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Isla al Sur

ADIÓS, SARA

ADIÓS, SARA

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ

La diva de las niñas de los años 50 se acaba de despedir. Y si en vida destapó pasiones y sus películas nos regalaron alardes de mieles y sufrimientos por amores imposibles, para la muerte se dispuso tranquila, como diciéndonos que el tránsito hacia la eternidad todavía puede soñarse sin sobresaltos ni angustias.

Viva la Sara Montiel de mi niñez. Quizás por ella me puse los primeros tacones públicos en un acto de escuela. Y lo mejor es que me creí artista en santa ingenuidad que solo después, con una maestra de canto por medio, desmoronó la ilusión ante tanta arritmicidad soltada al viento en puro entusiasmo. 

Ahhhhhh, El relicario, El último cuplé, La violetera y los amores escondidos entre canto y canto. No hubo niña del barrio que no ensayara en las noches del pueblo las canciones de Sara, los gestos de Sara. De aquella suerte de imitación candorosa todavía alzo la ceja izquierda intentando el gesto imposible de Sara.

¿Quién en aquellos años primeros no soñó con verla y saludarla? Cuando ya parecía improbable aquel destino de encuentro, un día llegó a La Habana de los 2000. Estaba cerca y lejos, según se mire la perspectiva de alcanzarla tras sortear los muros humanos que hacen difícil una palabra inmediata. Pero Sara era el hilo indeleble con mis amigas de todos los tiempos y yo necesitaba por ellas alcanzar a la diva que nos inspirara en las noches románticas del pueblo. 

Ahora que Sara se ha ido, me veo en la foto en blanco y negro de esa noche mágica, casi increíble, de aquellos 2000 que nos sorprendieron sin apenas cámaras fotográficas y con rollos pasados de tiempo, pero que la grandeza de los fotógrafos hacían parir imágenes más o menos reconocibles, más o menos decorosas para sus orgullos profesionales maltrechos ante tanta escasez, pero siempre imperecederas en su plaza testimonial.

Adiós, Sara. Te sigo admirando. No importa que hayas sido kitch, dulzona, melodramática. Te admiro porque creíste en ti y fuiste tú misma. Te admiro porque defendiste a los cubanos sin reservas. Porque marcaste una época. Porque entonces éramos más ingenuos, pero también más felices. Porque la vida eres tú con Gardel, con Silvio, con Pablo, con los mariachis, con el jazz, con los Beatlles, con El Puma, con Barbarito Diez, Elena, Omara y la tempestuosa Moraima.

La vida es un cuplé, una rumba, un bolero, una conga, la trova nueva y vieja y la sinfónica. La vida es la certeza de asumirla a plenitud.

La Habana, 8 de abril de 2013.

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