DIÁLOGO CON LA LETRA VIVA
La primera condición del maestro cubano tiene que ser su claridad ideológica, y a partir de ella, trasmitir no solo enseñanzas, sino también convicciones, afirma la pedagoga Julia Aurora Añorga Morales.
Texto y foto:
YANET MEDINA NAVARRO,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
“Puesto que a vivir viene el hombre, la
educación ha de prepararlo para la vida.”
José Martí
En la intimidad del hogar, rodeada de flores y obras de arte, me recibe una maga de las palabras. Locuaz, explícita, la Doctora Julia Aurora Añorga Morales hace gala de su maestría pedagógica. El diálogo se torna empático. De solo escucharla, me siento su alumna.
Desde el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona, lleva sobre sí la responsabilidad de la Cátedra de Educación Avanzada en el país esta pedagoga que deja su huella en un sinnúmero de publicaciones investigativas y ostenta distinciones, medallas y reconocimientos. Ávida de tiempo, logra simultanearse en educadora, madre, abuela…
Hija de maestra y obrero azucarero, recuerda el esfuerzo de la familia por mantenerse unida. Vivían en Caibarién, pero en los períodos de zafra se mudaban al batey del Central Costa Rica, en Guantánamo, donde trabajaba el padre.
Su formación de inicio fue tradicional. Aprendió piano porque en aquella época era una fuente de trabajo segura en el futuro. Estudió hasta séptimo grado en la escuela privada religiosa de su familia. Al triunfo de la Revolución se intervinieron los colegios privados y pasó a la secundaria pública.
-¿Hubo conflicto entre esa primera enseñanza
religiosa y su compromiso con la Revolución?
El hecho de que mi familia colaborara con la lucha clandestina y luego fuéramos abiertamente revolucionarios implicó que me excomulgaran con 12 ó 13 años. Sin embargo, mi primer acercamiento a las actividades revolucionarias fue la incorporación a una organización supuestamente comprometida, “Con la cruz y con la patria”, dirigida por un sacerdote que después traicionó.
Aún así, mi idea religiosa no había desaparecido e hice una promesa: si la Campaña de Alfabetización era un éxito, iba a ir a misa vestida de brigadista. No me dejaron entrar y no volví más. Tenía 14 años. Se me derrumbó todo. Me di cuenta entonces que estaba más cerca de Cristo con la Revolución que con aquella iglesia.
-¿Por qué el magisterio?
Mi familia fue de maestros: mi mamá, mi tío, mi abuela… El Colegio Morales, de Caibarién, era nuestro. Por los Añorga también lo heredé. La familia de mi papá tuvo una escuela aquí, en La Habana.
Cuando fui a alfabetizar me entregaron una planilla que preguntaba a qué quería dedicarme en el futuro o algo así. En aquel momento pensé en el magisterio.
Creo que fueron esos dos factores los decisivos: las potencialidades en el orden genético y la influencia de la educación. Desde los 12 años ya sabía que ese era mi camino.
-En nuestro país se ha desarrollado
una Revolución Educacional, dividida
en tres grandes etapas. ¿Cuál ha sido
su participación en ellas?
Participé en la Campaña de Alfabetización, que se enmarca en la primera etapa. Hice el preuniversitario en Ciudad Escolar Libertad a partir de las becas que el Estado ofreció a los que ayudamos en la Campaña. Después matriculé Biología en la Universidad de La Habana y me integré a la Brigada Manuel Ascunce Domenech, que no fue lo mismo que el Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech, este estuvo formado por quienes, al terminar el preuniversitario, matricularon carreras pedagógicas de nivel medio.
Las Brigadas fueron las que realizaron la primera recogida café -la Crisis de Octubre nos sorprendió recogiéndolo-. Es esta, parte de la segunda etapa.
Otro gran momento de ese período, fue cuando se desbordaron los preuniversitarios de egresados y entonces se abrió la primera gran universalización. Anteriormente funcionaban tres centros de educación superior y pasamos a 36. El país se sembró de universidades porque también se abrieron institutos de arte, deportivos y pedagógicos.
