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Isla al Sur

SI LA SOLEDAD TE INQUIETA EL ALMA…

SI LA SOLEDAD TE INQUIETA EL ALMA…

Acerca de Luz Roja, tercera historia del largometraje Tres veces dos.

YOHANA LEZCANO LAVANDERA,
Periodista de Bohemia.
Cortesía para Isla al Sur.

“Yo voy solo entre la gente/ que me mira indiferente/… Solo como un perro callejero/ como barca sin velero/… Solo con mi soledad…” Este fragmento de canción lo tarareaban nuestros padres y abuelos hace aproximadamente cuatro décadas. Y es que el tema de la soledad ha acompañado al ser humano como parte indisoluble de su devenir. El estar o sentirse solo es una condición que no prescribe, que no envejece, que se hace testigo perenne en la esencia del ser y el sentir de la humanidad. Una vez más la soledad es motivo para reflejar los sentimientos de los hombres, y en esta ocasión, entra a desempeñar un rol central en la cinematografía cubana con Esteban Insausti y su Luz Roja, tercera historia del cortometraje Tres veces dos, estrenado en 2004 en las salas de cine de La Habana.    

“A toda la gente sola” está dedicado este corto inserto dentro de una película cuyo método de producción se diferenció de las restantes obras fílmicas cubanas realizadas hasta ese entonces. Tres veces dos tenía la frescura de mentes jóvenes con deseos de hacer un audiovisual que rompiera con estructuras preestablecidas y que utilizara técnicas novedosas sin necesidad de grandes presupuestos. 

El material, integrado además por las historias Flash y Lila, muestra una nueva forma de mirar la realidad descubriendo sus múltiples aristas, y como tal, representa fielmente ese espíritu mayor que se respira en todos los trabajos que han integrado las distintas ediciones de la Muestra Nacional de Nuevos Realizadores.

Quizás esa conjunción de realizadores de corta edad, pero con ambiciones inmensas, junto con el riesgo de adoptar nuevas estructuras en el afán de mostrar fantasías, tristezas, así como lo más íntimo de la sexualidad humana, le sirvió a Tres veces dos para obtener en 2004 el Premio al Mejor Filme Extranjero de Ficción en el VII Festival Ícaro, de Cine y Video Centroamericano; el Zenit de Plata a la Mejor Ópera Prima del 28 Festival des film du monde en Montreal; o el Premio a la Mejor Película Extranjera en el Festival Internacional Iberoamericano de Cine de Guatemala, entre otras condecoraciones.

¿Qué es la soledad?, es la interrogante que presenta el corto escrito por Xenia Rivery y Esteban Insausti sin ánimo de respuesta directa, sino más bien de reflexión. Bajo este pretexto van a entrar a escena dos personajes que, en un primer momento, desarrollarán sus historias de modo simultáneo pero separados; sin embargo, el espectador siente que sus destinos se unirán en cualquier momento.

Ambos personajes, interpretados acertadamente por Zulema Clares y Alexis Díaz de Villegas, son dos profesionales que la sociedad tiene, en apariencia, como seres alejados de los más agudos problemas terrenales, desprovistos de las carencias emocionales más comunes a todos los hombres. Y es que aunque el uno sea psicólogo y la otra locutora, ese simple hecho no los deja exentos de compartir los sufrimientos y los vacíos que experimentamos todos los seres humanos.

O sea, la función social de un psicólogo y una locutora radial radica en que sean capaces de transmitir seguridad a la gente, que puedan ayudar a sus pacientes y oyentes, respectivamente, a salir de trances emocionales, a controlar sus angustias y problemas sentimentales. No obstante -y es una tesis fuerte que defiende el corto- tal vez por ironías de la vida, esas personalidades públicas, aunque tienen contacto con tantas personas, no escapan de la soledad.

Esta idea alcanza su máxima expresión en el modo insistente en el que Eugenia, la locutora ciega, exhorta a su público a llamar al programa: “Comunícate, no lo dejes para otro día, aprovecha la oportunidad de ser feliz hoy, o al menos inténtalo. Yo estaré esperando por tu comentario. No pienses más, yo estoy aquí para complacerte… todavía estoy aquí”.

