UN HOMBRE INSTRUIDO EN LOS CAMINOS DE MARTÍ
El Doctor en Ciencias Filosóficas Antonio Aja considera el saber un permanente proceso de aprendizaje.
ESMERALDA CARDOSO VILLASUSO,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
Foto: MARÍA DEL CARMEN QUEVEDO
Antonio Aja dice ser un excelente cocinero, y cuando el tiempo lo permite, le gusta sacar acordes a su vieja guitarra; también disfruta conversar con los amigos y deleitarse con su familia en una buena función de ópera. Tal vez esta no sea la imagen que muchos en la Universidad de La Habana y en otros espacios tengan del académico, conferencista notable y experto de prestigio internacional en el tema de la migración cubana.
Aja es graduado en la Universidad de La Habana en la Licenciatura de Historia, Doctor en Ciencias Filosóficas de la Universidad de Kiev, Ucrania (1986), y profesor de la Universidad de La Habana desde 1977 en la Facultad de Filosofía e Historia. Además, se desempeñó como asesor técnico docente de la Dirección de Marxismo Leninismo del Ministerio de Educación Superior (MES) 1977-1988 y como Profesor Titular y subdirector del Centro de Migraciones Internacionales, CEMI, de la UH.
Su amplia hoja de servicios recoge la membresía en instituciones como el Tribunal Nacional Permanente de la República de Cuba para la obtención de grados científicos en Ciencias Históricas, desde 2003; y la Cátedra Benito Juárez, Universidad de La Habana.
Y si tantos cargos y responsabilidades no le han alimentado la vanidad y la autosuficiencia, es precisamente porque considera el saber un permanente proceso de aprendizaje.
Antonio Aja es de procedencia Norteamérica. Emigró con sus padres para Cuba en el año 1960, por lo que quizás ese sea el motivo de su atracción por los temas migratorios. En la actualidad es Director del Centro de Estudios Demográficos Migratorios, CEDEM. Allí conversemos con él.
-¿Qué sintió cuando estuvo frente un auditorio por primera vez?
Responsabilidad y un poco de felicidad. Es la capacidad de pararse delante de un grupo de estudiantes que esperan por ti, por el conocimiento, por un punto de vista sobre una materia determinada, o como en muchas ocasiones, sobre la vida misma.
-¿Y después de tantos años que siente cuando imparte conocimientos?
La misma responsabilidad y quizás un poco más de felicidad de poder hacerlo después de tantos años…
-Usted se graduó en 1975 en la Universidad de La Habana. ¿Qué diferencias percibe entre la actual casa de altos estudios con la de su tiempo?
Antes de plantearte la diferencia que tiene, destaco que posee una similitud importante. En la década del 70 del siglo XX se produjo en la Universidad de La Habana y todas las universidades del país una revolución dentro de la revolución, porque comenzaban a acceder masivamente trabajadores y jóvenes a estos centros y había también un proceso en contra de la pasividad.
En los años 70, en la Universidad de La Habana no se dormía, sobre todo, en La Colina Universitaria; por entonces estudiaba Historia y recuerdo que la biblioteca estaba abierta hasta por la madrugada; las aulas permanecían encendidas siempre porque había cursos para trabajadores y por el día los cursos regulares, es decir, había una vida universitaria intensa. Ésa es la diferencia.
-Entonces, ¿quiere decir que en la actualidad no hay intensa vida universitaria?
No la hay.
-¿En que se basa para decir que no existe intensa vida universitaria?
En varios factores, uno es que el Período Especial marcó la diferencia en el orden de ampliación de los horarios, quizás, dentro de La Colina. Otro factor es que en la actualidad hay una vida universitaria que no se ciñe sólo a ese ámbito. La Universidad de La Habana se ha multiplicado muchísimo, ahí está la universalización de la enseñanza, las sedes municipales.
Añoro que la Colina Universitaria, con las facultades que se encuentran en ella, Matemática, Derecho, Filosofía, Sociología, vuelvan a tener aquella vida tan intensa.
-De las materias que ha impartido, ¿con cuál se siente más identificado?
