UNA MELODÍA DEL SÉPTIMO ARTE
Esteban no es una película perfecta, pero sí bien lograda. Su director, Jonal Cosculluela, asume con éxito el melodrama y lo presenta con tonos de humor en sus escenas más sensibles.
SHEILA NODA ALONSO,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
El director de televisión Jonal Cosculluela, y casi todo su equipo de realización, incursionó en el mundo del cine con Esteban, la más reciente producción cinematográfica cubana. El filme continúa la línea de Habanastation y Conducta, al ser películas con fuerte carga emotiva y encaminadas a rescatar valores. Reflejan las carencias económicas de sus protagonistas, niños de familias disfuncionales que viven en barrios marginales de la capital.
Esteban, en el 2012, era un teleplay, y ante la propuesta de la productora Vilma Montesinos, inició como proyecto independiente para llevarlo a la gran pantalla. El presupuesto, procede mayormente de instituciones culturales cubanas, fue conseguido tocando puertas, según su realizador.
En la cinta, Cosculluela asume un género marcado por los estereotipos, el melodrama, y logra buenos resultados, al utilizar una fórmula infalible: el empleo del humor para matizar las escenas más fuertes. Aunque en el reencuentro de Hugo (Manuel Porto) y su hija (Mónica Alonso) acude a lo que consideran los expertos como “lágrima fácil”.
Con guion de Amilcar Salatti, la película cuenta en 90 minutos la historia de un pequeño de nueve años que descubre repentinamente su interés por el piano y las dificultades que atraviesa para entrar a la Escuela Nacional de Arte. Sin embargo, el final de la trama queda abierto y no se sabe si lo logra.
La historia se adentra en problemáticas de la sociedad cubana actual, de manera sutil, pero reflexiva. Cuestiona la labor de las instituciones encargadas de la formación artística de los pequeños y, en su lugar, la existencia de profesores particulares. Otros aspectos son la abundancia de revendedores –como la madre de Esteban–, el machismo y la incomprensión de los padres.
Producida por el Instituto Cubano de la Música y la Casa Discográfica Colibrí, RTV Comercial, la Asociación Hermanos Saíz y la empresa española Mediapro, es un largometraje sin grandes presunciones, al carecer de subtramas, despliegue actoral y emplear tomas principalmente de interiores, algo cuestionable porque elimina el contexto social donde vive el niño.
En la fotografía, Lianed Marcoleta utiliza encuadres próximos para captar mejor la esencia de los objetos y planos cerrados para marcar mayor emoción, un ejemplo: cuando Esteban toca el piano.
Alían Hernández, jefe de montaje, complementa este trabajo al combinar el denominado montaje ideológico (a partir de gestos y expresiones conmovedoras), con montaje expresivo (ritmo lento, propio del género), para promover el análisis en cada secuencia.
En cuanto a los actores, solo se realizó casting para los personajes infantiles. Reynaldo Guanche, el protagonista, sobresalió desde el primer momento por su imaginación, seriedad y carácter, según declaró el director a la Agencia Cubana de Noticias. Y con su excelente interpretación de Esteban, así lo demuestra, capaz de conmover sin pronunciar palabra.
Yuliet Cruz (Miriam) consigue desprenderse de la piel de Sonia, en Conducta, multipremiada cinta de Ernesto Daranas. Quizás este cambio se deba a su experiencia como actriz y al buen trabajo de la diseñadora de vestuario, Celia Ledón, que lejos de disfrazarla a un nivel casi marginal como suele suceder en otros productos audiovisuales, la viste de manera creíble.
Porto, a su vez, ejecutó una actuación compleja, pero a su altura, que incluía aprender a tocar piano, igual que Reynaldo. En el filme intervienen también Raúl Pomares –ya fallecido–, Corina Mestre e Ismael Isaac, unos con personajes secundarios, y otros apenas rostros en la pantalla, pero con fuerza histriónica impresionante.
La música, creada e interpretada por el maestro Chucho Valdés, ganador de cinco premios Grammy y tres Latin Grammy, es otra protagonista de la cinta. Aunque la película se desarrolla en torno al deseo de un niño de convertirse en pianista, su contenido no es puramente musical, sino que matiza las escenas más sensibles e importantes. Ella, junto al diseño escenográfico de las viviendas y los pocos exteriores, recrean un ambiente íntimo donde se desarrollan los conflictos del pequeño.
El film ha logrado muy buena aceptación por parte del público. Estuvo tres semanas en el circuito de estreno de la capital y dos semanas más en el Multicine Infanta.
Paquita Armas Fonseca, especialista en temas culturales, la ha definido como “un soplo de aire fresco en el panorama cinematográfico nacional”. Mientras, el crítico de cine, Rolando Pérez Betancourt, expresó: “Como recomendaba el maestro Ingmar Bergman, logra decir cosas importantes, dice lo suyo, desde la más absoluta simplicidad”.
Esteban es una producción bien lograda, una exhortación a luchar, desde cualquier edad, por los propósitos pendientes. No se puede clasificar como la mejor película cubana ni calificarla de perfecta, sería muy optimista. Aunque, su mérito mayor es prescindir de temas como el sexo, la homosexualidad y la emigración, trillados en el cine de nuestros días.
Pie de foto: Esteban continúa la línea de Habanastation y Conducta, al ser películas con fuerte carga emotiva y encaminadas a rescatar valores. Foto: Tomada del sitio http://estebanlapelicula.com
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