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Isla al Sur

NANCY MOREJÓN: UNA MUJER QUE CREE EN LA INSPIRACIÓN

NANCY MOREJÓN: UNA MUJER QUE CREE EN LA INSPIRACIÓN

DAINERYS MACHADO VENTO,
estudiante de cuarto año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana. 

La había visto recorrer las callejuelas de la Cabaña durante la pasada Feria del Libro, y ya sea porque sabía que esta cita de las letras era para ella o por la fascinación de su lírica sobre mi espíritu adolescente, me impresionó en extremo su sonrisa sencilla.

La firme dulzura de su voz delata a una mujer llena de historias, proyectos e ideas. La curiosidad por descubrirlas por mi misma, amén de los centenares de entrevistas que han salido por estos días a la palestra, me impulsó a pedirle una entrevista.

Me concedió la cita periodística media hora antes de que comenzara Encuentro con..., intercambio cultural que propicia el Centro Dulce María Loynaz: “Después que terminemos aquí, nos quedamos para hacer la entrevista”, me dijo.

Cuando acabó la hora y media del espacio, un enjambre de jóvenes periodistas, como yo, y de otros no tan jóvenes, se acercó a Nancy solicitándola. Rezagada en el grupo, casi me había decidido a dejar pasar la oportunidad cuando sentí su mano sobre mi brazo, y su voz que decía: “Disculpen, pero ella tiene la prioridad, lleva mucho rato esperando”.

Suspiré. Comencé a sudar. Corrí una silla hacia donde ella permanecía, y antes de poder articular palabra me dijo: “Tienes que estar a la viva, la primicia en el periodismo es básica. A eso le llamamos el palo periodístico. Yo fui periodista y sé lo que te digo. Sin ser desagradable, ni imprudente, debes hacer que respeten tu lugar”.

Nancy Morejón me hablaba de periodismo, pero me hablaba de la vida.

Sabía que me iba a enfrentar a un Premio Nacional de Literatura (2001), a una investigadora de prestigio, a una persona varias veces premiada por la crítica. Sabía que me iba a enfrentar a una gran mujer, sus amigos lo dicen y sus poesías la delatan; pero no imaginaba cuán grande es Nancy Morejón en sencillez y sonrisas.

La entrevista se imponía:

-¿Cómo llega a la poesía?

Desde muy niña, yo garabateaba en cuadernos. Tenía un diario donde anotaba todas las cosas que no podía comunicar con mi familia, con mis seres queridos. Tiempo después, en el bachillerato, una profesora me mandó a hacer un ejercicio sobre La Odisea, de Homero, se dio cuenta que había algo en mi. Ella me pidió el diario, se lo llevé y me dijo: tú no lo sabes, pero vas a escribir poemas, y desde entonces está esta historia de la poesía.

-Dice que escribir es un reto. Lo hace Nancy Morejón ¿por inspiración o por necesidad?

Por las dos cosas, porque yo creo en la inspiración. Creo en la inspiración, sobre todo para la poesía. Los prosistas, los que cultivan la novela, el relato largo o corto, dicen que ellos necesitan escribir diariamente con disciplina. Eso está demostrado. Pero un poeta sería realmente muy vanidoso, o muy artificial, si escribiera todos los días, como un ejercicio. A diario ves la caída del sol, pero hay un día especial en que esa caída del sol a ti te motiva, y te inspira para hacer un texto. Si escribes un poema todos los días sobre la caída del sol eres un neurótico, un enfermo o un farsante, eso es absolutamente imposible y hay algo en todos esos textos que es falso. Creo que la poesía hay que cultivarla a través de la inspiración.

-¿Qué la inspira?

Es muy arbitrario. No subestimo para nada el estudio y la lectura que hay que hacer, nadie nace de la nada. Hay mucho que estudiar y hay mucho que aprender de los textos de los demás. Pero creo que la inspiración es una cosa a respetar.

En el factor escritura hay un proceso irracional, no te puedo decir por qué, y eso no es malo. No te puedo decir porque sería una cosa bien chata, bien tonta.

He estado en un estadio, cuando era universitaria, en un juego, lleno aquello, y me he podido sustraer para sentarme a hacer una notica e incluso para leer. La inspiración llega cuando la tienes, y yo la respeto; no la fuerzo, que venga cuando quiera.

-¿Por qué Nicolás Guillén marcando su obra?

