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Isla al Sur

DE CLANDESTINO A ‘ESCRIBIDOR’

DE CLANDESTINO A ‘ESCRIBIDOR’

Oscar Travieso García eligió ser miembro del Movimiento 26 de Julio en Guanajay, como camino honorable. Hoy, le resulta agradable escribir memorias e investigaciones de la historia que él también construyó

Texto y foto:
DACHELYS ALFONSO LEAL,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

“Si fuera un hombre famoso en toda Cuba, la bronca entre Marianao y Guanajay iba a ser terrible. Habría testigos que dirían: ‘Él nació en Guanajay, yo me acuerdo que jugábamos juntos, él no es de Marianao’. Entonces es mejor poner que nací en Guanajay, hoy municipio artemiseño, el 15 de abril de 1941, aunque me inscribieron en La Habana por ser más fácil”, me reiteró varias veces Oscar Travieso García.

Irrumpir en la historia de ese guanajayense de pura cepa es colocar una dinamita en el muro de modestia que lo rodea y lo convierte en un héroe desconocido. Su única hija, Mariela Travieso, lo considera “demasiado” reservado y halla en ese argumento, su invisibilidad. Tal vez él hubiese querido ser famoso, un científico importante, por ejemplo, pero “uno no sabe lo que el tiempo le depara, y a la juventud cubana de los años 50 le correspondió enfrentarse a un régimen tiránico, que si no se echaba por medio de la fuerza, no se iba a ir nunca, aunque hubiese que jugarse la vida en ello.

“Sentí la necesidad de luchar con 15 años, cuando estudiaba para electricista en la Escuela de Artes y Oficios de Artemisa. Vi las diferencias sociales tan abismales: barrios marginales, gente que no tenía ni techo para vivir y salían a la calle a pedir comida, además de la dictadura existente. Esas dos causas me hicieron pertenecer a la Asociación de Estudiantes, de la cual conformé la presidencia provincial.

“En 1956 comencé a participar en el Movimiento 26 de Julio y fui designado jefe de Propaganda municipal (Guanajay). Repartíamos anuncios contra la dictadura, poníamos banderas del 26 de Julio, hacíamos huelgas y protestas contra el régimen de Batista.

“Después, en 1958, pasé a ser jefe de Acción y Sabotaje, y era más dura la cosa, porque tenía que andar con armas. Producíamos apagones y colocábamos artefactos explosivos. Escogíamos lugares oscuros, por donde no pasara mucha gente, pues solo se pretendía hacer bulla, porque eso alarmaba a las personas y no salían para la calle, cogían miedo. En esas actividades te iba la vida si tenías un fracaso o te detenían”.

En ese momento, la actual Secundaria Básica José de la Luz y Caballero, del municipio guanajayense, constituía uno de los cuarteles más importantes de la región, era la comandancia, lo que incrementaba la represión característica de un régimen sustentado por la fuerza, pero el sentir revolucionario de los cubanos exigía justicia. Recuerda Oscar Travieso que si los veían haciendo algo, no los denunciaban, porque el pueblo quería acabar con la dictadura.

“Los luchadores clandestinos se distinguieron mucho, se sacrificaron y arriesgaron sus vidas. Compartí con varios, como Roberto Zayas, Julio César Pérez Ravelo, que me acompañó como segundo de Propaganda, y Pastor Valente, hoy coronel jubilado. Para nosotros la persona más importante era Orlando Nodarse, dirigente provincial de Acción y Sabotaje, con quien tuve encuentros leves, pues estaba clandestino y había que ser muy cuidadoso.

“En su entierro, el 29 de enero de 1958, cuando llegó el cadáver, yo le puse la bandera cubana sobre el féretro, aunque me señalaba con eso, pero no podía hacer otra cosa. Él tenía que ir al cementerio con la bandera encima. Los esbirros registraron las caras que pudieron, aunque eran muy brutos, porque podían haber filmado para saber quiénes estaban al frente y no lo hicieron, lo de ellos era la opresión y la fuerza. El sepelio terminó a tiros.

