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Isla al Sur

POR LOS CAMINOS DE LA JUNGLA

POR LOS CAMINOS DE LA JUNGLA

MONICA LEZCANO LAVANDERA,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

En una suerte de jungla imaginaria, Wilfredo Lam, uno de los íconos de la plástica cubana, realiza una formidable interpretación del trópico, de un trópico preñado de magia y de seres que se acercan a lo solemne y a lo inanimado. En este lienzo, la mitología y las grandes figuras van tendiendo hacia lo vivo.

La obra nos ofrece dramáticos aspectos de una lucha a la vez selvática y mágica, que entremezcla el desarrollo vegetal con el sentido humano. Aquí, surrealismo y cubismo europeos confluyen con el poder del mito característico del sincretismo caribeño.

En La Jungla, Lam plasma un desnudo de seres indescifrables, donde pinta cuerpos enteros dando rienda suelta al color. De esta manera, rinde culto a la forma, expresa la fuerza y la alegría que se alcanzan al salvar lo vulgar y lo cotidiano.

La gran pintura mural, ambiciosa, se hizo cuadro de caballete sabroso e íntimo, de nota impresionista por lo espontáneo, pero de gran ciencia y experiencia adquirida por los matices abiertos junto a la delicadeza de la ejecución. La riqueza y la variedad son alcanzadas por Lam en este lienzo, donde los colores se abren como abanicos infinitos y riquísimos.

Es su Jungla gigantesca, el lugar donde las líneas paralelas se disfrazan de misteriosas figuras de fantásticas piernas, de opulentos y sensuales senos y glúteos que cuelgan como densas frutas demasiado maduras.

Con sorprendente contraste, las hojas aparecen reflejadas por las tintas más ricas, elegantes y tranquilizadoras. Las tijeras, el cuchillo, los cuernos y la rueda, son elementos que apelan a la imaginación de quien se adentre en los misterios de este cuadro.

Sus palabras reflejan el sentido de su creación: “Cuando lo pinté, las puertas y ventanas de mi estudio se encontraban abiertos y los transeúntes podían verlo. Solían gritarse unos a otros: “¡No mires. Es el diablo!”. Y tenían razón. De hecho, uno de mis amigos ha descubierto en la obra un espíritu parecido a cierta representación medieval del infierno. De todas maneras, el título no tiene nada que ver con el verdadero campo de Cuba, donde no hay jungla, sino bosque, colinas y campo abierto, y el fondo del cuadro es una plantación de caña de azúcar. Mi intención fue comunicar un estado físico”.

La obra de Wifredo Lam lo sitúa como uno de los más grandes pintores cubanos. En esta, se puede seguir mediante los temas y el color, el juego de las formas verdaderamente propias. Desciende de negro y de chino, lo que se hace evidente en su arte por medio de un espíritu tendiente a lo abstracto de neta raíz africana, y al mismo tiempo una elegancia de líneas, una suavidad y delicadeza de las tonalidades, una sensibilidad siempre despierta e inesperada en el dibujo y en el detalle.

Calificado como el artista cubano más influyente en el desarrollo de la plástica americana en la segunda mitad del siglo XX, Lam dejó grandes aportes a nuestra cultura. Su obra monumental, La Jungla, se exhibe desde 1945 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Con dimensiones de 239,4 x 229,9 centímetros, es, según los especialistas, una obra de magia y misterio. Está considerada como el equivalente de la pintura latinoamericana, de la obra Las señoritas de Avignon, del padre del cubismo Pablo Picasso.

La imaginación y el espíritu liberado de Wilfredo Lam quedan expuestos en el escenario de La jungla, donde logra con lo mítico de su propia cosecha, una naturaleza tropical asombrosa y representativa. 

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