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Isla al Sur

SOMNOLENCIA INESPERADA

SOMNOLENCIA INESPERADA

ADIEL GUEVARA RODRÍGUEZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

La NASA (Administración Nacional de la Atmósfera y el Espacio) está detectando últimamente un fuerte descenso del número de manchas y llamaradas solares. Las observadas en el presente período son muy inferiores al promedio registrado durante los últimos 250 años. “El ciclo 24 (iniciado en diciembre de 2008) en curso es el más débil desde hace 50 años”, declara Doug Biesecker, físico de la NOAA (Administración Nacional para los Océanos y la Atmósfera) y el “Daily Mail” reporta que hay un 20 por ciento de posibilidades de “profundos cambios” en el clima.

El Sol constituye la principal fuente de energía de nuestro mundo. Su luz determina directa o indirectamente la vida como la conocemos y el clima siempre se ha visto subordinado al capricho de esos variables y refulgentes rayos.

El interés por la estrella no siempre ha tenido un carácter práctico y ese rompimiento con muchas creencias religiosas lo protagonizó Galileo Galilei y Thomas Harriot en 1610 cuando, entre otras cuestiones, advirtieron que su superficie estaba salpicada por máculas llamadas manchas solares.

En la actualidad, las constantes observaciones a lo largo de la historia han confirmado que estas se presentan en ciclos de 11 años durante los cuales ocurren máximos y mínimos, según su nivel de intensidad y frecuencia.

Cambios que preocupan

Todo el revuelo está motivado por el inquietante hecho de que la actividad solar debería estar en auge y, hasta la fecha, tal etapa no ha comenzado. En 2009, contrario a lo que se esperaba, los astrónomos llegaron a contar 266 días sin ninguna mancha.

El cambio de polaridad, también cada 11 años, revela anomalías en la sincronización. La inversión del Polo Norte y el Sur causa fuertes perturbaciones magnéticas, el verdadero motivo tras la irregularidad cromática en el Astro Rey. La NASA señala que la polaridad del Norte coincide con la del Sur y dicha demora no tiene justificación natural.

Hallazgos reveladores

Los rayos ultravioleta (UVA), que llegan a sus niveles críticos en los máximos solares, son los más significativos para la Tierra. Las variaciones ocurren en tan corto tiempo que los factores moderadores del clima, océanos o nubes, impiden que generen un efecto sensible por simple inercia térmica, al no absorber rápidamente el calor.

Fenómenos más influyentes como el ciclo de Gleissberg, de 72 a 83 años de duración, causante del famoso Mínimo de Maunder, sí afectan las temperaturas mundiales. Durante este tiempo, el Sol pasó por una prolongada inactividad y las manchas casi desaparecieron. Dan fe de ello, los inusuales inviernos experimentados en Europa y América del Norte, como los que hoy se aprecian, extremadamente fríos y nevados.

Las hipótesis debatidas por los investigadores modernos coinciden en que el declive de los rayos UVA provocó el inocuo mecanismo de enfriamiento regional; lo que es, sin embargo, especulativo para otros.

Tales suposiciones se aventuran a insinuar que nos encontramos en el umbral de un nuevo Mínimo de Maunder o “Mini-Maunder”, el cual ocurrió entre 1645 y 1715, etapa coincidente con la “Pequeña Edad de Hielo” en el planeta.

Esas declaraciones niegan, además, que la debilidad en la gran bola de plasma, aunque atenúa algo el calentamiento global, no lo frena completamente y solo significa que los grados Celsius ascenderán más lentamente.

Otras recientes evidencias apoyan que la variación en los rayos UVA nos afectan directamente. El astrónomo Greg Kopp, del Laboratorio de Física Atmosférica y Espacial de la Universidad de Colorado, cree que “una alteración de una décima del 1 por ciento en la energía total producida por el Sol afecta notablemente la química y estructura térmica de la atmósfera superior, y, de esta manera, afectará la parte inferior”.

Las pruebas discutidas indicarían, de estar en lo cierto, una tendencia de debilitamiento a largo plazo del campo magnético en nuestra principal fuente de calor.

Confirman esta novedosa tesis, los científicos Matthew Penn y William Livingston, del Observatorio Solar Nacional en Tucson, Arizona, quienes vaticinan que en el ciclo número 25 “los campos magnéticos de la vital estrella serán tan débiles que se formarán pocas o ninguna mancha solar”.

Por su parte, el investigador Peter Foukal, del grupo de investigación Heliophysics de la NASA, resaltó la presencia de una espuma brillante llamada fácula y propone estudiar mediante radiometría dicho elemento, que permanece visible durante los períodos donde no se ven las manchas.

Gélidas predicciones

Contrarios a la difundida teoría sobre el efecto invernadero, los físicos ruso Vladímir Bashkin y Raúl Galiulin aseguraron que la Tierra se aproxima a una nueva época glacial, que inicia a partir del próximo año (2014). Subvierten lo aceptado mayoritariamente hasta hoy, y descartan la incidencia humana como factor desencadenante de las anomalías climatológicas que se vienen sufriendo.

No obstante, aseguran que el clima inestable obedece a procesos naturales de cambios en el Sol. Incluso van más allá, al considerar las profusas declaraciones contra el calentamiento global como grandes falacias, encaminadas a disminuir el consumo de gas, petróleo y carbón, para aminorar sus precios vigentes y en incremento.

Las revelaciones inéditas continúan con la explicación de que el “subidón” presente en todos los termómetros era lo que se debía esperar cuando se sale de una mini edad de hielo.

Estas declaraciones tan particulares no son las primeras en el campo académico. En 2013 el jefe del sector de Investigaciones Espaciales del Observatorio de Pulkovo, de la Academia de Ciencias de Rusia, Jabibulá Abdusamátov, sostuvo que la temperatura planetaria comenzará a disminuir a partir del 2014 para alcanzar su pico inferior en 2055.

Solo el tiempo demostrará qué puede ser considerado realidad o exageración durante la evolución del año vigente. Muchas otras predicciones apocalípticas se han sustentado sobre bases míticas, esotéricas e, incluso, como las presentes, esgrimen argumentos científicos y no se han cumplido. Esperemos que la luminosa orbe no eclipse su fuerza, pues, de la aparente somnolencia devendrían catastrófica consecuencias.          

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