“En octubre de 1958 detuvieron a un dirigente del Movimiento en La Habana y pasó para la dictadura. Nos traicionó y entregó a los compañeros que conocía y sus residencias. Mientras estaba en una de ellas, vino la policía habanera y me cogió. Era la casa de Ravelo, jefe de Propaganda, a quien le cedí el mando cuando pasé a Acción y Sabotaje. A él no lo detuvieron porque había ido para Bahía Honda en una misión y le avisaron.

“Me encontraba en el último cuarto, donde se guardaban las armas. Entonces, los esbirros entraron con mucha bulla, y yo, ¡qué iba a imaginarme que eran ellos! Como dirigiéndome a compañeros les dije: ‘Shhhh, hablen bajito, que al lado vive un sargento de la guardia rural’. Eso fue un torbellino, entraron por todas las puertas pistola en mano.

“Tenía 17 años. Estuve 17 días en el Servicio de Inteligencia Militar (SIM), donde ahora está el Hospital Militar, un día en la Novena Estación de Policía y diez en la Quinta Estación, todas en la capital. Allí se golpeaba y torturaba sin misericordia. En el SIM daban comida, pero en las estaciones estuve diez días sin comer, y tomando agua del inodoro. De la Quinta me pasaron para el Castillo del Príncipe, donde radicaba la cárcel”.

-¿Alguna vez pensó que iba a morir?

En el penal no, pero cuando estaba en la Novena o en el SIM, sí. Los guardias de la prisión eran mejores. No simpatizaban con la causa, mas no se buscaban esos líos de dar golpes. En las estaciones de policía golpeaban en dependencia de quien estaba preso, si era alguien de su interés y querían sacarle información, entonces lo torturaban con cosas finas, lo quemaban o pinchaban; pero con presos como yo, se conformaban con dar golpes, con un bicho de buey, las manos o lo que tuvieran. A mí me cogieron en un lugar donde no tenía que estar, pero sin hacer nada.

-¿Y nunca le probaron que era

jefe de Acción y Sabotaje?

No, yo dije que estaba en casa de un amigo. Trataron de celebrarme juicio, pero no pudieron porque faltaban los jueces o no nos llevaban. Fui una vez o dos, nada más, y no se terminó. Escaseaban las pruebas y muchos presos estaban con marcas de los golpes y no les convenían mostrarlos así en el tribunal.

En la prisión cabía decir que estábamos bastante bien, teníamos algo de libertad y podíamos recibir información con un radio de pila, de esa forma seguía el ritmo que tomaba la lucha. Era distinto a las estaciones, donde no tenías derecho ninguno, ahí sí te mataban.

Pasé poco tiempo encarcelado, desde el tres de noviembre hasta el 1ro. de enero, cuando triunfó la Revolución. Ese día vino gente del movimiento a pedir que nos soltaran. Un preso rompió una puerta y por allí se fue todo el mundo. ¡Se armó la de San Quintín! No tiraron a matar, sino al aire, ya no tenían moral de enfrentarnos. Primero salieron los presos comunes y después, los políticos. Estaba muy contento, de allí fuimos a tomar las estaciones de policía. Haber luchado me parece que es un honor. Si tuviera necesidad, lo haría de nuevo.

-Prácticamente su juventud fue la lucha

clandestina, ¿su formación personal, sus

valores, los adquirió de esos momentos?

Sí. Aprendí a sufrir desde muy joven, de los golpes, de la lucha, de los riesgos, y no me arrepiento.

Cuando bajaron los de la Sierra

“Después del triunfo de la Revolución, en todos los pueblos se estableció una casa para cada una de las organizaciones revolucionarias: el Movimiento 26 de Julio, el Directorio Revolucionario y el Partido Socialista Popular. Fui dirigente de la Casa del 26 de Julio hasta que nos reunimos en las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), de la cual fui ejecutivo también”.

-¿Y cuando se fundó el Partido

Comunista de Cuba? 

