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Isla al Sur

MALECÓN EN BANCARROTA

MALECÓN EN BANCARROTA

Las edificaciones frente al litoral guardan leyendas ocultas entre sus ruinas. Ellas urgen ser contadas por sus habitantes.

Texto y foto:
ALINE MARIE RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

El Malecón habanero es una suerte de nostalgias y hechizos. Su historia comenzó hace más de un siglo, cuando los ingenieros norteamericanos Mead y su ayudante Whitney, diseñaron y construyeron el primer tramo del concurrido paseo. De 1901 a 1902 las obras de edificación del muro abarcaron de La Punta a la calle Crespo. Después, hasta 1919, llegaron a la avenida Belascoaín.

Desde 1940 el prestigioso escritor Alejo Carpentier, en su artículo El amor a la ciudad, reclamaba la insuficiente atención brindada por aquellos años al litoral habanero: “Debe reconocerse que se ha hecho muy poco por embellecer ese corso que disfruta del adorno de puestas de sol únicas en el mundo”.

Los edificios frente al mar sufren callados el paso implacable del tiempo y los daños causados por las condiciones agresivas de la zona, como el salitre marino y las inundaciones costeras por penetraciones del mar. Por décadas no han recibido el mantenimiento requerido, lo cual condena a las otroras confortables residencias frente al mar, a la franca decadencia.

Más allá de cifras, el “banco más largo de la ciudad” y su entorno necesitan rejuvenecer. Para ello, 27 longevos edificios quedarán reducidos a escombros. La historia oculta en las descoloridas paredes solo podrá ser contada por sus habitantes, quienes ya la convierten en leyenda.

Hospedarse frente al mar

Desde Prado hasta Belascoaín no hay suerte para los hoteles. A lo largo de la historia varios inmuebles se construyeron con el propósito de alojar turistas frente al mar. Hoy, algunos no existen y otros hospedan en sus habitaciones a más de un centenar de familias.

Casi nadie recuerda hoy al Hotel Miramar, ubicado en Malecón 1-3-5-7, a inicios de la vía. Esta instalación abrió sus puertas en el lejano 1902 y las cerró hace varias décadas, cuando fue demolido. “A pesar de ser pequeño, tenía una selecta clientela. En los primeros quince años de la república estuvo de moda. No era una gran edificación, pero alojarse allí no salía barato. Mi padre me contaba que fue el primero en La Habana donde los camareros vistieron de smoking”, así rememora Manuel Rodríguez, anciano de 93 años, quien vive próximo al lugar.

El periodista Ciro Bianchi Ross cuenta que el Miramar fue muy importante: “Hay imágenes en las que aparece el Presidente de la República, Alfredo Zayas, comiendo en el restaurante. Allí tuvo sus oficinas Sergio Carbó después de la caída de Machado. No disfrutó muchos años de esplendor. Con el tiempo se convirtió en un viejo caserón y permaneció vacío durante décadas”.

Después llegó la ruina. Estuvo cerrado varios lustros y nunca se reconstruyó. Quienes visiten el Malecón no encontrarán ni su fachada, pues fue imposible salvarla. Sin embargo, serán cómplices de la admirable vista de la entrada de la bahía habanera, desde los bancos que ocupan el espacio donde se levantó. El otrora Hotel Miramar quedó sumergido para siempre en la memoria de quienes lo conocieron.

Aún existen hoteles a lo largo de esta céntrica avenida negados a dar su último aliento. Admiración y asombro causan las pequeñas y curiosas lozas que visten la fachada del antiguo Hotel Surf, erigido en 1918. Con discretas entradas por Malecón y San Lázaro, guarda como sus más preciados tesoros dos murales de cerámica en sus patios interiores. Este nonagenario inmueble alberga a más de medio centenar de familias.

“Vivir aquí es muy curioso. Me gusta jugar a las escondidas con mis amigos, pues tiene muchos lugares donde ocultarse. Cuando era más chiquito me divertía contando los cuadritos de colores de las paredes. Parecía que estaba en una casa de juguete”, así describe Yunier Sarmiento, de 11 años, el edificio donde reside.

Esther García habita allí hace dos décadas y su cuarto conserva el baño original del hotel: “Mi padre contaba que los dueños de los Almacenes Inclán se hospedaron aquí en su luna de miel. Él no recordaba cuándo se convirtió en una ciudadela, pero después de eso ha llovido mucho”.

