VOLUNTAD SIN LÍMITES
Promotor de cultura, músico, deportista y artesano, para Misael Rosales Pérez ser discapacitado no ha sido un impedimento para hacer sus sueños realidad. Este es hombre excepcional.
Texto y foto:
SUSANA PÉREZ GIL,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
La niñez de Misael Rosales Pérez fue interrumpida bruscamente por un suceso que marcó su vida para toda la vida. A los nueve años, por causa de un fuerte golpe que recibió en la pierna izquierda, se le desarrolló un fibrosarcoma invasivo que provocó la amputación de su miembro inferior izquierdo. Para un niño de diez años superar esa pérdida no fue fácil. Ya no podría corretear por el barrio, ni jugar a la pelota con sus amiguitos de la escuela.
Sin embargo, gracias a la ayuda y el apoyo que recibió por parte del estado cubano y de organizaciones como la Asociación Cubana de Limitados Físicos y Motores (ACLIFIM), Misael no solo se incorporó a la vida normal sino que acometió cosas que nunca pensó podría realizar.
-¿Misael, cómo se incorporó a la ACILFIM?
Yo entré a la ACLIFIM en 1980, fui asociado mediante la organizadora nacional en aquel entonces, Obelinda González. Ella me integró a la Asociación siendo prácticamente un niño.
-¿Qué edad tenía?
Aproximadamente 12 años. Cuando conocí a Obelinda todavía no me habían amputado la pierna, pero ya caminaba con dificultad y no fue hasta después de las operaciones que me incorporé.
-¿Cómo superar el trauma
de la discapacidad?
Recibí una gran ayuda de la Asociación y a partir de ella me incorporé plenamente a la sociedad. Aunque era un muchacho, acepté bastante mi problema; incluso, los médicos y los psicólogos me felicitaron por eso. Además, siempre conté con el apoyo de la familia.
-Usted ha realizado numerosas
actividades en la ACLIFIM.
¿Qué comenzó haciendo en ella?
Comencé con la pintura. Como desde los cinco años me gustaba pintar, Obelinda me integró a los talleres de artes plásticas. A partir de ese momento hasta que cumplí los 16 años, participé en diferentes concursos. Primero a nivel municipal, luego provincial. En una oportunidad presenté un trabajo que ganó premio nacionalmente y lo escogieron para presentarlo en un concurso internacional.
-¿Qué hizo después?
Varias cosas. Primero, comencé mi vida laboral como artesano en los talleres de Industrias Locales, donde además, también fui instructor de oficio y mi tarea consistía en preparar a los discapacitados que, de acuerdo con el problema que presentaran, podían hacer una función productiva determinada.
-¿Cómo llegó a competir en los
eventos deportivos de la ACLIFIN?
A partir del año 1986 comencé a interesarme en el deporte. Y es algo curioso, porque cuando perdí la pierna una de las cosas que más pensé fue que no podría correr más; sin embargo, después fue cuando más corrí.
Me motivé principalmente por el atletismo. Al principio no pude desarrollarme mucho porque tenía un coche muy malo; pero después en 1988, cuando conseguí el coche ortopédico que lo transformé en de carreras, empecé a entrenar bien fuerte y participé en diferentes eventos a nivel nacional en 100, 200, 400 metros y el maratón, representando a Cuidad de La Habana.
Era un poco difícil, en el maratón sobre todo, porque teníamos que correr con los coches nueve kilómetros y estos alcanzaban una velocidad increíble, incluso había sus accidentes.
-¿Nunca tuvo uno?
No, pero a veces estuve cerca porque los coches no eran profesionales y eso tenía su riesgo. Nunca tuve miedo, siempre iba dispuesto a dar lo mejor de mí.
-¿Pero no hay coches especiales
para esa clase de eventos?
Sí, los hay. Pero cuestan más de 5 000 dólares y al país el bloqueo le impide acceder fácilmente a ellos. Por eso los discapacitados que no los tienen los construimos con tubos de aluminio, armazones de cabilla y otros elementos. Eso exige que nos tengamos que preparar más, porque los coches profesionales son diseñados con un material aleatorio especial y toda clase de accesorios que los hacen más veloces y eficientes.
-¿Cuántos premios obtuvo
como corredor?
Obtuve dos placas, una medalla de bronce, dos de plata y una de oro. Las placas y la medalla de bronce las logré en las competencias de Cienfuegos. Una medalla de plata en Santiago de Cuba y la otra y la de oro, en ocasiones diferentes en Ciego de Ávila.
-¿Cuál fue el momento más emocionante
que tuvo en las competencias?
