la vida no le propuso la Universidad como meta cuando tuvieron la edad necesaria. Yo he tenido en mis aulas alumnos de la Vocacional Lenin que no obtuvieron carreras, hay de todo.
Podemos tener muchos criterios sobre los exámenes de ingreso, de la matrícula amplia o reducida, pero desde el día que se tomó esa decisión, tuvo ese costo social. Los que no lo lograron en las pruebas también tienen derecho, ¿por qué no? Si a veces por una décima se decide una carrera. ¡Y una décima no vale nada! ¡No vale un profesional menos! La Universidad en la comunidad permite al obrero estudiar a la vez que trabaja. He aprendido apreciar este programa como obra de gran justicia social.
Yo he seguido vinculada a la Facultad de Psicología como profesora. En las aulas de la Universidad diurna hay alumnos buenos, regulares y malos, igualito que en la municipalización. Ni más, ni menos. He tenido una promoción en julio de 42 estudiantes y te digo que eran muy buenos graduados.
-¿Y si todos somos universitarios, quiénes serán los obreros?
Cuando yo estudiaba en la Unión Soviética, íbamos los domingos a comprar un pan delicioso cuyos panaderos eran todos universitarios.
-¿Y porque trabajaban allí?
Porque la sociedad necesita pan, independientemente de que seas médico o abogado. ¿Qué tiene de malo ser panadero? Se trata de que la cultura adquirida en la Universidad eleve la capacidad de cada quien en su profesión.
-Usted subió la Escalinata en la década de los años 60. ¿Ve hoy una Universidad diferente?
Sabes, para mí si no subía la Escalinata no estaba en la Universidad. Sí, es una universidad diferente. Antes había menos estudiantes sentados en las plazas y parques.
-¿Se trata de una Universidad menos aplicada?
No, no creo. Pienso que se debe al incremento de la matrícula y a una concepción diferente del centro de estudios. Se ha convertido en una Universidad donde el estudiantado desempeña un papel muy importante. Si bien siempre lo fue, recordemos a José Antonio, a Fructuoso. Hoy es una Universidad más social. No solo están volcados en la formación dentro de su especialidad, sino en la formación como seres humanos. Los muchachos dan clases en las secundarias, en los politécnicos, cumplen otras disímiles tareas no en un pequeño período en las vacaciones sino en todo el año.
La Universidad de hoy forma a seres humanos, a hombres, no solo profesionales. El centro de la cuestión no es solo proporcionar un saber específico en torno a una especialidad, sino enseñar a vivir, a pensar, sentir, reaccionar, a participar.
-Ha visto también crecer físicamente el centro..., ¿sigue siendo una Universidad hermosa?
Bellísima. Yo he visto crecer la Facultad de Psicología dentro de esta Universidad. Según entiendo, la Facultad de Psicología se funda al principio de la Revolución. La Psicología surge como especialidad a raíz de la Reforma Universitaria y abre sus puertas por primera vez en febrero de 1962, donde está ubicada ahora.
-¿Usted inauguró entonces el edifico?
Prácticamente, porque yo ingresé en septiembre de ese mismo año. Toda la parte de lo que hoy es el sótano y la primera planta, estaban en pleno proceso de construcción, o sea, con piso de tierra.
Al estudiar el hombre, Psicología es una carrera, en definitiva, muy social y política. Los profesores de aquel momento no tenían una formación política vinculada al ideario de la revolución y llegó el momento en que quedaron dos o tres. La disyuntiva era continuar o cerrar. Se crea entonces un movimiento que se llamó Jóvenes esperanzas de la Psicología, constituido por los estudiantes más aventajados. Mi nominación como alumna ayudante fue el 23 de diciembre de 1963.
-Recuerda muy bien la fecha...
Porque para mí fue muy impactante, me parecía que no tenía el desarrollo suficiente como para dar clases. Nosotros impartíamos docencia de 3 a 7 de la tarde, toda la mañana hasta las 12 ó la 1 estábamos con los distintos profesores en una preparación acelerada de la especialidad. Era una responsabilidad importante. Es una Universidad hecha por jóvenes y para ellos.
-Usted habla de una carrera eminentemente social en los primeros años de la Revolución.
Sí, indudablemente ha habido un desarrollo enorme de la investigación psicológica y la Facultad empezó, dando respuestas a los problemas sociales. Una de nuestras primeras investigaciones fue en Topes de Collantes, cuando empezó toda la etapa de la lucha contra bandidos. Se agruparon en lo que era el hospital de tuberculosos de ese lugar muchos niños y adolescentes. Había que entrevistarlos, trabajar con ellos, prácticamente el ciento por ciento de los estudiantes.
-¿Por qué los movían hacia allá? ¿Eran heridos?
No, era para evitar que los mataran y los hirieran. Impedirles ese trauma. Recuerdo también un estudio preliminar que se hizo en la zafra de 1970. En esa ocasión se cerró la Facultad, nos montamos todos en un tren y nos fuimos a los centrales azucareros. Entrevistamos y aplicamos encuestas a todos aquellos afines a la zafra, vimos las expectativas, el vínculo que sentían con esa tarea.
-Debía haber mucho de pasión en lo que hacía por aquel tiempo. ¿Será para usted lo mismo hoy?
Te voy a hablar con toda sinceridad, el primer día que abrí la sede municipal pensé que no se podía. Aquellos cientos de muchachos entraron con tanta algarabía. Yo había confeccionado una decena de papelitos con la ubicación por aula de los 450 estudiantes. Los puse en un mural y todos esos papeles desaparecieron.
Elisa ríe tras la anécdota, y como para que no quede deuda de su entrega a la obra que ama, afirma: Hoy, si llaman a mi casa mi esposo les dice: "Está equivocado, aquí ya no vive la profesora, llámala a la sede".
Esta entrevista forma parte del libro en preparación Nosotros, los del 280, escrito como examen final del género por alumnos de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, a propósito del aniversario de la casa de altos estudios cubana.
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