Para ello, la actriz utiliza su voz de un modo pausado, dejando en el fondo un apreciable dolor. La mirada triste y conmovedora, excelentemente captada por la cámara, da al traste con esa desesperación que lleva a su personaje a inventar nombres de radioescuchas que se comunican con ella. Su comportamiento denota una ausencia que está tratando constantemente de suplir, casi en forma de súplica. Eugenia le proporciona frases esperanzadoras a quien la está oyendo, frases que ella misma no cree, o por lo menos, no vive: “Siempre, siempre habrá alguien allá afuera esperando por ti”.

Para colmo de los males, la única persona que la llama destruye el último hálito de fe que pudiera conservar la locutora. La señora que está al teléfono le dice: “No hay nadie que haga por mí. En este mundo ya no me queda ni quien me llore, se me van acabando las ganas de vivir.”

Complementándose con este conflicto, aparece simultáneamente el caso del psicólogo, quien, frente a los problemas que vienen a contarle sus pacientes, mantiene una actitud retraída y ensimismada, al punto de que una de las mujeres que van a su consulta advierte que este hombre se masturba, “y mucho”, situación ante la cual le aconseja que debe cambiar su vida urgentemente, pues “está muy mal”. 

Frente todas las desdichas de sus pacientes, utilizadas para ilustrar otros tormentos del alma y la mente humanas, y de paso, ayudar en la caracterización del personaje principal; la solución más sencilla, desde la óptica médica, es la prescripción de Meprobamato; pero más allá de esa salida palpable, se vislumbra otra idea que quiere enunciar el corto: ¿qué hacer realmente ante las miserias espirituales?, ¿cómo lidiar con la soledad?

Por lo tanto, el doctor Ramiro Ferrera también muestra un cuadro infeliz, caracterizado por fantasías eróticas con su enfermera, quien, percatándose del hecho, no duda en provocarlo para burlarse de él y reírsele en su cara.
Así, dos personas desdichadas y solas se encuentran, bajo la lluvia, en el carro del doctor, y comparten algunas palabras mientras hay un tranque automovilístico provocado porque el semáforo se detuvo en la luz roja.

En el diálogo, que más que de frases pronunciadas, es de ensoñaciones sexuales mutuas, se ponen en evidencia esos deseos frustrados que tienen ambos protagonistas. En esa secuencia se comparten las ansias  -nunca dichas- de amor y de apetitos carnales.

El crítico Joel del Río condensa las ideas anteriores refiriendo que los personajes de esta historia son seres “solitarios hasta el ascetismo, víctimas del desengaño, o de la búsqueda y la espera infructuosas”, que “…se muestran incapacitados para verificar el acercamiento, y no logran aniquilar las múltiples barreras que les impiden extender la mano y sentir otra piel anhelante y a la expectativa”.

Durante el desarrollo de este producto comunicativo, sus realizadores logran engañar a los espectadores por momentos, pues los elementos estéticos y narrativos están tan bien engarzados, que el público cae en la trampa de creer que, finalmente, los dos cuerpos se juntaron en la confluencia de sus deseos. Pero todo es una alucinación…. y qué suerte que así haya sido, pues atribuye un carácter más verosímil y genuino a la historia, le da fortaleza a la caracterización de estos dos seres de naturaleza tímida, incapaces de mostrar sus sentimientos a sus semejantes: “A veces te parece que la gente no te ve  a ti…, pero luego te acostumbras”, diría Eugenia en su diálogo con Ramiro.

El parlamento citado anteriormente en boca de la locutora quizás muestra las claves de un elemento utilizado como comienzo de la historia y final de la misma: la masturbación, la cual parece estar supliendo aquello que no se encuentra en otra persona. Frente al hecho de no tener quien los gratifique sexual y emocionalmente, y más que eso, creyendo tal vez que no necesitan de nadie más que de ellos mismos; se recurre a la autosatisfacción física como otra cara más de la soledad.

De esta manera, mediante la repetición de algunas secuencias, de códigos sonoros y elementos simbólicos bastante semejantes, pero de ninguna manera idénticos; el desenlace desesperanzador, aunque abierto quizás a quien prefiera soñar con otros encuentros entre los protagonistas, expresa nuevamente el punto inicial del corto. El final de Luz Roja vuelve a mostrar la misma situación con la que comenzó, pero esta vez se ha producido un cambio: aunque los personajes continúen masturbándose solitariamente, existe en sus subconscientes la experiencia de haber conocido a alguien y haberse entregado a él en una aventura onírica intensa. 