La tercera etapa comienzó en 2000 con las transformaciones en la educación media y primaria que nosotros impulsamos. Y mira: creo que la concepción del profesor general integral (PGI), es perfecta. La idea de Fidel, magistral. Aún no hemos logrado que nuestros egresados como PGI tengan una concepción integrada del mundo, pero es que todavía no los estamos preparando de tal forma. Sin embargo, la solución no es renunciar a la idea. Volver al fraccionamiento es un error. Hay muchísimo por hacer.
-¿Cómo se vincula a la Educación Avanzada?
Cuando trabajaba como profesora en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias de La Habana (ISCAH) -hoy Universidad Agraria-, la Dirección de Postgrado del Ministerio de Educación Superior (MES) me solicitó y la tarea asignada fue monitorear un sistema que daría respuesta a la calidad de la enseñanza y a la preparación permanente de otros egresados universitarios. Trabajé más de 17 años allí. Hice mi tesis doctoral sobre el perfeccionamiento del sistema de postgrados.
Los profesores de aquella época no sabían nada de pedagogía porque no existía una institución que los formara. Aún así, no enfrentaron el desarrollo del proceso sin preparación porque el MES estableció normas para dar las clases. A esta situación le llamaron la época del metodologismo. Es verdad que se le normó el comportamiento al docente dentro del aula, pero era necesario porque cada uno daba las clases como quería. A medida que los profesores se apropiaron de los métodos correctos, se fueron eliminando las restricciones.
También en esta etapa surgieron las Facultades de Superación. Su concepción era entonces que los profes de todo el país se concentraran en la capital durante seis meses para actualizarse, retroalimentar los contenidos y luego volver a sus lugares de origen, fortalecidos. Yo creo que no debieron eliminarse, todavía serían válidas. En un curso de 15 días -como los que hoy se realizan - no se puede profundizar en un contenido, y menos desarrollar una habilidad.
Aquella estructura le daba un soporte reposado a la enseñanza. El proyecto se llevó a todos los organismos del país. Recuerdo cuando se aplicó a la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), Tubal Páez lo rememoró en el último Congreso. Esa fue una época de oro en la superación, a pesar de no existir especialidades ni maestrías y tampoco había la concepción actual de los doctorados.
-Su paradigma en el magisterio…
Yo diría –y más que un paradigma, es una premisa– que estoy viva porque tengo fe en el mejoramiento humano. Esa misma fe de Martí y que Fidel nos ha enseñado, esperando que seamos mejores, que alcancemos una cultura general integral y logremos, al final de los años, una sociedad mejor que la que hoy disfrutamos. Esa es también la base de la concepción del Che sobre el hombre nuevo.
Estoy muy contenta con los spots realizados sobre la utilidad de la virtud, pero creo que un mensaje tan importante se vulgariza por el muñequito. Estaría mejor sin el “¿Grabaste?”, con todo respeto de quien lo haya ideado.
Esa utilidad de la virtud es la que debe hacérsele llegar al ser humano, trabajando en sus conocimientos y habilidades. A ello he dedicado mi vida: conceptualizando, escribiendo y proponiendo una teoría educativa para conseguirlo. Y esto no es discurso, estoy en contra de los discursos, los slogans, las charlas y los murales, todo tiene que demostrarse a través de la actuación en la práctica.
-¿Se ha aplicado alguna de
sus propuestas en Cuba?
Sí, en todos los organismos del Estado. Hemos formado a mucha gente bajo esa concepción, más de 70 doctores y 600 másters que, a su vez, serán los portadores del método. Ellos, desde abajo, en su área de acción, comenzarán a transformar. Todo se reduce a la preparación del hombre porque siempre está educando, en cualquier momento de su vida. Educa el padre, el jefe, el bodeguero, todo el mundo. Es un proceso social y una categoría interna de todo ser
-¿En qué se diferencia el modelo educacional
cubano al del resto de Latinoamérica?
Una valora lo que tiene en la medida que ve lo que existe en otros lugares. Nuestro sistema educacional no es perfecto, pero por muchos problemas que podamos enunciar, enumerar o jerarquizar, no tiene comparación con la actual realidad latinoamericana.
