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Isla al Sur

LAS CRIATURAS DE FIDELIO

LAS CRIATURAS DE FIDELIO

El cuadro Los niños, del pintor cubano Fidelio Ponce de León, forma parte de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba.

CLAUDIA DOMÍNGUEZ VÁZQUEZ

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

Los niños, pintura realizada en óleo sobre tela que se expone en el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, conduce al público al mundo interno de Fidelio Ponce de León (1895-1949), el pintor de las miserias humanas.

Como dijera el crítico de arte Guy Pérez Cisneros, en el libro El mundo sumergido de Ponce, de la Editorial Letras Cubanas, en sus cuadros “no podemos evitar el estremecimiento ante el concepto de infinito e indefinido, ni la angustia ante esa nada fluyente en que se revelan tan difíciles las formas y el ser. Así, las pinturas de Fidelio ejercen sobre nosotros, en primer lugar, un efecto carnal, corporal; nos empujan, nos oprimen el diafragma o el corazón”.

Este lienzo causa esa impresión. Conmovidos quedan los admiradores de la obra al ver los rostros imprecisos de tres niñas mirando la naturaleza, acompañadas, quizás, de la melancolía que colmó la vida de su creador.

Como en la mayoría de sus trabajos, aquí también imprime el dolor, la humildad, el silencio, sus personajes aparecen melancólicos, sombríos. Este efecto lo logra mediante la utilización de tonos lúgubres, monocromáticos, donde predominan los colores sepias, terrosos, marfiles y el blanco, ese que le gustaba citar del maestro del pincel ruso, Kandinsky: "el blanco es un gran silencio lleno de posibilidades". Entre dichos tonos establece una estrecha relación de claridad y tristeza.

La ausencia de formas y de coloridos deja a sus niñas desvalidas de historia, recrea una escena desesperanzada, ensombrecida, donde solo unas hojas caídas, sin movimiento, y las miradas de las criaturas y el animalito hacia abajo, como apenadas, sugieren pérdida y fragilidad.

El óleo trasluce la decadencia y la pobreza de la sociedad cubana de las décadas del veinte y del treinta de la pasada centuria, así como la desdicha y el abandono de los niños en la primera mitad del siglo XX, aunque no de manera tan expresa como lo hicieron algunos de sus contemporáneos, entre ellos, Carlos Enríquez.

La pintura, realizada sobre una superficie de 95 x 123 centímetros,  es uno de los trabajos más prominentes del artista bohemio. En 1938 obtuvo el  primer premio en el Salón Nacional de Pintura, aunque en ese momento la crítica no favorecía su propuesta, porque su obra rompía con los estándares de la sociedad dominante en Cuba; sus técnicas creaban, sin proponérselo Ponce, un estilo vanguardista en la pictografía cubana, sus pigmentos, restos de los que utilizaban los estudiantes en la Academia, establecían una gama de colores tierra, diferentes de los tonos vivos utilizados por los artistas de la época.

Ponce tuvo el valor de romper con el legado envejecido de la pintura académica europea y las técnicas más costumbristas. Los niños forma parte de su definida manera vanguardista de hacer arte,  única hasta aquel momento en Cuba.

El mismo Fidelio describió su trabajo al decir: “Para que una obra sea realmente inmortal debe venir desde adentro, no ser una fría copia de la realidad. Así es mi estilo, yo no puedo imitar, ni repetir. Yo necesito crear”.

Y así es tan única la pintura Los niños, un claro reflejo del pensamiento tortuoso del hombre que se dedicó a plasmar en su obra un mundo inmenso y complejo, que define su legado pictórico.

Alfredo Ramón Jesús de la Paz Fuentes Pons, como en realidad se llamaba Fidelio, estudió en la Academia de San Alejandro intermitentemente. Durante su vida deambulante por calles y provincias de Cuba fue víctima del alcoholismo, quizás esa vida bohemia fue la que lo dotó de la imaginación exacta y la realidad lastimera que imprimió en sus trabajos.

Se dice que pintaba en bares y restaurantes por comida. También enseñó pintura y dibujo a los niños de los alrededores de La Habana. El hombre del sombrerón y de nariz pronunciada formó parte de la vanguardia pictórica de principios del siglo XX y donó al arte cubano cualidades plásticas expresivas mediante sus pigmentos.

“Pasé por mi vida como un raudo relámpago, teniendo un solo instante de luz: mi obra”, afirmó el artista de las miserias humanas. Gala de ese instante hace el imponente y revelador cuadro Los niños.

Pie de foto: Los niños, ejemplo del vanguardismo pictórico cubano del siglo XX (Foto tomada del sitio web oficial de la Oficina del Historiador de la ciudad de Camagüey).

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