En el cuento de Insausti, como él mismo prefiere llamarlo, están muy bien utilizados los códigos visuales. Por ejemplo, la obra está contada con colores oscuros, opacos, tristes, fríos, lo que concuerda con los estados de ánimos de los protagonistas y con otro símbolo que va a interactuar también en el decursar de la historia: la lluvia.     

Debido a ese aguacero torrencial, funcionando como detonante, es que el doctor, luego de que perdió la oportunidad de recoger a la enfermera de sus ensueños, invita a pasar a la locutora ciega a su auto, quien se muestra necesitada de ayuda para guarecerse. 

El efecto de desesperación y confusión que causa en las calles la caída de la lluvia, y la ilustración de la gente corriendo de un lugar a otro para resguardarse, están en correspondencia directa con las situaciones internas que atraviesan los personajes (en este momento se demuestra la pericia de técnicos y director para condensar en pocas imágenes, el significado mayor que se quiere transmitir, un ejemplo de ello es la imagen de muchos pies salpicando apresuradamente el agua que está en la calle, o cuando se muestran los carros parados con las luces encendidas y la lluvia que se cuela entre la sombra de esas luces).

En cuanto a los espacios, buena parte del corto se desarrolla en los lugares de trabajo de ambos protagonistas, y pese a que en la realidad ambos sitios deben estar bastante iluminados, se representan muy oscuros y con poca cantidad de objetos, lo cual da coherencia a la intención de los realizadores de mostrar ese estado de tristeza y melancolía.

Estas locaciones interiores logran una mayor carga dramática por la utilización de diversos planos. En el caso de la consulta en el hospital, se utiliza un picado sobre el protagonista, enfatizando en el modo en que mueve los dedos hasta llegar a un detalle sobre los mismos. Precisamente, en los momentos en los que Eugenia se encuentra en la cabina de radio, se utiliza muchísimo el plano de detalle para ilustrar más minuciosamente las expresiones de su rostro y de sus manos. 

Pero el espacio fundamental utilizado en el corto es el interior del carro de Ramiro en la secuencia clímax. Quizás sea esta parte, y la de las ensoñaciones, en las que más se compruebe la utilización de ese contraste entre luces y sombras que presenta de manera general esta obra de Insausti.

En otros momentos se brindan vistas aéreas de las calles de La Habana, sobre todo cuando se quiere resaltar la presencia de la lluvia. Otros espacios destacados los constituyen las casas de los personajes, utilizados para contextualizar el sitio donde ocurren las masturbaciones.

Del lugar donde vive la locutora solo resalta un sofá negro (en el cual se “autocomplace sexualmente”) con una alfombra a los pies y, al final del corto, un televisor que muestra un parte meteorológico como indicio de que continuará la tormenta y, por ende, la penosa situación de la mujer ciega.

Por otro lado, la residencia del psicólogo sobresale por una gran pared de cristal sobre la cual se masturba con la ciudad a sus pies. El crítico y ensayista Víctor Fowler Calzada, interpreta de esta acción que la actitud del médico está dada “como una acusación o venganza”, teniendo como fondo la bella imagen de La Habana, como un desafío ante la incomprensión de su sociedad.

Comparto las ideas de Fowler Calzada, fundamentalmente las que defienden que la elección de las casas de los protagonistas no es gratuita, “pues conduce a establecer una oposición clasista entre los protagonistas; el médico, del magnífico apartamento, perteneciente a una presunta ‘clase media alta’ cubana; en tanto ella, que vive en la barriada de Centro Habana, ubicada en una zona popular, propia de las ‘clases bajas’ ”.

Efectivamente, los lugares se muestran como contraposición simbólica entre los diferentes estatus de la sociedad cubana, lo que da más fortaleza a la esencia de esta producción audiovisual, la cual nos está explicando con imágenes que sin importar posicionamiento económico o lugar de residencia, la soledad toca a la puerta de todas las almas incomprendidas o rechazadas.

Otro detalle alegórico lo constituye el hecho de que la protagonista viva cerca de la intersección de las calles Vapor y Soledad, donde precisamente se produce la despedida de esos dos solitarios, dejando abierta la posibilidad de verse otra vez en el mismo semáforo cuando esté la luz roja. El nombre de esas calles constituye la síntesis de los pensamientos y emociones de los personajes principales.

