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Isla al Sur

MEMORIA Y UNIVERSALIDAD DEL HOTEL NACIONAL

MEMORIA Y UNIVERSALIDAD DEL HOTEL NACIONAL

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ

Quizás muchos se pregunten por qué y otros queden indiferentes cuando se les comente que el Hotel Nacional de Cuba es Monumento Nacional, a fuerza de asumirlo solo como una espectacular obra arquitectónica en medio de la ciudad y fuente de ingresos en moneda dura por la afluencia de turistas a la instalación.   

Pero esa sería una mirada al paso. Habrá, entonces, que ir descorriendo la urdimbre de su historia desde que en la fastuosa noche del 30 de diciembre de 1930, fuera presentado al mercado de los famosos, de la elite, de la política, la mafia y la farándula. Cuando en los primeros días de mayo de 1998 la Comisión Nacional de Monumentos firmó la Resolución No. 150, asentaba la validez de un conjunto patrimonial en el que se conjugan lo histórico, lo tecnológico y lo expresivo-ideológico.   

Un minucioso estudio de los investigadores Desideria Ramos, Estela Rivas y Marco Antonio Díaz, ofrece las características arquitectónicas de esta obra ubicada frente al mar, en la céntrica colina donde se conservan los restos de la antigua Batería de Santa Clara.   

En esa eclosión variopinta de estilos, se hallan diseños de pisos de granito y el pretil del edificio con influencias del ArtDecó; los techos recuerdan los casetones romanos; en los zócalos de mosaico del vestíbulo está la impronta de la España morisca, y en los jardines y áreas de descanso exteriores hay aires ingleses del período romántico.   

Toda esa explosión ecléctica va de la mano con el espacio coherente de la cubanía, aportado en numerosos escudos con signos nacionales y el uso de materiales constructivos como maderas preciosas, piedras de Jaimanitas, cubiertas de tejas de barro y pisos de losas rojas. A ello se suma, en combinación del trópico, la confluencia de luces y sombras.   

El edificio fue una solución estructural trascendente para su período constructivo y uno de los primeros inmuebles que en el país utilizaron el sistema porticado de vigas de acero revestidas de hormigón.

Según los especialistas antes mencionados, el Hotel Nacional "arquitectónicamente representa una singular propuesta del estilo ecléctico, primero del siglo XX cubano y que en el período de 1920-1930 se mantuvo como la orientación constructiva dominante dado el carácter simbólico que se le otorgaba a las obras".   

También se puede considerar como una de las primeras obras en la cual es evidente el advenimiento de la arquitectura moderna en Cuba.  

DE LO HISTORICO

La instalación está situada en los terrenos de la antigua Batería de Santa Clara, cuyos restos fueron declarados en 1982 Patrimonio de la Humanidad como parte del sistema defensivo de los siglos XVI al XIX habaneros y junto con la denominación dada al centro histórico de la capital.   

En un interesante trabajo de la licenciada Tamara Blanes, se apunta que la Batería "gozaba de una posición privilegiada, al ser construida en la elevación llamada entonces Cuevas de Taganana (...). Su tipología, difundida en América a partir del siglo XVIII, se caracterizaba por su acoplamiento a los accidentes geográficos, a su amplio radio de acción, su bajo costo y libertad de trazado".   

La historia es larga hasta que, al término de la Guerra de Independencia y con la firma del Tratado de París en 1898, la Batería se convirtió en cuartel militar y en 1929 se decide vender los terrenos para la edificación de un hotel de lujo. Hoy solo quedan asomos de trincheras tapiadas y los relativamente modernos cañones Krupp y Ordóñez, los cuales el 13 de junio de 1898, cuando el bloqueo naval de la Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana, dispararon contra el acorazado Montgomery y son de los poquísimos de su tipo que se atesoran en la Isla como monumentos a la memoria de la artillería de fines del siglo XIX.  

LA IMPRONTA DE LOS MUY MUY

El paso de famosos por el Hotel Nacional de Cuba se ofrece a través del tiempo como un fabuloso calidoscopio de vidas y destinos. Buster Keaton -el hombre serio que hacía reír-, lo eligió entre sus preferidos. Allí pernoctaron mexicanos de arraigo popular como Jorge Negrete, Pedro Armendáriz y María Félix. Nat King Cole -el príncipe negro de la canción-, Los Chavales de España, Ava Gardner -el animal más bello del mundo-, Marlon Brando, Errol Flynn, Libertad Lamarque -la novia de América-, Lucho Gatica y Pedro Vargas -el tenor de Las Américas-, fueron sus huéspedes.  

A esas estrellas del espectáculo se unieron en la preferencia por el hotel más lujoso de La Habana prerrevolucionaria, personajes de tan disímiles posiciones ante la vida como Alexander Fleming -descubridor de la penicilina-, Meyer Lansky -connotado mafioso de Norteamérica-, "La Voz", como le decían al desaparecido Frank Sinatra, los duques de Windsor y el primer ministro británico Winston Churchill.   

No detenido en el tiempo, a nuestros días llega en esplendor esta institución de siete décadas. El Nacional no ha perdido vigencia ni marca. Por sus estancias han votado Harry Belafonte -el rey del calipso-, Gabriel García Márquez -Nobel de Literatura-, Geraldine Chaplin -actriz-, Pierre Cardin -líder de la moda-, Soraya Muhamed Alí -ex emperatriz de Irán-, y Naomi Campbell -la modelo negra más cotizada de la vieja Europa. Vale la pena adentrarse en los vericuetos de la memoria y la universalidad de este emblema de Cuba.

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