¿DEL ÑAÑIGUISMO A LA GUAPERÍA?
Con casi 35 000 miembros, esta religión sobrevive en Cuba desde hace casi dos siglos luchando por mantener su esencia y desmitificar el estereotipo existente a su alrededor.
ERIKA ALFONSO VILLAR,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
La Sociedad Abakuá, una de las organizaciones religiosas de más prolífica historia en Cuba y única de su tipo en el mundo, el 6 de enero de 2016 celebró su aniversario 180. Esta religión ha transitado desde hace muchos años por un vendaval de estereotipos y arbitrariedades en una parte considerable de la población, que tiene arraigada el rechazo hacia sus miembros por la fama de violenta que le rodea.
“Celebrar casi dos siglos de una religión que ha sido reprimida desde su surgimiento por la prensa, la literatura y el gobierno de la época, es muy notable. El hecho de ser una de las primeras asociaciones que agrupó tanto a blancos como a negros y mestizos para crear una hermandad y que haya sobrevivido a tantas adversidades, es algo verdaderamente valioso”, señala Tato Quiñones, miembro de la sociedad, escritor, antropólogo e investigador de la religión abakuá.
Según refleja el libro La Sociedad Abakuá y el estigma de la criminalidad, Ediciones Aurelia (2011), de Ramón Torres Zayas y Odalys Pérez Martínez, esta organización de ñáñigos, como también se les conoce, fue introducida en el país por los negros esclavos africanos durante la época colonial, y aunque existen varias aproximaciones, la mayoría de los historiadores coinciden en situar su fundación en el municipio capitalino de Regla, el 6 de enero de 1836, como una fraternidad de colaboración y ayuda mutua.
En la primera mitad del siglo XIX existía en Cuba una sociedad racista que se desarrollaba gracias a la esclavitud, mientras que la mayoría de la población era negra y vivía hacinada en pocilgas y casuchas en paupérrimas condiciones. La corrupción y los asesinatos protagonizaban la vida en las calles de La Habana que, junto a Matanzas, constituyeron las zonas de mayor desarrollo económico, producto del comercio que florecía en los puertos de estas ciudades. En este contexto y en ambas urbes creció la religión abakuá.
“Mucho antes de crearse la hermandad, existía una realidad marginal y excluyente, en la que a veces para imponerse, se requería acudir a la agresividad. Eso propició que se conformara un mito de violencia y crimen alrededor del abakuá, características muy diferentes a las promovidas por esta religión: ser buen padre, buen hijo, un hombre ejemplar, y que no haya cometido delitos penalizados por la ley”, apunta Ramón Torres Zayas, periodista, investigador de este tema y vicepresidente del Consejo Nacional Abakuá.
Torres Zayas agrega que la Sociedad Abakuá tiene un aproximado de 35 000 miembros y solo está representada en cinco municipios de La Habana (Regla, Guanabacoa, Marianao, Arroyo Naranjo y San Miguel), además de Cárdenas y Matanzas. En el presente, existen 237 potencias (término propio de la religión, equivalente a grupos u organizaciones).
Uno de los rasgos representativos es su carácter machista. Para iniciarse hay que ser varón, sin ningún rasgo de homosexualidad y el rango etario exigido es de 21 a 40 años. Además, se debe ser un ciudadano laborioso y tener profundo sentido de la justicia y la solidaridad.
A pesar de los requisitos para entrar a la hermandad, desde hace aproximadamente dos décadas, distintas acciones de varios de sus miembros y, sobre todo de jóvenes que pretenden iniciarse con fines de “guapería” o para tener un “aval social”, ponen en tela de juicio sus propósitos fundacionales.
“Los abakuás tienen la mala fama de ser guapos, problemáticos. En realidad, yo no me atrevo a dar un criterio bien documentado sobre la veracidad de eso, pero es lo que la gente habla de ellos, lo que se escucha en las calles”, comenta Joel Herrera Martínez, cuentapropista de Marianao.
Para Esteban Vasallo García, abakuá del municipio Regla, hay quienes los asocian con la violencia porque muchos de sus miembros ven en ella un nombre que les da cierto poder sobre los demás y se aprovechan. “Se han dado hechos criminales. En los plantes a veces hay heridos y hasta muertos, eso sucede como puede ocurrir en cualquier fiesta cuando se abusa de las bebidas alcohólicas, pero no todos sus miembros somos así”, subraya.
“Nosotros no somos criminales ni buscamos problemas con la gente. Solo tenemos nuestro concepto de hombría. Por eso no podemos dejarnos dominar por otro hombre y cuando no se puede con las palabras, entonces defendemos la hombría sin importar hasta donde tengamos que llegar”, dice Renier Mederos Rodríguez, abakuá del municipio de Guanabacoa.
Elementos característicos de los abakuá están en las más variadas manifestaciones artísticas. En la pintura, exponentes como Víctor Manuel y Wilfredo Lam, trataron de diferentes formas la temática. Mientras que en la literatura se destacan Ecue Yambaó, de Alejo Carpentier, y Cuando la sangre se parece al fuego, de Manuel Cofiño, evidencia el libro La Sociedad Abakuá y su influencia en el arte, de Torres Zayas.
En el contexto actual, esta Sociedad que cuenta con su Consejo Nacional desde el 2005, tiene el apoyo del Estado, el cual vela por la seguridad de sus miembros durante las ceremonias festivas y ha colocado varios templos, aún insuficientes, en algunas zonas de la capital y Matanzas.
“La visión del abakuá irá cambiando porque la sociedad se ha vuelto más tolerante y respetuosa. Aunque todavía persiste el estereotipo de violentos, en el futuro la religión será vista de otra forma”, considera Torres Zayas.
Pie de fotos: 1-Ceremonia festiva por el aniversario 180 de la Sociedad Abakuá (Tomada del periódico Girón); 2- Diablillo o Irime, característico de la religión abakuá.
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