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Isla al Sur

EL ÚLTIMO "DUEÑO" DE CASINO EN CUBA

EL ÚLTIMO "DUEÑO" DE CASINO EN CUBA

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ 

Va para los 75 en mayo y todavía es un flaco conversador, cuentero, sazonador de anécdotas de un pasado que vivió hasta los tuétanos y le hacen recordar hoy, al cabo de tantos años, una película fantástica en la que él fue uno de esos protagonistas de tercera clase que, al cabo y con triunfo, se convierte en el auténtico narrador. Ese es Jorge Miguel Jorge Fernández, o mejor, Jorge Jorge, el primer administrador cubano del hotel Nacional y el último "dueño" del Casino Parisién, el único que la Revolución no intervino.

Le fascina volver a esa época y a los días tumultuosos de los primeros años revolucionarios. A inicios de 1961 lo nombraron verbalmente administrador del Nacional, y el 27 de marzo le entregaron "el mando con papeles". Fue durante ese año que, según cuenta, se cerraron los casinos en Cuba, incompatibles los antros de corrupción con los nuevos ideales de justicia. Dino, el italo-norteamericano a cargo de la sala de juegos del hotel, temeroso de que intervinieran la del Nacional, pero esperanzado con que el gobierno de los barbudos cayera, había decidido ponerla a su nombre unos meses antes y he ahí que, de pronto, este cubano se convirtiera en "dueño" del afamado Casino Parisién.

"Le zumba...", me dice en una tarde de tibio invierno en la que compartimos igual catarro manigüero: "Yo había sido repartidor de leche a domicilio, friegaplatos y ayudante de cocina antes de llegar al Nacional, donde empecé como mochila y después anduve por muchos puestos, junto con la labor sindical que ha sido algo muy marcado en mi vida.

"De `dueño' del casino estuve unos meses, hasta que el 29 de septiembre del 61, se hace el conteo del efectivo y otros valores existentes en la caja, y se cierra. Entre dinero sonante y cheques, había 85 242 dólares con 53 centavos. Todo ese fondo me lo dieron a custodiar".

UN DUEÑO ESPECIAL

Pasaron los meses y Jorge Jorge se olvidó de la cuenta que estaba a su nombre porque, para él, al clausurarse el casino el dinero pasaba directamente al Estado. Eran tiempos convulsos en un hotel que dejaba de ser la insignia de la elite que venía a Cuba, y daba a paso a 960 campesinas del plan Ana Betancourt, guajiras que asaltaron La habana para aprender corte y costura; y albergaba, también, a mucha gente que se preparaba como administradores de industrias, y a 200 jóvenes en los cursos de las Milicias para las "cuatrobocas". Y no faltaron en esa amalgama cerca de 35 huéspedes norteamericanos bastante fijos y algún que otro turista ocasional que arribaba a La Habana ante el atractivo de arriesgarse y "palpar" una Revolución en plena efervescencia.

"El Banco me envía una carta porque yo no giraba con mi cuenta. Me preguntaba, ¿qué cuenta? Y era que a mi nombre estaba todo el dinero del casino, 119 230 dólares con 67 centavos. Ellos me mandaban a buscar para revisar los saldos."

-¿Qué hizo con ese dinero?

"¡Figúrate! Yo tenía en el Nacional un entra y sale que daba espanto, no había cómo buscar los suministros y aquello era una locura. Como administrador y con autorización de mis superiores, decidí comprar, fundamentalmente, dos camiones para el traslado de las mercancías. Así terminó la historia de la cuenta bancaria y de mi dinero."

¿QUIEN ES QUIEN?

Este hombre es todo un personaje de novela. Oficialmente tiene onceno grado, sin embargo, ha sido autodidacta a conciencia. Se confiesa conocedor de Juan Jacobo Rosseau, José Ingenieros, Vargas Vila y Pedro Kropokine. Le es fácil escribir y, de hecho he releído sus artículos acerca de Martí, Chaplin y los problemas de la sociedad de entonces. También pinta y es un excelente comunicador. Ha sido, y es, un fanático defensor de las causas justas, del movimiento obrero y del pensamiento martiano. Algo de eso estuvo presente cuando, antes del triunfo de la Revolución, le negaron la visa para viajar a Estados Unidos.

Frente a frente, la curiosidad me mata; para él, contar historias le es bueno: como una vuelta atrás en el tiempo para iniciarlas compartidas. Quiero definiciones breves de personajes a quienes atendió, primero, como mochila, y después como dependiente del servicio de habitaciones del departamento de restaurantes.

¿Meyer Lansky?: "Me dio una propina de 200 dólares"; ¿Ava Gardner?: "Era tomadora y amistosa"; ¿Errol Flynn?; "Amplias propinas y un misterio lo que ocurría en su habitación"; ¿Mario Moreno (Cantinfla)?: "¡Un hombre muy serio!"; ¿El boxeador Billy Graham?: "Se veía noble, con una cultura superior a la media de sus contrincantes".

Es momento para una pausa. La hija nos trae café: "Para papá un poquito, ahora no puede tomar mucho". Se aleja y Jorge Jorge me dice: "Eso es lo malo de tener una doctora en casa". Retomo las preguntas-respuestas.

¿John Weissmüller?: "Se creyó que era de verdad Tarzán, le encantaba que se lo dijeran"; ¿Sir Winston Churchill?: "Estuve en el equipo que lo atendió. Por él me hospedaron una semana en la habitación 220 y comí igual que un huésped"; ¿María Félix?: "De arriba-abajo, una mujer bellísima"; ¿El campeón de boxeo Rocky Marciano?: "Bajó a la cocina a darle la mano a los fregadores de plato"; ¿Frank Sinatra?: "Yo le serví cuando se entrevistó con Santos Trafficante, Lucky Luciano y Meyer Lansky".

Para Jorge Jorge no hay mejores recuerdos que los del Nacional; son su fuente nutricia en estos años de canas, espejuelos gruesos y cuidados de salud, a despecho de una mente y un carácter que se resisten al tiempo. Por eso no se aparta de su labor sindical ni partidista. Ahora es miembro del Comité Nacional del Sindicato de Trabajadores de la Hotelería y el Turismo y presidente de su Comisión de Jubilados.

Apenas descansa, y localizarlo en la casa requiere de muchos "telefonazos" y de la paciencia de los hijos y nietos que recogen los recados. Hay en su mirada la picardía de quien guarda una excelente carta debajo de la manga. Casi al despedirnos, como sin querer, me la enseña: "Yo fui el primer administrador de la heladería Coppelia". Pienso, aunque me enoje, que el espacio no me alcanzará para contar otra buena historia. Y le prometo a Jorge el regreso para una segunda "vuelta".

A la memoria de un excelente cuentero. Publicado en Granma, 13/02/97. 

 

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