“Los mismos vecinos, poco a poco, se llevaron las lozas de las paredes. Murales como el de mi patio existían en todos los pisos y también se los robaron. Tememos que un día el edificio se desplome y nos mate a todos, pero no tenemos otro lugar donde vivir, es nuestra casa”, revela con lágrimas esta mujer de 60 años.

En cambio, Ángela Mendoza prefiere no caminar más por el Malecón. A sus 85 años desea guardar en la memoria aquellas deslumbrantes imágenes de los años 40 y 50: “Paseaba cada domingo con mi novio Alfredo, íbamos desde Belascoaín hasta Prado. Nos gustaba merendar en la cafetería del Hotel Ocean. Había a lo largo de la avenida diversos anuncios lumínicos. Nunca olvidaré uno de los más llamativos: el de la Canada Dry, bebida muy popular en ese tiempo”.

Las memorias de Ángela reviven un retrato vago y difuso. El Hotel Ocean ya no espera huéspedes. Hoy aloja en sus habitaciones casi un centenar de familias. La cafetería del portal está cerrada hace décadas y el elevador quedó detenido en el tiempo.

“Quienes viven aquí son «héroes», saben dónde se acuestan, pero no en qué lugar despertarán. El edificio está desde hace unos años en mal estado. Todo comenzó cuando se derrumbó el balcón del último piso y murieron dos mujeres. El niño que cayó con ellas quedó muy lesionado. En esa ocasión, Eusebio Leal visitó la zona y nos prometieron una pequeña reparación”, atestigua Reinaldo Hernández, uno de sus residentes desde 1984.

Después de varios derrumbes parciales durante la última temporada ciclónica, los huéspedes vitalicios del Ocean esperan nuevas viviendas este año en Alamar y Capdevila. “El temor más grande es que el elevador se desprenda desde la última planta, pues está trabado allá arriba. Además, en el sótano hay tupición, razón por la cual tenemos unos mosquitos gigantes”, alega Reinaldo.

La anciana Ramona Martínez, quien vive en la zona desde los años 60, recuerda que ambos hoteles nunca tuvieron una prestigiosa clientela: “Allí se hospedaban «mujeres alegres». Ellas se citaban con los hombres en los cuartos y algunas, incluso, nunca abandonaban las habitaciones. El Ocean tenía una excelente cafetería en el portal. Mientras el Surf, en su entrada por San Lázaro, poseía un bar muy elegante”.

El periodista Ciro Bianchi no concibe La Habana sin el Malecón: “Si lo abandonamos, perdería la capital uno de sus símbolos principales. Entre las imágenes más bellas de la ciudad está la del collar de luces que alumbran el litoral en las noches”.

Apartamentos desde 1901

Una descolorida fachada, ventanas rotas, escaleras de madera y 66 familias alberga la discreta edificación al principio de la avenida. Los especialistas la consideran el primer edificio de apartamentos de la ciudad. Malecón 11-13-15 es esa genuina construcción que lucha contra el tiempo y se enfrenta a todos los pronósticos.

“Pensamos que cualquier día se nos vendrá encima, pero nada, los muros se mantienen firmes. Según los arquitectos, no durará mucho. Desde hace más de quince años vivo aquí y está igualito”, asegura Elsa Cordero, de 56 años.

Entradas por Malecón y San Lázaro, una dulcería y suntuosos apartamentos con vista al mar eran los principales encantos de esta, la primera de las edificaciones de paseo, que todavía acoge a numerosas familias.

En el rostro de Manuel aparece una sonrisa al recordar los sabrosos dulces de la Casa Suárez: “De niño me encantaba ir. Con solo un peso o dos comía cantidad de golosinas. A partir de las tres de la tarde, el dueño sabía que no vendería más y regalaba a los pequeños pobres de la zona los dulces. Eso era un gesto digno de admirar en plena república”.

Especialistas en el tema coinciden en reconocer el valor de esta edificación, pues a pesar de los años conserva la tipología original de la cruz del patio, con sus módulos de cuatro apartamentos y la fachada. Tiene daños internos imposibles de salvar y el costo sería demasiado grande. Además, se observa gran hacinamiento, donde había 11 espléndidos apartamentos hoy existen 66. No hay lugar para tantas personas allí.

El Malecón no pierde esperanzas

La encargada de rehabilitar la zona del litoral habanero es la Oficina Técnica del Programa de Rehabilitación del Malecón –hoy denominada Unidad Inversionista Malecón (UIM)–, creada el 4 de febrero de 1994. Su propósito es rescatar las edificaciones, conservar las fachadas y mejorar las condiciones de vida de la población. Bajo la tutela de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, se ocupa del sector más antiguo, integrado por 14 manzanas, con 1.3 km de extensión, desde Prado hasta Belascoaín.

