PASIÓN POR EL RUSO
Teresita Urra es de esas mujeres que enaltecen al género y a la institución donde trabaja. Ha dedicado más de 20 años de su vida a la Universidad de La Habana como profesora de Lengua Rusa, especialidad que constituye la pasión de su vida.
NIURKA TALANCÓN,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
Cuando me asignaron la tarea de clases de entrevistar a la profesora de idioma ruso Teresita de Jesús Urra Vargas, no imaginé cuánta pasión puede despertar el estudio y la aprehensión de una lengua extranjera. Encontrarla fue algo fácil, un espacio muy de ella, la Facultad de Lenguas Extranjeras de la Universidad de La Habana. Allí me recibió en la oficina que ocupa desde hace seis años, cuando la nombraron Jefa del Departamento de Lengua Rusa.
En 1999 Teresita alcanzó el título de doctora de la casa de altos estudios, y posteriormente fue categorizada como Profesora Titular. Más de cuatro décadas de trabajo, ya sea como traductora, intérprete o en la docencia, argumentan su candidatura a la medalla A.S Pushkin, distinción que otorga el gobierno ruso a personas con relevante trayectoria en el desarrollo y promoción de su idioma.
Ella es una mujer de rica historia en la docencia. Todo comenzó en la Campaña de Alfabetización. Entonces respondió a un llamado de Fidel. Lo demás fue una sucesión de acontecimientos que por momentos pusieron a prueba la pasión de su vida: el idioma Ruso.
-¿Qué la motivó a estudiar ese idioma?
Nunca pensé estudiar ruso, pero en 1962, cuando termina la Campaña de Alfabetización, Fidel anuncia que como estaban restablecidas las relaciones con la URRSS había necesidad de formar rápidamente traductores e intérpretes. Fue entonces cuando matriculé en el Instituto de Idiomas Pablo Lafargue. Me gradué dos años después.
-¿Dónde empezó a trabajar al graduarse?
Me ubicaron en el Ministerio de Comercio Exterior, donde laboré doce años como traductora e intérprete. Colaboré con el Servicio de Traducción e Interpretación del Consejo de Estado hasta que en 1976 oficialmente paso a trabajar con esa institución. Fue una etapa de mucho trabajo, sin horarios, y en momentos de mayor auge de las relaciones entre Cuba y el desaparecido campo socialista.
-¿Cómo llegó a la Universidad de La Habana?
Como estudiante, en 1978. El título del instituto era de nivel medio y matriculé en el curso para trabajadores que ofrecía la Facultad de Lenguas Extranjeras para hacer la licenciatura. Me mantuve trabajando en el Consejo de Estado hasta mi tercer embarazo y decidí dejar la traducción. En tercer año de la carrera, Manuel Barreiro, entonces jefe del Departamento de Idioma Ruso, me propuso como auxiliar técnico de la docencia, oportunidad que acepté.
-¿No sintió temor al dejar la traducción para enfrentarse a las aulas?
Aprendí en 15 años de trabajo que el intérprete no tiene vida privada. Ya con tres hijas se me hacía muy difícil continuar con ese régimen. En cuanto al miedo, realmente sentí todo el temor del mundo, pues nunca había impartido clases, salvo en la Campaña de Alfabetización.
-¿Cuándo se percata de que el ruso sería la pasión de su vida?
Al terminar cuarto año de la licenciatura a mi esposo le asignan una misión en la Unión Soviética y nos trasladamos a ese país. El contacto directo con la cultura y el pueblo rusos me fascinaron.
Aproveché y matriculé en la Universidad Estatal de Moscú M.V Lomonósov para estudiar Lengua y Literatura Rusa. Ya no iba a estudiar el idioma como lengua extranjera, sino como lengua madre. Recibí asignaturas como Dialectología o Eslavo antiguo, que de otra forma no habría tenido la posibilidad de aprender. Me gradué con Título de Oro cinco años después.
En la Lomonósov comienza mi pasión por la lengua rusa. Antes sólo me atraía su estudio, pero aquellas asignaturas de antigüedades e historia me hicieron amarla verdaderamente.
