LA BOLETA QUE NO APARECIÓ
IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ
El eclesiástico que separó a Carlos III de la Reina fue Félix Varela. ¿Lo duda? Pues mire, en la capital, la avenida que hoy se conoce por Salvador Allende antes se denominó como el monarca, y está dividida por Belascoaín, otrora con el nombre del presbítero. La vía continúa, y seguimos llamándola igual a las soberanas.
Así comenta jocosamente José Caneda Gosende, un bodeguero jubilado, español de nacimiento y cubano por decisión, quien durante su larga vida ha acopiado curiosidades de esta urbe que quiere como propia. Echó 55 años de vida laboral en cien metros: en las bodegas La Fe, de su padre, ubicada en Industria y Refugio, y La Barraca, en Industria y Genio. Ganó prestigio como hombre recto y dirigente sindical, y dice que entre los reconocimientos más preciados de la vejez está su condición de Vanguardia Nacional.
"Detrás del mostrador oí y vi muchas cosas", y aunque no recuerda si fue en 1953 o en 1954, sí precisa que el sargento político de su barrio, Lezcano, disparó dos tiros al aire cuando en las elecciones se fue en blanco: "El hombre decía que en ese colegio hasta podían dejar de votar por él su mujer y su hija, pero que su boleta tenía que encontrarse. Estaba como una fiera. Esa bronca la presencié, pero el papel no apareció".
Los políticos, cuenta, compraban unas botellas de aguardiente en la bodega y las repartían entre varios hombres del solar vecino para que tocaran los tambores: "Empezaban en una esquina y a las tres cuadras ya iban detrás de ellos más de cien personas. Ahí aprovechaba el politiquero para dar su mitin. Eso es bueno que se hable ahora que tenemos elecciones tan limpias y en las que nadie se hace propaganda. Yo no acudí a las urnas antes de 1959, ni tampoco dejé que en la bodega pusieran pasquines".
Raquel Vázquez Vázquez, su esposa, asiente. Jubilada de la Dirección Provincial de Justicia, bien cerca de ella andan los recuerdos del padrastro, sargento político en la provincia de Las Tunas: "Yo veía cómo se compraban cortesitos de tela baratos y con ellos iban al campo a dárselos a las guajiras y recoger sus cédulas.
"Para ingresar en el Hospital Reina Mercedes, donde ahora está Coppelia, había que dar ese documento. Yo misma, cuando quise llevar a mi madre para que la atendieran en Emergencias, tuve que auxiliarme de la recomendación de mi padrastro. La gente pobre no creía en ningún político, sabía que todos prometían mucho, pero los ofrecimientos se volvían sal y agua."
En estos días de proceso electoral en el que la honradez, la igualdad de oportunidades para todos los candidatos y la voluntad del pueblo de elegir a quienes sean sus más capaces representantes son de ineludible cumplimiento, Caneda, ya ciudadano cubano, y Raquel dicen que asistirán temprano a las urnas para votar libre de presiones y compromisos.
Pregunto a Caneda si no tiene alguna buena anécdota que contar de los días en la bodega: "Pues sí. El desaparecido Enrique Núñez Rodríguez decía que en sus tiempos de periodista en el diario Siempre, iba a la bodega de la esquina y compraba un ron Peralta y un medio de salchichón. Un día hablé con él y le rectifiqué que era un coñac Peralta y un medio de mortadella. Usted sabe, es que el bodeguero era yo".
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