Según un plan de la UIM del año 2007, en un período de 13 años se demolerán 27 edificios. No obstante, el interés primordial de la Oficina es preservar la mayor cantidad de fachadas posibles y mantener la disponibilidad de vivienda, aunque no tan numerosas como hasta la fecha. Con los planes y estudios realizados el litoral solo se quedará con el 47% de las construcciones. 

Mucho trabajo escapó de sus manos. Antes de comenzar las labores de rehabilitación fueron demolidas 16 edificaciones. Después de 1994, y hasta el 2000, otras 20 fueron derribadas, su mal estado de conservación impedía cualquier salvación posible.

Por fortuna, no todo es ruina y desolación. Los múltiples empeños de la Oficina han permitido levantar nuevas obras en los espacios donde fueron destruidas otras. En algunos casos, como los de Malecón 29, 115 y 403-405, los nuevos proyectos mantienen las fachadas originales, a pesar del deterioro ambiental.

La esperanza es lo último que perderá la populosa avenida. El fascinante paseo confía desde hace tres lustros en la UIM, entidad responsable de proyectos inimaginables para salvar su imagen.

“Actualmente trabajamos en la restauración de la casa de los Sarrá, una de las pocas lujosas, ubicada en Malecón esquina Lealtad. Realizamos una labor sobrehumana para salvar esta vivienda, dañada por derrumbes parciales. Allí viven 49 familias. Los balcones se están clausurando, pero debemos hacerlo para preservar los arcos”, asevera arquitecta María Teresa Padrón Lotti, jefa de Urbanismo de la UIM.

El nonagenario vecino Manuel Rodríguez precisa que “la vivienda de los Sarrá fue construida a inicios del siglo XX por la viuda del famoso farmacéutico, con el propósito de regalársela a su hija, quien contrajo matrimonio con Esteban Averoff. La casa era muy elegante, tenía varios apartamentos para alquilar y una cochera. El matrimonio vivía en la planta alta”. 

El cronista Ciro Bianchi Ross añade: “Esteban Averoff era todo un personaje, muy cercano a Machado. Fue Rector de la Universidad de La Habana y Ministro de Instrucción Pública. Huyó en el avión junto al dictador, dejando en La Habana a su esposa. Al irse del país, la casa fue saqueada”.

La UIM trabaja sin cesar por rehabilitar el Malecón. El quehacer de arquitectos en proyectos de nuevas construcciones para el litoral no es una quimera. La Abadía y El café Neruda son obras que invitan a disfrutar de la bella vista desde sus mesas. En el libro El Malecón de La Habana. Un proceso de transformación y de cooperación, se definen como construcciones efímeras, pueden permanecer en el lugar mientras no haga falta el espacio ocupado por ellas. 

“Tratamos de salvar la mayor cantidad de fachadas. El interior de las edificaciones responde a nuevos diseños. Ahora el frente del 505 está apuntalado, queremos recuperarlo, pues es uno de los pocos realizados en piedra. Malecón 101 se rescató bastante con las adaptaciones hechas en la zona. Estaba en el listado de demoliciones, pero va a alargar su vida útil, al menos unos años más”, afirma Padrón Lotti.

A otro de los elementos que inciden negativamente en la conservación de las obras se refiere el arquitecto Mario Coyula: “Residir frente al mar es como vivir en un barco. La calidad de las construcciones no es la idónea y los materiales usados tampoco fueron los ideales. La agresión constante del spray salino es muy fuerte, se puede encontrar sal una pulgada dentro de los muros de la zona”.

Además, el asesor del Grupo de Rehabilitación Integral de la capital agrega: “El Malecón forma parte, desde hace muchos años, de la ‘postalita’ de La Habana. Por eso se debe preservar. Ello no significa congelarlo en el tiempo. Es natural la pérdida de algunas edificaciones y la construcción de otras nuevas, una ciudad es un organismo vivo, debe reponerse. Se pueden hacer intervenciones modernas insertadas armónicamente con las antiguas”.

La arquitecta Padrón Lotti, fundadora de la UIM, reflexiona audazmente, entre planos y maquetas, y asegura que “la vida útil de las edificaciones es de 50 ó 60 años y el litoral alberga inmuebles nonagenarios. Edificaciones resistentes al paso del tiempo, sin mantenimiento y con múltiples transformaciones interiores. Además, sus muros están llenos de sal y repararlos sería trasmitir el problema”.   

El Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler, en su programa radial Tribuna del Historiador, comentaba el pasado año: “En el Malecón todos pueden ver el resultado de la más denodada batalla, porque no es contra las ruinas de los edificios que suponen otras técnicas arquitectónicas y constructivas más frágiles, es contra el mar y contra el tiempo. A veces lo que hemos reconstruido en verano, se destruye en invierno. Es un esfuerzo inmenso de muchos, de los cuales yo soy solamente palabra y corazón”.

Así, los hoteles frente al mar serán resguardo de huéspedes permanentes de sus habitaciones. Los recuerdos de Ángela, Ramona y Manuel seguirán en su memoria. Las historias de Ciro se contarán de generación en generación. Los reclamos de Esther, Elsa y Reinaldo se escucharán y la imaginación de los niños crecerá. Mientras, el Surf, el Ocean y el primer edificio de apartamentos de la ciudad esperarán hasta que el tiempo decida reducirlos a polvo. Las historias se convierten en leyendas y el Malecón, pese a todos los pronósticos, se resiste a morir.

Ficha Técnica:

Tema: La historia oculta en las añejas construcciones frente al mar.   

Propósito: Contar la historia de los viejos edificios del Malecón habanero, a partir de las emociones de quienes viven allí.  

Objetivos colaterales: Breves referencias históricas sobre el Malecón. Anécdotas contadas por los habitantes de las edificaciones que, en años venideros, serán demolidas. Valoraciones de especialistas sobre la historia y el estado arquitectónico actual del Malecón. Los proyectos de la Unidad Inversionista Malecón para salvar las edificaciones de esa zona.

Estrategia de fuentes:

Directas:

María Teresa Padrón Lotti, jefa del Departamento de Urbanismo de la Unidad Inversionista Malecón (UIM).

Arquitecto y asesor del Grupo de Rehabilitación Integral de la capital, Mario Coyula.

Periodista Ciro Bianchi Ross.

Habitantes de la zona: Ángela Medoza, Elsa Cordero, Esther García, Ramona Martínez, Manuel Rodríguez, Reinaldo Hernández y el niño Yunier Sarmiento.

Documentales:

Carpentier, Alejo: El amor a la ciudad. En: Amor por la ciudad. Ed. Unión, La Habana, 2006. (p. 47).

Varios: El Malecón de La Habana. Un proceso de trasformación y de cooperación. Ed. Boloña, Colección Arcos, La Habana, 1998. 

Leal Spengler, Eusebio: El Plan Malecón: un esfuerzo de muchos. En: http://www.habanaradio.cu. Consultado: 27.04.2009.

Soportes empleados:

Hecho: El creciente e irreversible deterioro de las edificaciones del tramo más antiguo del litoral.

Contexto: Entrevista con los habitantes de la zona, quienes cuentan la historia de las edificaciones del Malecón. 

Antecedentes: Se ofrecen algunas referencias históricas sobre el tema central del reportaje.

Tipos de juicios:

Analíticos: Se utilizaron para brindar las dimensiones del problema. Aparecen los de los vecinos de los edificios perjudicados y las zonas aledañas; los de María Teresa Padrón Lotti, Jefa del Departamento de Urbanismo de la UIM, y los del asesor del Grupo de Rehabilitación Integral de la capital, Mario Coyula. 

Sintéticos: Ofrecen pronósticos de los que ocurrirá en el Malecón en el futuro. Entre ellos están los de la arquitecta y urbanista María Teresa Padrón Lotti.

De valor: Se presentan opiniones de arquitectos como María Teresa Padrón Lotti y Mario Coyula. Además aparecen las valoraciones del periodista Ciro Bianchi Ross y del Historiador de la Ciudad de La Habana Eusebio Leal Spengler. También se utilizó un fragmento de un artículo de Alejo Carpentier. 

Fuentes: Aparece explicado en la estrategia de fuentes.  

Tipo de título: Llamativo.

Tipo de entrada: Descriptiva.

Tipo de cuerpo: Por escenas o casos. 

Tipo de transiciones: Se utilizaron varios recursos para la elaboración de este reportaje. Entre ellos, el uso de muletillas como además, también, sin embargo, en cambio, mientras, que permitieron unir las opiniones y las reflexiones presentes en el trabajo. Además, se utilizaron subtítulos con el propósito de indicar los tópicos abordados y delimitar los subtemas desarrollados en el mismo.  

Tipo de cierre: De caso.

 

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