-¿Qué disfruta más, la interpretación, la traducción o la docencia?
Me gusta la docencia. Me place, además, la traducción de obras donde puedo realizarme escribiendo y la prefiero a la interpretación. No obstante, siempre he dicho que si mi primera experiencia hubiera sido impartir clases, nunca habría incursionado en la interpretación o la traducción.
Es apasionante ver cómo los alumnos de primer año, que no conocen el idioma, al término del curso se comunican de manera elemental y manifiestan interés en continuar aprendiendo.
-Pero usted es “dura” con sus estudiantes…
Soy dura con mis estudiantes porque los quiero. Cuando pasas casi 20 horas semanales con esos muchachos y empiezas a conocerlos, ¿cómo no vas a tomarles cariño? Soy de las que se preocupa y “coge lucha” cuando no vienen a clases, o no hacen una tarea, pero todo es porque estoy pensando que no van a aprovechar el tiempo y esta oportunidad al máximo.
-En 1993 se cierra la carrera de idioma ruso y muchos profesores se reorientan hacia otras lenguas. ¿Por qué Teresita no?
La carrera se cierra porque no había demanda social. Durante tres años nos dedicamos a graduar a aquellos alumnos que quedaban en diferentes años. Surge entonces la idea de introducir una segunda lengua en nuestro plan de estudio: el italiano.
Siempre defendí la idea de que el idioma ruso mantendría su importancia social en Cuba. Muchos de los países de Europa del este, antiguo campo socialista, continuarían comunicándose en ruso con nosotros y, por otra parte, mantenemos importantes relaciones económicas, culturales, históricas y sociales con Rusia.
Estoy satisfecha con haber conservado y perfeccionado mi especialidad. No me concibo haciendo otra cosa, y siempre he tenido alumnos a quienes enseñar el idioma.
-Cuando en 1996 se reabrió la carrera, la matrícula fue reducida. Hace seis años Lengua Rusa solo tenía 22 estudiantes y en la actualidad hay casi 130. ¿Qué opina al respecto?
En años anteriores los jóvenes no tomaban la carrera por miedo a no encontrar ubicación laboral. Hoy muchos se percatan de que un traductor e intérprete de ruso siempre tendrá ocupación. Además, cuando comienzan a estudiar se enamoran del idioma. Lo mismo me sucedió a mí. Considero el estudio del idioma ruso como un logro cultural para Cuba.
Muchos de los actuales estudiantes de ruso optaban por otras lenguas más codiciadas, y por razones académicas no las alcanzaron. Después, sin embargo, no se trasladan. Prueba de que el idioma “atrapa”.
-¿Por qué considera que el estudio del idioma ruso es un logro cultural para Cuba?
El ruso es una lengua eslava, por eso es muy difícil de aprender para nosotros. Por otra parte, la experiencia y el conocimiento acumulados en largos años de relaciones profundas con la extinta Unión Soviética están en la memoria del pueblo. Hoy, la rusística cubana, desde el punto de vista docente, es la más desarrollada de América Latina.
-¿Qué es para Teresita Urra la Universidad de La Habana?
La Universidad es mi casa. No hay lugar donde me sienta mejor. Si le sumas mi amor por la lengua rusa, es lo que me mantiene trabajando. Hace años pude jubilarme, pero no quiero. Me siento realizada educando, formando e instruyendo.
-¿Qué le falta hacer en el ámbito profesional?
Muchísimas cosas. Desde investigaciones, estudios detallados de algunas asignaturas aprendidas en la Lomonósov, o quizás traducir un libro, siempre sin dejar de impartir clases, aunque mi actual cargo me roba mucho tiempo.
-¿Se siente una mujer feliz?
Completamente. Tengo un esposo, tres hijas y tres nietos a los que adoro. Nunca he dejado de trabajar con la lengua rusa, que es mi pasión. Me siento realizada. Sí, soy feliz.
Esta entrevista forma parte del libro en preparación Nosotros, los del 280, escrito como examen final del género por alumnos de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, a propósito del aniversario de la casa de altos estudios cubana.
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