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Isla al Sur

MI RINCÓN DE CIUDAD

MI RINCÓN DE CIUDAD

SERGIO ALEJANDRO GÓMEZ,
estudiante de segundo año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
 
Desde mi cuadradito ruso -discúlpenme si no es esta la procedencia de los famosos edificios de microbrigada- este artículo se convierte en algo personal. Cuando despierto en este rincón de la ciudad (Aldabó) me pregunto si realmente pertenece a ella: hace años no necesito despertador, un gallo mañanero, que cría con ternura un vecino, ha asumido la tarea con insensible puntualidad; los puercos de otro, traen hasta mi ventana los aromas de un campo ficticio y pestilente que agobia los sentidos, y la pobre escalera de este "multifamiliar" se ve sistemáticamente lacerada por la incontinencia de un perrito faldero mal educado.

El barrio es resultado de la imaginación de un niñito de sexto grado, que con más ganas que ingenio colocó los "cuadraditos" en una bolsa y los dejó caer al azar. En lo bolsita debieron quedarse los parqueos, quizás el inocente pequeño no pensó que un día, más de un proletario podría agenciarse un carrito, una moto o una chivichana. El ingenio criollo superó el problema con unas amorfas construcciones de metal que se disputan el espacio de los patios, y causan problemas personales entre los propietarios. Mi zona, creo que es igual en otras partes, necesita urgentemente una reforma agraria que acabe con los latifundistas de hojalata y distribuya, si es que hay que hacerlo, de manera justa los terrenos. Pero la cosa no para en la construcción del necesario resguardo para el transporte, los magnates se han construido terrazas y cuartos accesorios, que ayudan a su comodidad y sustituyen el conjunto monótono de los "bloquecitos" por la anarquía del nuevo "movimiento de arquitectos independientes" (M.A.I).

Últimamente, al gallo se le ha unido un pájaro carpintero, más que carpintero creo que es chapista. El martilleo constante sacude al cerebro y no hay modorra que resista el rechinar de los metales. El último invento del M.A.I es un taller particular con mi buena clientela, si algo sobra en este país son carros con problemas en la carrocería, por lo pronto no me ilusiono con la idea de que el negocio pueda quebrar.

En mi memoria está guardada una escena prodigiosa, de esas pocas que me quedan de la década del 80. Un camión de basura -de los de verdad-  parquea de espaldas a un latón de plástico gris con agarraderas a ambos lados. En acto casi mágico, la parte trasera del vehículo, con agilidad felina, se apropia del latón, lo desembaraza de su contenido con delicadeza y lo coloca cuidadosamente en su lugar. ¡Qué triste el caballito de hace pocos años! y qué grotesco el tractor de ahora. No tiene el encanto y la magia de antaño y sinceramente no creo que lo guarde con agrado en mi memoria.

Las historias de mi rincón de la ciudad son interminables y este apenas es mi primer comentario.

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