UN DOCUMENTO INÉDITO
A 131 años de la estancia “ilegal” de Martí en La Habana.
MAYDELIS GÓMEZ SAMÓN,
estudiante de segundo año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
Ya no son solo las cartas a Manuel Mercado las que demuestran que José Martí permaneció "ilegalmente" en La Habana entre el 6 de enero y el 24 de febrero de 1877. Ahora también lo corrobora su firma en el testamento del padre de Fermín Valdés Domínguez, fechado el 8 de febrero de 1877.
EL POR QUÉ DE SU VIAJE
En 1876 la familia Martí-Pérez decide residir en México al ver que su hijo no puede regresar a Cuba por su condición de deportado; pero el clima de la capital azteca, marcado por la altura de la meseta, no favorece la salud de las hermanas de Pepe, como se le llama en casa.
Mariana Matilde, a la que todos dicen cariñosamente Ana, muere recién llegada a la ciudad, y Antonia, con 12 años, se encuentra gravemente enferma. Debido a la precaria economía de la familia solo puede viajar a La Habana doña Leonor con la pequeña Antonia, y tienen que permanecer en México don Mariano y otras dos hijas, Carmen y Amelia.
Martí no soporta ver a su familia separada y decide como única alternativa viajar a La Habana a recaudar 200 pesos oro para reunificar a los suyos. A este viaje se oponen sus familiares y amigos; incluso, el padre de su novia, Francisco Zayas Bazán, le ofrece el dinero necesario para embarcar al resto de la familia para Cuba. Con dignidad y delicadeza rechaza Martí el ofrecimiento, para evitar las deudas de gratitud con un hombre que no lo valora digno de su hija y que se ha opuesto al compromiso de ambos, dada su situación económica.
En la madrugada del 2 de enero sale rumbo a Cuba en el vapor Ebro, horas antes escribe a Manuel Mercado: "Está la suerte desafiada, y pronto estará probablemente vencida: -Voy al fin a La Habana, con documentos correctamente legales, y nombre de Julián Pérez, segundos nombres míos, con lo que me parece que me hago a mi mismo una menor traición (...)"
Más adelante explica los objetivos de su viaje: "(... ) Es necesario darle ropa que las cubra, y buena vida que vivir; preparar su salida, colocar a mi padre, emprender este risueño y favorecido viaje a Guatemala: si todo eso logro, bien venido sean los riesgos graves de una prisión probable (...).
"(... ) Podría ser que yo cayese preso, pero no estaría constantemente incomunicado, y el viaje de ellas, comprado con mi libertad, ya que tanto han sufrido por mi culpa; siempre se haría (...)"
El 6 de enero llega a Cuba, lo esperan en el muelle, su madre, su hermana Antonia y su cuñado Manuel García, esposo de Leonor (La Chata), en cuya casa se alojó.
A Mercado le cuenta: "Llegué a La Habana, y corrí riesgo; pero el bien que en una parte se siembra, es semilla que en todas partes fructifica; uno de mis viejos y paternales amigos de España ocupa aquí una alta situación y su afecto me ha salvado de un peligro que de otro modo hubiera sido grave (...)".
Se refleja en esta y en otras dos cartas que envía al amigo desde su ciudad natal, la gran dificultad que afronta para reunir el dinero necesario, el del viaje de su padre y hermanas, así como para alquilarles una casa propia y arreglar de alguna forma el destino de su familia.
¿DÓNDE OBTENER EL DINERO?
En La Habana tenía un solo lugar al que acudir, uno donde fue siempre un hijo y hermano, y en el que perpetuamente encontró las puertas abiertas: el hogar de la familia Domínguez. Allí, en Industria y San Miguel, vive el noble José Mariano Domínguez Salvajauregui con sus hijos adoptivos, Eusebio y Fermín Valdés Domínguez, médico uno y abogado el otro.
Sabemos de su presencia entre los Domínguez durante aquellos días habaneros en los que les cuenta sus planes de ir a Guatemala, sus sueños de casarse con Carmen, el dolor de ver a su familia dispersa, pobre y enferma, la necesidad de traer sosiego a esos dignos ancianos y a sus jóvenes hermanas; aquellos días en los que leyó el borrador de su drama Adúltera a los presentes en la casona de Industria y San Miguel.
Si a alguien podía acudir con confianza para obtener la necesaria ayuda monetaria, era a estos amigos.
LA FIRMA DEL TESTAMENTO
El 8 de febrero de 1877 José Mariano Domínguez, con 80 años, firma su testamento. En él fungen como testigos Romualdo Belmontes, José Miguel Pérez, Andrés Masón y José Martí.
Este documento, hasta donde sabemos inédito, constituye una importante pieza para el estudio de la figura de Fermín Valdés Domínguez, por los datos que aporta para esclarecer su origen y desarrollo familiar. El manuscrito consta de 14 páginas y se encuentra en el Archivo Nacional de Cuba.
Pero si importante de por sí ya era, su valor se acrecienta ante la certidumbre de la firma de José Martí avalando como testigo, las palabras del padre de su mejor amigo.
(Agradecimiento a Ramón Guerra Díaz, historiador de la Casa Natal de José Martí).
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