ETERNO DESDE LA SENCILLEZ DE UN NIÑO
YUNIEL LABACENA ROMERO,
estudiante de cuarto año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
Esta tarde he tomado entre mis manos nuevamente Corazón, un libro que ha perdurado en el tiempo. Creemos que es tan nuestro, que hasta llegamos a mirar con desdén a grandes autores de otras latitudes. Acostumbrados como estamos a la grandilocuencia de muchas frases, incluso, decimos que es nuestro libro excepcional, aunque no fuimos creadores de esas historias que salen de sus páginas.
Conocer a fondo el alma humana y no sorprenderse de nada, pero conservar siempre la virginidad en la mirada ante cualquier tragedia, heroísmo o golpe de fortuna que acontezca en la vida y contarlo como si sucediera por vez primera, es una regla para los que se adentran en sus páginas.
Por eso, cuando aquella tarde Corazón llegó a mis manos, recodé que es un libro escrito como dice su nombre, con esa cavidad palpitante que tenemos en el pecho, una lectura amena y colmada de valores y principios que a veces olvidamos.
Los impresionantes relatos de la obra están destinados a provocar la vibración y las lágrimas de los lectores. Vio a luz en 1886 y es el diario escolar de Enrique durante el curso escolar 1881-1882. En el texto se intercalan las narraciones de anécdotas contadas por el chico, así como cartas de sus padres y su hermana y un relato mensual que le dan en la escuela, en el que se cuenta “una acción bella y real llevada a cabo por un muchacho”.
Edmundo de Amicis, su autor, debía saber que el futuro de los pueblos se gesta en las aulas y en este sentido hizo una labor encomiable. Se lo propusiera o no consiguió que Corazón y sus enseñanzas mereciera gran popularidad y múltiples ediciones a los pocos meses de publicarse.
Fue leído por un gran número de escolares, no sólo en Italia y finales del siglo XIX, sino en todo el mundo, porque siendo una novela de un momento y un lugar específicos es, ante todo, una novela universal.
Hay que decir que el éxito del libro fue formidable, su fama en Italia y en todo el mundo, confirmó esa suerte de Amicis, que no sólo ha sido traducido a numerosos idiomas, sino versionado por la radio, la televisión y el cine en varios países e, incluso, en las historietas.
De clara intención pedagógica, emociona sin disimulo al crear situaciones con un fuerte componente dramático en las que se ensalzan valores como el sacrificio, la generosidad, la rectitud, la caridad y el patriotismo.
Con todo éxito en la facilidad para describir rápidamente los lugares y costumbres que se ofrecen ante su vista, nos toca las fibras más profundas del corazón, por ello junto al Principito, debería ser un libro cabecera para todas las etapas de la vida.
«Tú empiezas a comprender la poesía de la escuela, Enrique; pero por ahora la escuela puedes solo verla desde dentro: te parecerá mucho más bella y más poética dentro de treinta años, cuando vayas a acompañar a tus hijos y la veas desde fuera, como yo la veo», fragmentos como estos dejan correr la magia tras lectura.
Un genio comprendido, historias muy bien contadas, que pueden ser consideradas las mejores, porque influyen en las más diversas generaciones por su lenguaje novedoso y cautivador, demuestran que Corazón consigue fascinarnos con su ingenio cuando parece que ya nada nos asombra.
No es extraño, que leer esta novela siendo niño emocione en cada una de sus páginas. Ojearla treinta años después supone darse cuenta de lo edificantes que resultan todos y cada uno de sus episodios.
La obra que ha llegado hasta estos días, sigue siendo el texto que porta artículos precisos y de otro, muestra de la perseverancia de alguien que dedicó un tiempo a escribir lo que, para otros, fue indiferente.
Más allá de su hechizante lectura, Edmundo de Amicis nos ha entregado un Corazón vivo; lo ha puesto, confiado, en manos de sus lectores, de su público todo. Lo ha hecho eterno desde la sencillez de un niño.
0 comentarios