UN LEÓN DE MAR
“Siento añoranza cuando no lo tengo cerca, no puedo vivir lejos del mar”, expresó Ojeda González.
LIVHY BARCELÓ VÁZQUEZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
El león y el delfín son mamíferos. Pese a eso, existe una dicotomía que marca sus caracteres, destacando en uno la fuerza y pujanza de una especie dispuesta a fustigar al adversario, con la elegancia y sutileza que distingue al rey de la selva. El otro, la mezcla de socialización, inteligencia y un alto grado de intelectualidad sonora, hacen del emisor malabárico un apasionante animal marino.
Sería descabezado pensar en la posibilidad de un vínculo fructífero entre los dos. Sin embargo, León Delfín Ojeda González logró enraizar mediante su nombre esta singular relación. Conocedor del mar, de sus encantos y peligros, nos cuenta los avatares de su vida de marinero en un mundo que ya lo considera parte indispensable de sí.
El gusto por el mar le viene de muy cerca. Desde pequeño aprendió a amar ese universo fascinante que durante más de seis décadas fue el sustento de su familia. Se conmueve cuando escucha a alguien preguntarle lo que representa para él. Sin vacilación alguna, responde: “El mar lo es todo para mí”, y es que entre León y el mar existe una química que los hace inseparables: “Siento añoranza cuando no lo tengo cerca, no puedo vivir lejos del mar”, afirma.
Una mirada nostálgica se refleja en su rostro cuando recuerda a su pueblo natal, Puerto Padre, la ciudad de los molinos, como muchos le dicen, pues en tiempos pasados una gran cantidad de ellos identificaba a esa localidad de la costa norte de Las Tunas. El manantial de agua dulce a la orilla del mar, los dos paseos que atraviesan el pueblo formando una cruz y la sencillez de su gente son algunas de las imágenes que persisten en su memoria.
De hijo de pescador a surcar los siete mares.
-¿Alguna vez imaginó viajar gran parte del mundo?
Jamás pensé que pudiera embarcarme en algo que fuera mayor que los pequeños botes que existían en mi pueblo. Desde niño sentí una gran atracción por los navíos, pero siempre supuse que sería un sueño. Creo que el cambio de la estructura política fue determinante. Entonces la actividad pesquera era bastante nula y había que dar casi la mitad de la captura a los armadores para poder navegar; después del triunfo de la revolución se comenzó a pensar en un plan más ambicioso, la creación de la escuela cubana de la pesca, que en sus inicios fue fundada para la preparación de los hijos de los pescadores. Esta etapa posibilitó que fueran vistos como personas con iguales posibilidades de estudio. Si no fuera por el sistema que hoy tenemos, quizás estuviera en mi pueblo, más viejo y arrugado.
Me inicié en la escuela de pesca, en playa Girón, y confieso que los inicios fueron difíciles, pues no teníamos los conocimientos suficientes como para enfrentar el rigor de la preparación. Lo que más me ayudó fue mi disposición, perseverancia y alguna noción de marinería que había adquirido junto a mi padre.
El poder de Poseidón
-En esa multiplicidad de viajes, ¿cuáles recuerda más?
Todos fueron impactantes. En el viaje que hicimos al Atlántico norte occidental, cerca de las costas de Boston, Estados Unidos, viví una de las historias más peligrosas de mi carrera. En esa travesía fuimos azotados por una baja extra tropical que hizo temblar a más de uno. Las lluvias mezcladas con la neblina y la turbulencia del mar provocaron la formación de olas exorbitantes que arrasaban con todo. Yo vi como decenas de hombres de otras embarcaciones perecieron en el intento por sobrevivir. Sentí una gran impotencia por no poder socorrerlos.
También entre el continente africano y las Islas Canarias, a una considerable distancia del desierto del Sahara, observé algo curioso. Cerca de Mauritania y Maruecos la arena viaja a cientos de millas de la costa, el batir del viento es bastante fuerte. Es increíble. Hay que esta allí para verlo.
-¿Qué le incentivó a volver a enfrentar esos peligros?
El amor que tengo por el mar.
-Estuvo en Ciudad del Cabo cuando estaba implantado el apartheid, ¿qué impresión le causó?
Siempre tuve presente que el racismo existía, pero nunca imagine la dimensión del fenómeno. Cuando caminabas por las calles de esta hermosa ciudad y tropezabas de frente con un negro, éste bajaba la acera para que tú pasaras. Era impactante ver cómo el concepto de discriminación racial estaba tan arraigado en la población sudafricana; que los negros se automarginaban.
En cada puerto un amor.
-Profesión y familia, ¿cómo logra el equilibrio?
Solo vine a encontrar el equilibrio a los 40 años cuando conocí a Brenda Suárez Miranda, mi actual esposa. Ella es mi amiga, mi compañera, una mujer maravillosa que ha estado a mi lado en todos los momentos. Realmente es difícil hallar la comprensión ante la prolongada ausencia.
León rememora cómo ha podido soportar la soledad y valorar la solidaridad de los hombres en tiempos en los que la familia se extraña y el deseo de verla se vuelve insoportable: “Los amigos son capaces de quedarse a tu lado cuando te sientes mal, de hacer cualquier cosa por ti. Estás solo y a la vez percibes el calor de los compañeros”.
-Dos matrimonios fracasados y la separación de sus hijas son algunas situaciones que ha tenido que sacrificar por el oficio de marinero ¿Se arrepiente?
No.
Viejo lobo de mar.
Con orgullo y satisfacción “prende” una sonrisa a sus labios cuando comenta: “Nunca tuve ningún incidente a lo largo de mi carrera activa”. Considera que fue posible por el sentido de responsabilidad que lo caracteriza: “En alta mar, para no sufrir ningún accidente, tienes que cumplir todas las orientaciones de tus superiores; pueden producirse no pocas maniobras atípicas”.
-El trabajo de remolcador y salvamento es el que más le apasiona, ¿por qué?
En ese tipo de maniobras tienes que darlo todo. Es un trabajo peligroso porque en la mayoría de las ocasiones se realiza en condiciones adversas, en las que, incluso, puede peligrar la vida. En esos instantes se pone a prueba la inteligencia y la habilidad de las personas.
-¿Qué es más difícil, dirigir las operaciones de mando de un remolcador o estar como tripulante a bordo?
Pienso que es más complejo trasbordar la mercancía de una embarcación o cualquier otro trabajo de marinería. Dirigir exige un alto grado de responsabilidad y compromiso con la labor desempeñada, pero le falta el contacto directo con los problemas.
-¿Qué características debe tener un hombre para ser un buen marinero?
Lo primero, sentir cariño por los barcos y aprender a convivir con el mar. En este oficio hay que ser valiente, confiar en las decisiones que tome el capitán y acatarlas con disciplina. La salud y la fortaleza física es otro de los aspectos a considerar. El grado de instrucción e información es de vital importancia en el desarrollo de la carrera de un marino, pues debe tener algunos conocimientos de meteorología, medicina, física, química, matemática, y otras materias.
Le dejo. Este León, sí que es un verdadero lobo de mar.
Ficha Técnica:
Objetivo general: Dar a conocer aspectos de la vida del entrevistado.
Tipo de entrevista:
Por su forma: Mixta.
Por su contenido: De personalidad.
Por el canal que se obtuvo: Cara a cara.
Tipo de título: De juego de palabras.
Tipo de entrada: Original.
Tipo de cuerpo: Mixto.
Tipo de cierre: De opinión o comentario del entrevistador.
Fuentes consultadas:
Miguel Suárez Arnauto, sobrino del entrevistado. No documental.
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