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Isla al Sur

PRÍNCIPES ENANOS QUE NO TIENEN FIESTAS

PRÍNCIPES ENANOS QUE NO TIENEN FIESTAS

A propósito de este 20 de noviembre, Día Internacional de la Infancia.

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ

Suresh, de la India, dijo una vez: "Tanto dinero que se gasta en guerras; en vez de eso, deberían gastarlo en niños como yo". Unirnos por el bienestar del niño antes de que sea demasiado tarde, no puede ser un reclamo solo a instancias de congresos, eventos y forums, en un mundo donde de forma alarmante escasean los recursos financieros para generar políticas sociales, a contrapelo de una carrera armamentista y un endeudamiento externo de las naciones que parecen galopar hacia el apocalipsis.

Las cifras son de un patetismo absoluto. Según muestra un estudio del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM), en estos países olvidados de la "misericordia" de los ricos, más de un tercio de los niños están desnutridos y tienen un peso insuficiente y la tasa de mortalidad en menores de cinco años es de 100 por cada 1 000 nacidos vivos, cifra casi siete veces superior a la de las naciones industrializadas.

Como si no bastara, unos 140 millones de infantes en edad escolar primaria y más de 275 millones de secundaria, no asisten a la escuela; particularmente en América Latina, menos de la mitad de quienes ingresan a primer grado, egresan del quinto. Y uno, de cada tres niños africanos, y uno, de cada cinco latinoamericanos, trabajan diariamente.

Edith Felipe Duyos, del CIEM, apuntaba: "La aprobación de la Convención Internacional de los Derechos del Niño ha resultado ser, probablemente, el instrumento de derechos humanos más ratificado de la historia pero, en contradicción, el entorno socioeconómico no siempre es favorable para la aplicación de estrategias que favorezcan a los infantes y contribuyan al pleno ejercicio de sus derechos. El nuevo orden mundial que se está perfilando no ha conducido a un nuevo orden mundial para la infancia.

MORIR NO PUEDE SER EL FUTURO

Dramática fue la afirmación de Kofi A. Annan cuando, como secretario general de las Naciones Unidas expresó a finales de la década de los 90 del pasado siglo que, en un año, "… morirán más de 12 millones de niños menores de cinco años debido a la malnutrición y las enfermedades susceptibles de prevención. Muchos millones de niños fallecen a causa de infecciones y algunos sufren ceguera por falta de algo tan simple como cápsulas de vitamina A que cuestan solamente 7 centavos.

"En un mundo donde la tecnología posibilita que las señales de radio y televisión se transmitan por satélite y donde la información recorre a toda velocidad las redes de las computadoras y llega hasta los rincones más alejados del planeta, es lamentable que millones de niños carezcan de libros de textos, lápices, pizarras y tizas. Muchos de ellos llegarán a ser adultos incapaces de leer una simple etiqueta de advertencia, y mucho menos un periódico o un manual de computación."

CONSERVAR SIEMPRE

UN PEDACITO DE NIÑEZ

Desde la perspectiva del adulto que conserva el amor por la infancia, habla el chileno Jorge Carmona Aguirre, durante su breve visita a Cuba con motivo de un evento de jóvenes: "Por más que se intente trabajar en el capitalismo, las soluciones son de ‘parche’. Considero que mientras no exista un cambio radical en el sistema político, la sucesión de gobiernos no resolverá nada y la problemática de la infancia continuará."

Según datos de la UNICEF, en los últimos más de 20 años se estima que una cifra superior a los 2 millones de niños perdió la vida en conflictos armados y que una cifra tres veces superior quedó gravemente herida. Añade que en las guerras contemporáneas, los pequeños se apuntan casi la mitad de las víctimas.

A esa problemática habrá que añadir que más de 80 millones viven en las calles, que los del Tercer Mundo ingieren 500 veces menos alimentos que los de Estados Unidos y que el 90 por ciento a escala internacional abandona la escuela sin saber el alfabeto. Patética realidad que no puede continuar viéndose desde las perspectivas asistencialistas, sino sobre la base de una nueva ética de los derechos de la infancia.

Es hora de dejar de denunciar solo con la palabra. Como apunta una investigación de la Federación de Mujeres Cubanas, unos 250 millones de pequeños trabajan; víctimas de la explotación sexual existen por lo menos 2 millones en Asia, América Latina y Estados Unidos, las tres áreas geográficas con mayores concentraciones de este negocio, superado en ganancias solo por los mercados de armas y las drogas. Además de situaciones de violencia, racismo e incumplimiento de las leyes.

Basta de hablar -sin buscar acciones prácticas en muchos casos-, sobre la pobreza, marginación, escasas posibilidades de acceso universal a servicios sociales básicos como la educación y la salud, de falta de proyectos comunitarios y ausencia de responsabilidad estatal con el bienestar de los niños, la mayoría de las veces.

Es hora hoy de exigir cambios radicales a favor de una infancia que desaparecerá sin conocer qué es, precisamente, la esperanza del mundo. A quienes recibimos el siglo XXI nos toca el compromiso de brindarles una niñez plena, no posible con soluciones simples ni promesas orquestadas en campañas politiqueras.

Cuba, aún en las situaciones económicas más adversas, ha sido un ejemplo durante 50 años de una política favorecedora y de protección de la infancia. En Cuba, palabras y hechos van de la mano en la salvaguarda de los derechos del niño. Ellos son, en este país, la luz continua de la que hablaba el Maestro.

Como apuntara Celia Berges, funcionaria de la Federación de Mujeres Cubanas: "Para eliminar la explotación del niño es imprescindible el papel del Estado y la cooperación internacional, junto al apoyo de la sociedad civil y la familia, así como establecer políticas y programas de desarrollo que garanticen una vida digna".

Los niños de este planeta azul están en estado de emergencia y esa terrible realidad nos hace pensar en la infancia como una luz lejana que se nos va. Y si en el siglo XIX José Martí anunciaba que "para un príncipe enano se hace esta fiesta", hoy, desoladoramente, tenemos que aceptar que millones de ellos en el mundo, nunca la tendrán.


 

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