Porque tuve la oportunidad de conocer su obra, desde muy niña, en la biblioteca de mi padre, a través de una edición argentina. Guillén era alguien de mi entorno familiar.

No lo descubrí en los sesenta, en los setenta. Ya cuando lo conozco personalmente era como la leyenda, el militante, el hombre que había conocido a los padres del Che.

Después fue una necesidad, como cubana, de entregarme a una lectura que estuviera vinculada a los grandes temas de Guillén, a la nación, al mestizaje. Porque él veía la cultura nacional como una mezcla del componente hispano, del componente africano; y ciertamente nosotros tenemos de los dos.

Tratando de interpretar la cultura cubana a través de esos dos conceptos, estudié su poesía, y de veras que, antes y después de conocerlo, mis poemas le deben mucho a la poesía de Guillén, sobre todo en el contenido, creo que en la forma no tanto, pero en los contenidos si. Muchos poemas míos no existieran de no haber existido los de él.

-¿Qué sintió cuando Guillén dijo que la poesía de Nancy Morejón “es del color de su piel”?

Ese fue un momento tremendo. Fue en los años setenta, estábamos preparando un espectáculo con poemas míos para el grupo Teatro Estudio, que dirigía Raquel Revuelta. Teatro Estudio acogió esa experiencia con Eslinda Núñez, y otros actores de primera línea. El director de artes escénicas y gran amigo mío, Luis Brunet, pidió un texto para presentar el espectáculo, y Nicolás escribió esa maravilla que después incluyó en la Rueda Dentada, que apareció en 1972. Para mi es uno de los grandes elogios que me hace estremecer y sonrojarme por las cosas tan bellas que dice de mi y de mi obra. (Y ciertamente se sonrojó al contestarme)

-¿Dónde queda la traducción y cuánto le aporta?

Fundamental. No se explica mi obra sin ella. Siempre pude manejarme en inglés y francés, después estudié portugués, un poquito de italiano, algo de alemán. Aunque pienso que uno nunca llega a dominar una lengua extranjera. Traduces y todo, pero dominarla es casi imposible, incluso conocer la materna en su totalidad es difícil.

Siempre estoy estudiando la poesía, me parece que la traducción lleva una función muy noble, y la he practicado muchísimo porque la amo, porque es el nexo entre dos mundos aparentemente muy diversos, pero en el fondo muy semejantes.

Ejemplo de eso son los fenómenos culturales del Caribe, puesto que es una región que se expresa en varios idiomas. El Caribe es una unidad y una diversidad, hablamos español, inglés, francés y en esa necesidad de expresar todo eso, de investigar todo eso, me he dedicado mucho, mucho, mucho a traducir a autores caribeños y europeos, también a canadienses, norteamericanos... franceses.

-En la década de los 60, 70, Nancy Morejón forma parte de los autores de la Editorial El Puente. ¿Se sintió rechazada en algún momento?

No, no, no. En aquel momento era la poesía de los jóvenes. Le debo a José Mario el haber sido el primer editor desinteresado, porque en realidad ellos reunían su dinero y publicaban nuestras cosas.

La editorial después se suscribió una editorial nacional, y fue realmente una experiencia interesante porque era una expresión alterna a otras editoriales que comenzaban a existir. No me sentí pretérita en el momento que publiqué mis dos libros, sino tiempo después, y no exactamente por el fenómeno El Puente.

Estuve doce años sin publicar, cosa que me importa muchísimo, sabe Dios por qué no publiqué esos doce años. Las razones no las sé, creo que una mezcla de que yo procedía de esa editorial y porque era una persona muy independiente.

A Pablo Armando Fernández le pasó también. Pero todos los escritores de El Puente fueron aceptados en el plano literario. A mí no me ha parado nada de eso, y me hizo mucho bien. Escribir y publicar son cosas diferentes y es muy importante saber que un editor necesita siempre de un escritor.

-¿Qué piensa de la posición de su obra en la Cuba de hoy?

Creo que no es una posición, que es una suerte la de poder recibir a tantos lectores. Escribo para los cubanos y para mí es realmente una fiesta poder compartir con ellos de esta manera que será en la Feria Internacional del Libro. Pero la palabra posición me es embarazosa. Creo que es un reconocimiento a alguien que siempre ha mirado hacia nuestro país, hacia las personas que nos rodean. Eso es fundamental para mi literatura, y en esa medida agradezco que la Feria me haya brindado su espacio.