Esta obra de Insausti se distingue por su excelente apropiación de los códigos estéticos del video clip. El muy bien logrado diseño de presentación constituye una muestra más que fehaciente de ello. Resaltando íconos como el cielo y las nubes en una tormenta, la recurrencia en la aparición de semáforos que culminan en una luz roja, la explicitación de las calles Soledad y Vapor y las alusiones constantes a La Habana, así como una sucesión muy rápida de imágenes que dan la sensación de locura e inestabilidad; la presentación de Luz Roja regala elementos audiovisuales prestos a adelantar una pequeña parte del contenido de la trama, como un gancho al público que lo lleve a imaginarse cientos de hipótesis en el desarrollo del conflicto.

Quizás la escena más “mística” de este producto comunicativo -también adelantada en la presentación-, es en la que confluyen los pensamientos sexuales de ambos protagonistas. Considero que ese erotismo onírico logró, como pocas veces en el tema, que el lenguaje del cuerpo y el ambiente en que está inserto el cuadro dramático, expresaran majestuosamente el éxtasis de los personajes en un diálogo también con la incomprensión y aislamiento de los cuales son víctimas (siempre hay que tener en cuenta que, aunque la primera impresión es que esto ocurre realmente, luego el espectador se percata de que todo es un producto de la imaginación de los personajes).

Acudo nuevamente a la opinión de Fowler Calzada al expresar que en esa “escena bellamente fotografiada y editada”, “el encuentro de los cuerpos toca unos extremos de atrevimiento visual quizás nunca alcanzado antes por el cine cubano”. Y no lo hace sin una explicación, todo lo contrario, el corto necesita, urge de esa representación sexual para expresar su esencia. La historia requiere la graficación de ese apetito libidinoso que devora a esos seres por no poder materializarlo, ante el impedimento de convertirse en verdaderos amantes. Justamente, eso que decimos en palabras, lo muestra la gestualidad espléndidamente coreografiada, unido a ese escenario gris, repleto de agua, con la sola presencia de un banco o conjunto de sillas que dan la impresión de algo viejo o roto. Maravilloso logro el de esta escena y un aplauso para los actores que supieron hallar el justo medio para su representación.  

También en las alucinaciones de ambos protagonistas se observa el uso de la estética del video clip, pues se distinguen elementos simbólicos evidenciados en la escenografía a través de cortes muy rápidos que dan esa sensación de estar en un mundo irreal.

En las ensoñaciones de Ramiro se presenta un anciano sentado en un banco y la enfermera como variable constante en lo que se identifica como las ruinas del hospital donde trabaja, y allí, está el psicólogo, acostado en una camilla, atado con una fibras blancas, las mismas que envuelven a una mujer embarazada que se erige como figura fundamental en las fantasías de Eugenia, matizadas de niebla y misterio, en las cuales también aparece una niña caminando hacia una puerta como un destino final.

En un derroche de inteligencia y sensibilidad, Alejandro Pérez, encargado de la fotografía de Luz Roja, hace un uso efectivo de los planos cerrados para mostrar de un modo más emotivo la intención marcada en los rostros de los actores (esto se puede comprobar, por ejemplo, en el acercamiento a las caras de los pacientes del doctor, o en la fotografía toda de la secuencia clímax. Asimismo, se persigue el objetivo de comenzar a descubrir la invidencia de Eugenia cuando va subiendo las escaleras, agarrada del pasamano, y la cámara capta insistentemente su mano. También se refleja lo dicho anteriormente en la marcada sensualidad del momento en el cual la locutora se sube al carro y se encuadran sus piernas como muestra de la dirección de la mirada del médico).

Por otro lado, si de clasificaciones se habla, Víctor Fowler Calzada entiende que “tanto los encuadres sobre el rostro del psicólogo, mientras escucha los problemas de sus pacientes, como la voz exageradamente angustiada de la locutora, otorgan al conjunto un aire cercano a la parodia del código melodramático en el que se mueve la historia. Sin embargo, esta parodia da mayor dramatismo al secreto que guardan ambas vidas.”