En Bolivia, por la miseria tan grande que ha existido y la necesidad del trabajo inmediato, la escuela no está orientada a desarrollar el intelecto, sino determinadas habilidades para mantener cierto estatus social. En Venezuela –donde he conocido excelentes profesores–, se está aún lejos de desarrollar el pensamiento o procedimientos lógicos; también, de formar el alumno crítico, reflexivo, que no sea repetitivo.
En Bolivia se ha logrado hacer, a partir de la colaboración con Cuba, una transformación, y eso mismo se está intentando en Venezuela, a través de la nueva Universidad Bolivariana.
-¿Qué es el Instituto Pedagógico
Enrique José Varona para usted?
Pienso que debe ser el centro promotor de las teorías pedagógicas, de donde emane la sabiduría, la casa matriz de la educación cubana. Yo no soy fundadora, pero le he entregado todo lo que he podido, y he recibido de él, satisfacciones y reconocimientos. Mi maestría se desarrolló ahí. Casi todos los doctores de nuestra especialidad que se han formado, los ha encausado el Instituto.
-A 45 años de fundado
el Varona, ¿qué le falta?
Lo peor ha sido la poca sistematización de la obra profesional que se ha hecho. No todos los resultados del Varona se han podido introducir en la práctica, unas veces porque se alejan de la política educacional, otras, por escepticismos. Me preocupa también que en nuestra cátedra, todos somos muy viejos. Hay que pensar en el relevo.
-¿Cuál es la misión del
maestro en nuestros días?
La primera condición del maestro cubano tiene que ser su claridad ideológica, y a partir de ella, trasmitir no solo enseñanzas, sino también convicciones. Las maestras de mis nietos pueden tener alguna insuficiencia en el contenido, pero ellos llegan hablándome de las efemérides, de hechos históricos… y ese sentido de pertenencia, la apropiación de su identidad, son suficientes para que cualquier desencanto que tuviera con ellas, baje de tono.
-Una anécdota sobre su vida como profesora.
Una en particular, no. Yo tengo la vida llena de anécdotas. Cada acto de defensa de un alumno mío me marca, me produce un estrés significativo. Me pongo, posiblemente, más nerviosa que ellos. Es muy difícil verlos en aprietos y querer hablar en su lugar, pero saber que no puedo hacerlo.
-La distinción más importante...
La de tutor. A ello he dedicado –hablando matemáticamente- la mitad de mi vida, a formar alumnos que llegan a ser mi familia.
-Reza un viejo proverbio, que
para sentirnos cumplidos en la vida,
debemos sembrar un árbol, escribir
un libro y procrear un hijo… ¿Realizada?
He hecho las tres cosas. En cambio, me faltan muchas que he enunciado en la teoría, pero necesito constatarlas. En mis dos nietos tengo cifradas grandes esperanzas, ellos son un aliciente para seguir viva. Ni remotamente satisfecha.
Esta entrevista forma parte del libro en preparación Rostros del Varona, escrito como examen final del género por alumnos de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, a propósito del aniversario 45 de la casa de altos estudios pedagógicos.
FICHA TÉCNICA:
Objetivo central: Resaltar su papel de educadora dentro de la Cátedra de Educación Avanzada del Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona.
Objetivos colaterales: Conocer la posición de la iglesia en los primeros momentos de la Revolución con respecto a la educación. Indagar sobre sus experiencias en universidades latinoamericanas. Saber su opinión sobre la educación cubana. Indagar sobre las deficiencias del Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona.
Tipo de entrevista:
Por los participantes: Individual.
Por su forma: Clásica, de preguntas y respuestas.
Por su contenido: De personalidad.
Por el canal que se obtuvo: Vía directa.
Tipo de título: De alusión a frase literaria.
Tipo de entrada: De presentación del entrevistado.
Tipo de cuerpo: De preguntas y respuestas.
Tipo de preguntas: 1-directa, 2-directa, 3-directa, 4-directa, 5-directa, 6-cerrada, 7-directa, 8-abierta, 9-cerrada, 10-abierta, 11-abierta, 12-cerrada, 13-cerrada.
Tipo de conclusión: De opinión del entrevistado.
Fuentes consultadas: Directa (entrevistada).
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