Mi mejor momento fue en las competencias de Cienfuegos, cuando alcancé las dos placas. Allí le gané al Tata, que era campeón nacional. Casi antes de llegar a la meta, al cruzar una línea ferroviaria, perdí una rueda; entonces le di bien fuerte a los brazos hasta que llegué con tres ruedas nada más. Fue algo realmente emocionante.
-En el año 2000 fue su última carrera.
¿Por qué decidió dejar el deporte?
Abandoné las competencias principalmente por problemas personales. Pero también porque pasaba mucho trabajo debido a la escasez de equipos que había.
-¿Cuándo descubre su
aptitud para la música?
Siempre me gustó la música, pero tenía un miedo escénico increíble. Yo realmente soy músico de oído, nunca la he estudiado. Pero un día me presenté en un festival zonal, gané, y al parecer les gustó como cantaba porque todos me aplaudieron y me felicitaron.
Seguí para el provincial y a partir de ahí comenzó mi desempeño como solista. Tuve, además, que viajar a diferentes lugares del país por la misma Asociación, y compartí escenario con importantes figuras como Rosita Fornés, Valladares, Rebeca Martínez, Raquelita. Participé en distintos festivales, incluyendo el Festival Internacional de Equiparación de Oportunidades, de Nueva Gerona, donde trabaje con otros discapacitados.
-¿Cambió su vida a partir
de ese momento?
Sí, mucho. De Industria Locales, que fue mi primer empleo con los discapacitados, pasé a la casa de Cultura de Marianao. En estos momentos soy promotor de dos consejos (el 2 y el 6) y estudio en el centro de superación Félix Varela la especialidad de Gestión de Eventos, es decir, preparación de estos en pequeñas o grandes magnitudes. Pienso seguir estudiando, quiero Relaciones Públicas. Creo que nunca es tarde para eso. Y para mi trabajo necesito una carrera afín con lo que hago, la labor con la comunidad.
-¿Realizas otras actividades?
Sigo mi carrera como cantante. Tengo una peña los terceros sábados de cada mes en La Casa de Cultura, donde presento un repertorio bastante amplio. Me han ofrecido propuestas de empresa, y como todo solista tengo aspiraciones, pero me siento muy bien en la base, la comunidad. Para mí el mayor premio son los aplausos, y el pueblo. El día que deje de trabajar para la comunidad, dejo la música y boto los discos.
-¿Y la experiencia relacionada
con el Comandante?
No fue directamente con él, pero de todas maneras una experiencia excepcional. Diseñé las piñatas que enviaron al Palacio de Pioneros Ernesto Che Guevara por el cumpleaños de Fidel. Estaba de vacaciones y las muchachas de los talleres me comunicaron que debía ir para allá, porque había una reunión para la orientación de la preparación de esas piñatas.
Cuando llegué, me pidieron opinión sobre los diseños, le hice algunos cambios y partir de ahí fue algo complejo. Tuve que ir a la biblioteca, sacar fotos de la posta tres del Moncada, se hicieron cosas inmensas, los tanques de Girón, toda la historia de la Revolución en piñatas.
-¿Cree que su vida hubiera sido igual
de haber nacido en otro país?
No. Comenzando porque provengo de una familia humilde, que nunca hubiera podido costear las operaciones que me realizaron aquí. Si hubiera nacido en otro país probablemente estaría muerto. Además, la atención que me prestaron los médicos después, y toda la ayuda con las medicinas, es impagable. Y sobre todo, la idea de incorporarme a la sociedad y de hacer lo que he hecho, no habría sido posible en otro lugar. He sido todo lo que he querido: pintor, deportista, músico, me incorporé a la sociedad como uno más. Y esas cosas no las puede hacer un discapacitado en cualquier lugar del mundo.
-¿Cambiarías todo lo que has
vivido por volver a caminar
con tus dos piernas?
Soy de los que creen en el destino, y si eso era lo que iba a suceder, nada ni nadie hubiera podido evitarlo. Nunca cambiaría nada de lo que me ha pasado.
-¿Qué dirías a un joven que
como tú haya perdido la
capacidad de caminar?
Hace poco tuve una experiencia parecida. Una madre me pidió que hablara con su hijo, quien había perdido una pierna. Le dije al muchacho que a partir de ese momento tenía que ser muy fuerte, debía luchar por seguir con su vida, que doblara la voluntad. Los límites estaban en su mente, le afirmé, porque él podía hacer lo que quisiera mientras tuviera el deseo y la fuerza.
Los hombres no se miden por su capacidad, sino por su forma de enfrentar la vida, y lo primero que debe tenerse ante cualquier situación es amor propio y una voluntad sin límites para enfrentar los obstáculos. Gracias a esa voluntad, muchos discapacitados hemos logrado cosas que nunca imaginamos.
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