CIGÜEÑAS LEJOS DE CUBA
JOSE ANTONIO RIGUAL DÍAZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
Las cigüeñas parecen no encontrar el camino hacia Cuba. Los últimos quinquenios han reportado un decrecimiento de la natalidad en el país que es preocupante, pues a la vez, es mayor el grupo de personas de la tercera edad.
Y cabe preguntarse: ¿Por qué en un país donde se dedican tantas atenciones a los niños, las parejas no se deciden a tener hijos? ¿Por qué si contamos con una tasa de mortalidad infantil de 4,8 por cada mil nacidos vivos, entre las más bajas del continente americano, las familias no se arriesgan a procrear?
Varios son los factores, pero entre ellos destaca que los candidatos a padres, en una sociedad con dificultades económicas y sometida a un Período Especial desde la década del 90, prefieren no tener hijos, o se conforman con uno o dos, para poder brindarles mejores condiciones de vida.
Seguramente usted se cuestionará entonces, por qué no ocurre este fenómeno en otros países de nuestra área geográfica, con peores condiciones económicas al nuestro, como es el caso de El Salvador, Bolivia o la propia Guatemala.
En efecto, la diferencia de que estas naciones tengan índices de natalidad más altos a los nuestros se debe, en gran medida, a la poca cultura y educación sexual de la mayoría de sus ciudadanos.
Tengamos en cuenta que en Cuba, desde el triunfo de la Revolución en 1959, se comenzó a alfabetizar a la nación. La población fue adquiriendo una mayor cultura general y, en el caso que ocupa este comentario, también fomentó la cultura sexual y el empleo de métodos anticonceptivos, por lo que es lógico que los embarazos disminuyeran considerablemente en la Isla.
Hoy, la mayoría de las personas se protege en sus relaciones sexuales, por considerar que las condiciones económicas necesarias para la aparición de un nuevo miembro en sus familias, no están creadas aún. Los problemas de espacio o deterioro de las viviendas son los más recurrentes, y esto lleva a decir a muchos: “Traerlos para pasar trabajos, mejor no traerlos.”
Otros factores que pienso también pudieran influir son los deseos de superación y a veces diversión de los jóvenes, que ven en la llegada de un bebé el freno de sus carreras y libertades. Así, van postergando la paternidad hasta que la edad no les permite ejercerla o solo se los permite una vez.
Es común y triste observar hoy en nuestra sociedad otro fenómeno muy extendido y que también atenta contra la natalidad, me refiero al aborto. Esta práctica, injustificable en la mayoría de los casos, debería ser, si bien no proscrita, sí controlada más por las autoridades legislativas y sanitarias competentes.
Si se quiere que los cielos cubanos otra vez se vean surcados de cigüeñas, se deberían preparar bien las cunas para las personitas que traen en sus picos. Ofrecer un pago de ayuda por cada hijo tenido, como se establece en Canadá y otros países, y garantizar una mayor ayuda material, más allá de la primera etapa de desarrollo del niño, sería un buen comienzo.
En mi consideración, debería existir también una ley de vivienda en beneficio de aquellas personas que más se aventuren a tener hijos. Estoy seguro que con las condiciones de salud, educación y seguridad social que cuenta nuestra nación, valdrían la pena esos gastos por parte del Estado para garantizar el necesario y deseado incremento de los índices de natalidad en un país que transita aceleradamente hacia la ancianidad de sus ciudadanos.
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