Con todas, no puedo decir una específica. Me considero una persona que se ha ido moviendo dentro de las Ciencias Sociales. Estudié Historia y he enseñado Historia, sobre todo Historia de Cuba, y en los últimos años también Historia sobre los Estados Unidos. Impartí, además, Filosofía, sobre todo en el momento en que había una división entre la filosofía marxista y un supuesto materialismo dialéctico, materialismo histórico, donde hoy se superó esta división, pero en aquellos momentos existía. En estos momentos lo que me hace sentir realizado es enseñar Sociología de las Migraciones y la Historia de las Migraciones.
-¿Qué significa para usted la Universidad de La Habana?
Es una parte importante de mi vida porque siempre aspiré a estudiar en ella, anhelé trabajar aquí. Soy un admirador de la historia de la Universidad dentro de la Historia de Cuba; es decir, hoy yo no me situó en otro lugar que no sea la Universidad de La Habana.
-¿Qué le proporciona en lo personal la Universidad?
En gran medida mi formación como ser social, como profesional. Me aporta al sentido de mi vida.
-¿Que usted le ofrece a la Universidad?
Muy poco en relación con lo que ella me ha brindado. Todo lo que he podido realizar como profesional -mis clases, alumnos, investigaciones-. Creo que a todos nos aporta mucho más de lo que nosotros a ella.
-Además de profesor, a usted se le conoce como uno de los más destacados investigadores sobre la emigración cubana hacia los Estados Unidos. ¿Qué lo motivó a incursionar en este tema?
Me dediqué a él por una reorientación profesional. Cuando hice el doctorado en Ciencias Filosóficas, mi tema estaba vinculado con los problemas en la construcción del socialismo. Después de mi tesis vino el derrumbe de campo socialista y desde ese momento me propuse dar una lectura diferente a los problemas del socialismo. También, porque el contenido de las migraciones permite miradas múltiples, interdisciplinarias, transdisciplinarias, las exige y eso es un reto, un desafío. Por eso me gusta.
Esto me llevó a incursionar en algo que es vital en la política, en la historia de Cuba. En gran medida me hizo dedicarme al tema, ponerle más corazón; también tiene que ver con mi vida.
-¿Con su historia personal?
Sí, soy hijo de padres emigrantes; viví en los Estados Unidos hasta los siete años. Esto no me hizo dedicarme al tema, pero sí darle una mayor atención y dedicación, y en la medida que fui entrando en él, me apasioné. Hoy es una temática fundamental en el debate contemporáneo de las Ciencias Sociales, decisivas para la historia futura de muchísimas regiones del mundo.
-Cuando investiga, ¿hasta qué límite siente que es una persona curiosa?
Soy muy curioso, aunque no lo exteriorizo. Eso ayuda muchísimo al investigador.
-Después de 15 años indagando sobre las principales causas que provoca que los cubanos migren hacia los Estados Unidos, ¿cómo Aja asume desde el punto de vista personal esas tendencias?
Yo defiendo el criterio de que hay elementos regulares de las migraciones que se están cumpliendo en Cuba, como se manifiestan en otras partes con relación al tema de la emigración hacia los Estados Unidos. Hay particularidades, por supuesto, que tienen que ver con la politización que los Estados Unidos le imprimen al tema, con una historia migratoria conflictiva. Pero hay otras que cada vez más se asemejan a las condiciones generales de los flujos migratorios del mundo.
Pienso que vamos a vivir todavía una buena etapa de la historia donde continuaremos viendo que muchas de esas tendencias se mantienen, independientemente de que cambie una administración norteamericana. El problema es mucho más complejo que eso.
-Por su labor como profesor e investigador le han conferidos premios y reconocimientos. ¿Qué siente al recibirlos?
Siempre que reconocen nuestra labor se siente satisfacción. Quien diga lo contrario no creo que sea real. En lo poco que he sido reconocido -no lo digo como algo que deba haber sido más-, me hace trabajar más, esforzarme cada día.
-El Apóstol en el año 1878 expresó: “La instrucción abriendo vastos caminos desconocidos, les inspira el deseo de entrar por ellos”. ¿Se considera usted uno de esos hombres ávidos de saberes?
Mi vida como profesional ha partido en gran medida de un esfuerzo personal muy grande, de una lucha contra adversidades, me considero también un autodidacta, por lo que soy uno de los hombres a los cuales Martí se refiere.
Esta entrevista forma parte del libro en preparación Nosotros, los del 280, escrito como examen final del género por alumnos de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, a propósito del aniversario de la casa de altos estudios cubana.
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