-¿Cuánto le ha aportado Casa de las Américas?

Extraordinariamente. Me ha aportado la mitad de mi condición de periodista, de ensayista, de difusora de los valores de la cultura caribeña. Siempre me acerqué a la Casa como alguien que tenía ideales muy claros. A mediados de los años 80 dirigí por primera vez el Centro de Estudios sobre el Caribe, más tarde me fui a una experiencia con la Fundación Pablo Milanés, después trabajé con Nisia Agüero en el Teatro Nacional y luego regresé a la Casa a dirigir de nuevo el Centro. Es una experiencia extraordinaria. Como escritora joven que fui, mi primera lectura de poemas la hice en la Casa de las Américas, mis primeras relaciones con autores como Roque Dalton, Efraín Huerta, Mario Benedetti, las hice ahí. Me siento parte de ella, es algo mío.

-¿Cuánto ha cambiado la Nancy Morejón que conoció a Guillén en 1961 a la que es hoy?

Tengo unas cuantas libras de más... unas cuantas libras de más que en aquella época cuando él habla de la “fina gacela” . Creo que he cambiado como es lógico, porque si te quedas como eras a los veinticinco años, es bien aburrido. Uno tiene que cambiar y tiene otros intereses, pero fundamentalmente mis focos de atención no han cambiado. El Caribe para mí es Guillén y yo entré a esa interpretación de la cultura cubana a través de su obra. Sigo en la cuestión caribeña, con los temas de la presencia de África en todas las Américas, con la condición latinoamericana de los cubanos, con esa experiencia que compartimos los del Caribe Hispano con Hispanoamérica.

Me he movido a muchas cosas. En una época no pensé que mis garabatos fueran a correr la suerte que han corrido. La tuvieron prácticamente cuando yo entraba a la tercera edad. Por eso me siento la misma y me siento diferente.

-¿Con cuál de sus obras se siente más identificada?

Eso es como los hijos, desgraciadamente no he tenido hijos, pero una madre no va a decir: no quiero a este hijo porque es cabezón. Con mis libros pasa igual, pero yo tengo una especial inclinación por Richard trajo su flauta, que es un poemario que obtuvo una primera mención en un jurado de lujo con Lezama, Nicolás, Goytisolo, Roque. También fue muy bien recibido por el público y la crítica.

Casi todos los poemas del libro están dedicados a la leyenda de la música que fue Richard Egues. Eso es para mí una obra de esplendor porque pude aunar el mundo de poesía culta y poesía popular, mis orígenes con otras artes. No está la poesía sola y es mi percepción de la vida de un músico cubano. Mientras más tiempo pasa, más la gente se interesa por esa obra. Recientemente, Ediciones Visor, de Madrid, publicó una antología que hizo y prologó Benedetti, y escogió el título de Richard trajo su flauta y otros argumentos. Eso demuestra que el poemario está vivo todavía.

-¿Qué siente que no le han preguntado todavía?

La edad, que lo agradezco mucho, (risas)... que hay que saberla, porque cuando me dieron el Premio Nacional de Literatura, alguien publicó que había nacido en el año treinta, lo cual es maravilloso porque amo a muchos escritores e intelectuales nacidos ese año, pero yo nací en el cuarenta y cuatro, de manera que hay, por lo menos, que leer los libros de los autores que se entrevistan.

-Premio Nacional de Literatura, excelentes amigos, la crítica que la favorece, la XV Feria del Libro, ¿qué le queda por hacer?

Darle una fiesta a mis detractores. No todo el mundo puede reunirse para decir sanamente que una es una escritora así, de esta forma.

Creo que lo más importante es que la Feria me ha escogido, que la gente se me acerque; pero hay que pensar que no todo está dicho, que hay mucho que hacer todavía, que el reto de haber obtenido el Premio Nacional de Literatura me ha hecho un compromiso mayor, que no he cesado de trabajar.

Cuando terminamos la entrevista, por esas cosas de tiempo y otros quehaceres, le pedí que me regalara los primeros versos que le vinieran a la mente. Nancy me dijo:

Amo a una isla atravesada en la garganta de Goliat como una palma en el centro del Golfo. Amo a David. Amo a la libertad que es una siempre viva.

(Fragmento de "Divertimentos", dedicado a Rafael Alberti)

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