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Isla al Sur

PELIGRO

PELIGRO

JAVIER DIEZ MINIET,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Los plaguicidas químicos se utilizan en el mundo hace cinco décadas. Uno de los problemas derivados de su empleo es la alta incidencia de intoxicaciones graves y muertes.

En 1999, Matanzas fue testigo del fallecimiento de 15 personas a causa de un envenenamiento masivo por endosulfán, una sustancia de origen sintético o artificial que, según el grado de toxicidad y el nivel de exposición a él, constituye un mecanismo activo que paraliza unas sustancias contenidas en la sangre y en el sistema nervioso llamadas colinesterasas, lo que impide el funcionamiento del organismo y llega de esta forma a la intoxicación, según datos del Departamento de Fitopatología del Instituto Nacional de Sanidad Vegetal (INISAV).

Aunque este pesticida fue eliminado del Registro Nacional de Plaguicidas, otros de la misma procedencia y que traen consigo efectos nocivos para el medio ambiente y la salud humana, siguen como controladores de plagas en las áreas de producción agrícola.

Por otra parte, un estudio realizado por el Centro Nacional de Toxicología (CNT) en el período 1995-1997 reveló que Isla de la Juventud es el único territorio cubano en no reportar fallecidos a causa de envenenamiento por esos productos de uso agropecuario.

A pesar del desastre biológico –como se le conoce a este tipo de sucesos- en la Ciudad de los puentes otro estudio no se ha realizado en Cuba, lo cual sería importante para establecer comparaciones en cuanto al aumento o descenso de los fallecimientos, puesto que en aquel entonces se originaron 576 muertes en el resto del país, según informes del Instituto Nacional de Sanidad Vegetal. La provincia con más incidencia fue Camagüey, donde se reportó una tasa superior a 7,2 fallecidos por cada 100 000 habitantes.

El plaguicida ideal sería aquel que resultara mortal para la plaga que se quiere combatir y que no afecte al resto de los componentes bióticos del medio ambiente, pero este, actualmente, no existe. La mayoría de ellos son perjudiciales para casi todos los seres vivos, incluido el hombre.

Se refiere la mayoría puesto que la ciencia ha decidido buscar solución a las catástrofes biológicas que desatan el uso incontrolado de pesticidas, en ese caso el desarrollo tecnológico y los descubrimientos de microorganismos inocuos para el medio ambiente y el ser humano, han posibilitado crear nuevas formas de proteger las plantaciones.

Los bioproductos, elaborados por la fermentación de microorganismos y el uso de hongos y bacterias, han tomado auge en el mercado internacional por sus efectos positivos, aunque, tal como afirman especialistas del INISAV, no controlan del todo las grandes invasiones de plagas.

Sustentar la agricultura en el uso de bioproductos es la tarea fundamental que trazan las empresas, instituciones científicas y áreas implicadas en la producción y protección de los alimentos, máxime cuando las principales zonas agrícolas cubanas colindan o son parte de los espacios urbanos.

La producción de bioplaguicidas asciende a 1 700 toneladas en lo que transcurre de 2013, específicamente del THURISAVE, derivado del agente bacterial Bacillus Thurigensis, según datos estadísticos registrados en la página oficial del Grupo Empresarial Labiofam, institución encargada de la manufactura de esos productos.

Tal obtención, como aparece en el sitio digital, resulta suficiente para enfrentar la campaña actual de primavera con rendimientos agrícolas superiores y sin riesgos para los cooperativistas. Además, para proteger alimentos como las verduras en las cuales el tóxico de los pesticidas incide en un mínimo de 0,3 por ciento; pero su frecuente consumo es lo que perjudica a la salud: se registran patologías como la enfermedad de Parkinson, anomalías congénitas y baja fertilidad.

La naturaleza también es testigo de los efectos del uso inadecuado de químicos. Aunque está legislado por el artículo 132 de la Ley 81 del Medio Ambiente, que se refiere al uso racional de los medios biológicos y químicos, de acuerdo con las características, condiciones y recursos, que reduzcan al mínimo la contaminación ambiental, las implicaciones de un mayor o menor manejo de esos productos son las mismas.

Mientras los biológicos brindan los nutrientes que necesita el suelo, los sintéticos alteran su composición. Además, el químico pasa a las plantas que después son consumidas. Por otra parte, una incorrecta aplicación de bioplaguicidas puede traer consecuencias negativas, pero en mínima escala.
Penada por la ley es la desverdización o maduración de ciertas cosechas, puesto que la aplicación de esos químicos provoca enfermedades a nivel intestinal y se considera estafa al cliente.

El uso de técnicas naturales como trampas, rejillas para los insectos perjudiciales, abonos orgánicos, compost y otras alternativas, también constituyen vías creadas por los productores que desconocen los efectos, tanto de químicos como biológicos, en el control de plagas; o simplemente, prefieren otros productos.

A diario estamos en contacto con detergentes, cosméticos, lejías y desinfectantes, cuyos efectos desconocemos, y a la vez, son imprescindibles en nuestra cotidianeidad. Sin embargo, la premisa fundamental de los investigadores es quitar de los productos de la agricultura el término PELIGRO de sus etiquetas, puesto que el futuro del medio ambiente y la vida de millones de personas corre en sus manos.

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