¿LA CUADRATURA DEL CÍRCULO?
EDUARDO ANTONIO GRENIER RODRÍGUEZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
La comidilla está en cada vericueto donde se respira béisbol cubano. El anuncio de una nueva estructura para la venidera Serie Nacional, consistente en la reducción a seis equipos para la segunda fase del torneo, resulta leitmotiv en casi todos los aficionados de nuestra pelota.
El punto de ebullición que alcanzó la épica final entre Pinar del Río y Ciego de Ávila ha cambiado su cauce con esta nueva medida. Una pregunta se ha expandido como pólvora: ¿será esta propuesta el remedio para enrumbar el sino del béisbol cubano? La respuesta es un no categórico.
Algo quedó demostrado en el certamen nacional recién concluido. El apreciable bajón cualitativo que ha sufrido el deporte insignia de la Isla y el errático manejo de su organización por las autoridades pertinentes raya con la alarma.
Por estas y otras causas, quizás sea esta modificación un paso cardinal entre las numerosas temáticas que ocupan la agenda. La situación no es propicia para andar con vacilaciones, sino para tomar decisiones acertadas que puedan constituir un punto de giro.
Resulta incomprensible que en el 2015, temporada en que más peloteros antillanos se beneficiaron de la política de contratación en ligas foráneas, sea también el período en que se marcharon del país, de una forma u otra, más de 150 jugadores, récord en la historia del béisbol revolucionario.
Eso ha propiciado que el debilitamiento de nuestras plantillas para asistir a competencias internacionales no sea fortuito. Nuestra afición observa con nostalgia a los que un día defendieron los colores patrios, y que hoy brillan en disímiles terrenos de las Grandes Ligas (MLB, por sus siglas en inglés) vetados de representar a su país de origen.
Este pudiera ser el kit de la cuestión. Si la cantidad numerosa de estelares jugadores cubanos, pilares de sus conjuntos en la MLB, pudieran participar bajo el amparo de la Federación Cubana en eventos como el Clásico Mundial, otro gallo cantaría.
Sin embargo, surgiría otro problema: los peloteros de casa, esos que sudan la camiseta de sus provincias en la Serie Nacional, serían relegados presumiblemente a un segundo plano. Aun así, con un manejo inteligente de la Dirección Nacional de Béisbol podría existir la posibilidad de que un team Cuba sea conformado por los atletas de mejor calidad, sin importar las ligas donde se desempeñen.
Para superar el pésimo estado que vive la pelota doméstica, urgen a gritos osadas estrategias de cara al presente y futuro. El talento abunda, resta explotarlo de la manera más fina posible y de momento se deben analizar las carencias y buscar vías de solución eficientes, como el mejoramiento de las condiciones de los terrenos y una mejor atención al trabajo desde la base.
En un deporte tan simbólico para Cuba, sería imperdonable no mencionar el escaso respeto mostrado en la presente temporada a la afición. Constantes paradas del calendario no favorecen el desarrollo de las figuras, del espectáculo y la dinámica de la justa. Hablamos del bien llamado pasatiempo nacional.
Es de total interés que nuestra selección se prepare de la mejor manera, pero el evento cumbre de casa, que permite asistir a los estadios y vestir la camiseta de nuestros equipos, no puede ser afectado cada vez que surja un torneo que se considere más importante.
Es vital promover la masividad y el estímulo a los atletas y entrenadores como factores esenciales en este fenómeno difícil de solucionar. Tenemos talento, que es lo fundamental, solo queda enmendar los errores. De esa forma, el béisbol cubano logrará, tal vez, salir del mal momento en que se encuentra inmerso desde hace algunos años.
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