¿ACASO SON IMPORTANTES LOS ASTEROIDES?
GABRIELA RODRÍGUEZ-LOECHES,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
“Las estrellas no significan lo mismo para
todo el mundo (...) Tú tendrás
estrellas como nadie las ha tenido”.
Antoine de Saint Expéry
Creo que otra vez los hombres han olvidado lo que es importante. No soy una de esas personas fieles seguidoras de las cifras, que tienen estructurado el cerebro solo para dar valor a las cosas contables. El problema es un poco más complejo.
Parece que por el cambio climático y la crisis de la economía, las personas mayores no pueden ver con el corazón y se sienten obligadas a ignorar los detalles simples de la vida. No recordaron que este abril hizo 70 años que apareció El Principito sobre la Tierra.
Pero a los adultos no se les puede reclamar nada. Ellos nunca tienen la culpa. Probablemente se justifiquen diciendo que en estos tiempos tan convulsos y agitados tienen que trabajar porque de lo contrario sus hijos se morirían de hambre. Ocupan todo el tiempo en labores sustanciales que no pueden dejar por unos segundos y terminarlas más tarde, pues las horas los consumen.
Después agregarían que en los desiertos solo hay arena, jamás se encontrarán principitos. Eso es un efecto de las ilusiones visuales y auditivas. Entonces, es inconcebible para ellos que todavía exista quienes se pongan a pensar que en algún lugar, no se sabe dónde, una oveja desconocida se ha comido una rosa.
Solo unos cuantos como Antoine de Saint-Exupéry creerán parecerse al Principito. Mas la mayoría, desgraciadamente, no serán capaces de ver ovejas a través de las cajas. Ni dentro del dibujo de una boa cerrada, un elefante.
Sin embargo a este escritor, quien no pareciera ser piloto de guerra, el cielo lo cubrió para siempre en un halo de misterio y romanticismo, cuando en una misión los radares dejaron de ver el avión que piloteaba. Tiempo después llegó una de esas personas mayores que no pueden oír cantar en los pozos a las roldanas enmohecidas y confesó, ante un diario francés, que él fue quien abatió a Saint-Expéry. ¡Qué monstruo! Trató de robarle la sonrisa a quinientos millones de niños.
¿Por qué es complejo que los adultos entiendan que derecho hacia adelante no siempre se puede llegar muy lejos? Los hombres se amontonan en los trenes, pero no saben lo que buscan y aún así tienen el coraje de decir que las niñas pierden el tiempo por una muñeca que, si se la quitan, lloran.
Así pues, la mayoría de las personas mayores a lo mejor creen que el Principito vino del asteroide B 612, pero les extrañará que aprovechara para su evasión una bandada de aves silvestres. Por eso saben que en 1976 el astrónomo Nikolái Chernyj bautizó al asteroide 2476 con el nombre de Hans Christian Andersen, pero olvidan las veces que cuando aún era un niño enfermizo tuvo que mendigar y dormir bajo los puentes.
Aquel niño flaco y largo que pasó increíbles trabajos y humillaciones era capaz de ver con mirada penetrante y pura la extraña belleza que se oculta en todas las cosas, aun en las más menudas, aun en las más desdeñables.
¿Curiosa la literatura infantil, verdad? Es como si para los niños todo se resumiera a la inmensidad del espacio. Pues el escritor de cuentos de hadas, de la misma manera, se ganó un boleto para el cosmos.
Su patito feo también cumplió en noviembre 170 años de que graznara y diera sus primeros pasos en el corral. Ojalá no lo olviden los literatos y tengan un chance para ver que el reflejo de su imagen en el agua distorsiona aún más su figura.
Así es, un siglo antes de que una zorra enseñara que no conocemos más que las cosas que domesticamos, Andersen legó un mensaje trascendental: poco importa que se nazca en el corral de los patos, siempre que uno salga de un huevo de cisne. En definitiva, ¿qué hacen si no los cuentos de hadas? Logran que los niños se sientan menos avergonzados sobre sus diferencias.
Si uno examina atento los cuentos de Andersen, hallará que casi todos tratan sobres esas criaturas que apenas significan algo para nosotros. Y tiene que haber mucho mérito en quien hace, no con asuntos graves e importantes, sino con minucias, cuentos tan luminosos o de tan hondo consuelo.
¿Alguna vez te has creído más grande, torpe y feo que los demás? ¿Cuántas veces por error has ido a parar a un lugar al cual no perteneces? Pero no creas que la vida es miserable y desgraciada. Un día, cuando el tiempo pase, las lágrimas hayan franqueado y el llanto ya no sea tan triste, verás cómo la graciosa parodia de la autoestima humana no es más que una metáfora de la experiencia.
Hans Christian Andersen lo escribió: “Rizó entonces sus alas, alzó el esbelto cuello y se alegró desde lo hondo de su corazón. Jamás soñó que podría haber tanta felicidad, allá en los tiempos en que era solo un patito feo”.
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