Por su parte, Joel del Río entiende que Luz Roja “opta por la cuerda del drama erótico y onírico, e incluso de la tragedia con conflicto sugerido y nunca expuesto del todo, para así naturalizar la expresión del deseo sexual explosivo, que vive reprimiéndose debido a la coacción de circunstancias adversas, de incapacidades y prejuicios individuales”. Y añade el crítico: “Pero Esteban Insausti no se quedó en la puesta en escena de un sueño ardiente, sino que además se atrevió a sugerirnos todo el portento de comunidades, plenitudes y eclosiones que asisten a quienes no temen hablar, tocarse, entregarse”.

Puesta en función de sugerir ese “portento de plenitudes”, la banda sonora en este corto también ocupa un lugar preponderante. Así, los ruidos están perfectamente representados, por ejemplo en el sonido de la lluvia al caer que realiza una función ambientadora y simbólica; o en el ruido del claxon de los carros en el tranque.

El uso de la voz contribuye al conocimiento de los rasgos de los personajes, además de que pone en evidencia sus conflictos y estados de ánimo. En cuanto a esto hay que destacar la funcionalidad del timbre de voz de Díaz de Villegas, pues ofrece esa masculinidad destacada por la propia Eugenia cuando ambos personajes se están reconociendo en la escena del interior del auto de Ramiro.

La música de X Alfonso pretende adentrar al espectador en los conflictos que expone el guión y refuerza esa efervescencia sentimental de los protagonistas. Es necesario destacar que en las alucinaciones se establece, gracias a la música -entre otros factores-, un clima más tenso como representación de esos raros productos imaginativos.

Insausti también emplea otros recursos como la aceleración del tiempo en los momentos en que aparece una vista aérea con varios carros transitando por la calle, pero además utiliza el ralenti o cámara lenta en situaciones puntuales, como los pasos en el agua, para alargar el tiempo cinematográfico con fines dramáticos. Ello, unido a una buena edición que permite obtener el llamado raccord y una buena disposición de los cortes, hacen de este audiovisual una excelente muestra de lo que es capaz de hacer el cine joven cubano.

Todo lo analizado anteriormente le valió a Tres veces dos para obtener los premios Caracol 2004 a la Mejor Banda Sonora, Mejor Edición, Mejor Fotografía y Mejor Dirección de Arte; la condición de Mejor Ficción en la III Muestra de Nuevos Realizadores y la selección dentro de los 10 filmes más significativos exhibidos en Cuba durante el año 2004.

Para Joel del Río, Tres veces dos, película “distinta y sugestiva”, que recrea “la tristeza como estado de ánimo, la inutilidad y la impotencia como conflicto, y la desesperanza o la resignación como desenlace”; “está hecha para quienes entienden que el cine puede ser también susurro inquietante, retrato melancólico, brumoso y enigmático sobre los estados del alma, ascenso a verdades humanas esenciales e inmanentes”.

Luz Roja está anclada en la vida contemporánea y es reflejo de los conflictos reales de las sociedades modernas, incluso, trascendiendo los límites espaciales de la ciudad de La Habana.

La incomunicación, el aislamiento, los prejuicios, las carencias afectivas, la soledad…, son asuntos universales que reflejan diversos modos de vida frente a los dilemas que impone la coexistencia entre los seres humanos siempre sujeta a las diferentes situaciones que el destino depara para unos, y no para otros, en esta suerte de desequilibrio en el cual está implicada la existencia humana con sus aciertos y flaquezas….

Sirva Luz Roja, de Esteban Insausti para mirar hacia nuestro interior y continuar descifrando el complejo entramado de las subjetividades humanas y las imperfectas relaciones que se producen en los procesos interactivos de cada sociedad.  

Bibliografía:

-Del Río, Joel: Una tríada de prometedores cineastas. En www.cubacine.cult.cu. (Consultado el 20/6/2010).

-Fowler Calzada, Víctor: Tres veces dos. En la revista electrónica del audiovisual Miradas, de la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) de San Antonio de los Baños www.eictv.co.cu/ (Consultado el 20/6/2010).

-Documentos digitales sobre técnicas narrativas y códigos visuales y sonoros en el audiovisual.

-Otros materiales encontrados en las páginas web www.cubacine.cu y www.labutaca.net. (Consultados el 20/6/2010).

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