Fui designado para fundarlo, pero no me gustó, era muy selectivo y entonces mi carácter no servía para ser alguien del Partido. No era lo mismo ser dirigente en la guerra que en la paz.

Luego, entre oficinas o atendiendo la protección de higiene y trabajo en la empresa de calzado José Ramón Martínez del municipio, donde se jubiló, se enamoró de las letras y la historia que él mismo ayudó a construir. Comenzó, entonces, su apasionante camino de ‘escribidor’.

“Decidí escribir sobre Guanajay, porque yo amo mucho a mi pueblo, siento un gran amor por él. Tengo ya cuatro libros: La batalla de Guanajay, aproximación a la historia del M-26-7, El Guanajay donde nací 1940-1960, La juventud de la patria chica, sobre el rol asumido por las nuevas generaciones en el municipio desde la neocolonia. En ese  plasmé algo desconocido por muchos: en los hechos del 27 de noviembre, cuando asesinaron a los estudiantes de Medicina, un guanajayense estuvo en el sorteo del fusilamiento, pero no le tocó, lo condenaron a seis años de prisión. El último es La presencia china en Guanajay 1847-1960, una historia casi desconocida. Con ellos gané el premio del concurso municipal Joaquín Nicolás Aramburu cuatro años consecutivos.

“No me los han publicado, para eso hay que tener…, es un fenómeno. Comprendo que no es fácil. En 2012 me otorgaron la Distinción María Teresa Vera por el desarrollo cultural. Lo agradecí mucho porque, por lo menos, me reconocieron que había hecho un aporte a Guanajay”.

También quiso estudiar Derecho, “cuando comenzaron los cursos aquellos dirigidos y la Universidad era por la libre”. Pero las responsabilidades paternales reclamaban todos los esfuerzos de este ilustre desconocido, galardonado con siete medallas, para él tesoros, aunque no le guste exhibirlas: la José Ramón Martínez, por 25 años de trabajo, las de los Aniversarios 30, 40 y 50 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, la de los Comité de Defensa de la Revolución, y la más importante, la de la lucha clandestina Frank País.

Los debates del día a día

“Me hace una pregunta que no es fácil y le voy a dar una respuesta salomónica. Creo que se han resuelto muchos de los problemas por los que se hizo la Revolución, aunque nos falta todavía mucho, como arreglar las calles, hacer un acueducto nuevo, porque el que hay está destruido, donde quiera hay un salidero. El día que brote una epidemia, no va a ser fácil esto aquí, pues las aguas se contaminan con las tuberías; si caminas Guanajay, te das cuenta de que es un desastre.

“Yo me imagino que los jóvenes no están muy satisfechos tampoco. No puedes ir a ningún lado, es necesario tener cinco dólares o más, no tiene aliciente la juventud”.

-¿Y ahora qué hace, Oscar?

Quiero escribir algo, pero tengo que pensar un tema.

Mientras tanto, se entrega a las obligaciones que demanda ser un cuidador, casi solitario, de su hogar. Hoy comparte su espacio con su hija, pues su amada esposa falleció hace dos años. Su única nieta, quien siguiendo las aspiraciones del abuelo se graduó en Derecho, se fue a otro país, pero lo alegra con sus visitas en vacaciones.

Para quien ha vivido tantas experiencias, los argumentos no deben ser un problema, pero la inspiración está decepcionada con tantos testimonios e investigaciones que solo engrosan los estantes del museo municipal Carlos Baliño. Y tal vez ahí se queden, empolvados, como el gran teatro Vicente Mora, orgullo de todos los guanajayenses en años casi inmemoriales. Sin embargo, los que deseen conocer la Atenas de Occidente, de la que celebramos 364 años de fundada este diciembre, no deben prescindir de Oscar Travieso García, porque la historia también la escriben los héroes desconocidos.

Pie de foto: Con apenas 17 años, Oscar Travieso García, perteneció al Movimiento 26 de Julio como jefe de Acción y Sabotaje en Guanajay, a expensas de perder la vida.

 

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