COMO EL AIRE QUE RESPIRO
La pedagoga cardenense Anisia Villarreal González ha dedicado 30 años al magisterio con la metodología de la ternura y la entrega.
Texto y foto:
ANDY JORGE BLANCO,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
“Ven ahorita, déjame empezar a desempolvar recuerdos; todos están engavetados”, dijo la maestra jubilada cuando le solicité una entrevista, mientras ella regaba el helecho y las malangas del portal, algo que hace sistemáticamente: es una apasionada de la naturaleza y sus encantos. Un sabroso café cubano y el júbilo que le transmite observar las plantas cada mañana son, para la profe, el desayuno.
Anisia Villarreal González es para generaciones de estudiantes cardenenses una mujer encantadora que ha dedicado 30 años a esa “obra de infinito amor”, como dijese el Apóstol, que es la educación. Las circunstancias de su tiempo la condujeron al magisterio. El arte y la arquitectura dejaron de ser el sueño, pues el país necesitaba maestros: “Y así empecé, por convicción revolucionaria”.
Admite que llegó a enamorarse de la carrera por sus profesores, y no puede evitar recordar a Graciela Pinillo, aquella morena que le daba clases en segundo grado: “El día que desapareció Camilo, escapé de su aula, y fui llorando hasta la casa. A la mañana siguiente, mamá, preocupada, le preguntó cómo ella no se había percatado de que me había ido; la profesora respondió: ´El problema es que soy tan sensible como su hija, y cuando supe la noticia, me pasó lo mismo que a ella´”.
Graduada del Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona en 1970 y licenciada en Filosofía en 1981, Anisia dice que el maestro es un artista. Explica que cuando está delante del auditorio tiene que hacerlo vibrar: “Debe llevar el mensaje con la palabra, pero también con la mirada, con los gestos, la entonación de la voz…, y eso es vivir lo que se dice, eso es arte”.
De 64 años advertidos por las canas, durante su labor pedagógica ha impartido esencialmente las asignaturas de Filosofía y Economía Política, aunque ahora, en los años de jubilación, ofrece clases de Historia. En cualquier caso, su metodología es siempre la de la ternura y la entrega. “Intento tocar el corazón de mis alumnos, para desde allí, llegar a su mente”, señala.
Ferviente lectora de Isabel Allende, Gabriel García Márquez y Daniel Chavarría, amante de Los Van Van, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Santiago Feliú, Beethoven, Mozart y Chaikovski, la modesta pedagoga confiesa que no duerme la noche antes de comenzar con un nuevo grupo y es, quizás, debido al amor y la pasión que le imprime al arte de educar. ¿Cuándo siente que ha impartido una buena clase, profe?: “El rostro de los alumnos, su participación e interés lo dicen; eso se respira, es como algo mágico”.
Entre papeles, diplomas, cartas de amigos, fotos y postales de sus estudiantes, la maestra que emociona desde la Historia, recuerda cuando integró el grupo de Jóvenes Seguidores de Camilo y Che, en el que dirigió el pelotón femenino de la columna del Guerrillero Heroico en el año 1977; su participación como delegada al XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en La Habana, y en la V Jornada Científico-Pedagógica en abril de 1989, donde mereció premio nacional en la categoría de marxismo-leninismo; y el evento internacional Pedagogía 90, del que guarda celosamente la servilleta amarilla que utilizó en la recepción con Fidel.
Después de casi tres horas de conversación en el patio y cuando cae la noche, pasamos al comedor. Adelantándose a mi interrogante, comenta: “Yo tengo dos grandes amores: Martí y el Che. Si hubiera nacido en su época los hubiera enamorado, y es que son hombres para la eternidad”.
-¿Qué no debe faltar nunca en una clase suya? Se detiene y, con vehemencia absoluta, responde: “Escuchar a mis alumnos”.
-¿Y si volviera a nacer…?: “Volvería a ser maestra. Es como el aire que respiro”.
Pie de foto: Después de jubilada, Anisia Villarreal continúa ejerciendo el arte de educar desde la Historia.
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