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Isla al Sur

MUJERES Y HOMBRES, ¿QUIÉN ES QUIÉN?

MUJERES Y HOMBRES, ¿QUIÉN ES QUIÉN?

Lo bueno y lo malo de unos y otros, en la eterna lucha por demostrar quién es el más fuerte.

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ

Revise cualquier publicación destinada a valorar, y a veces sobrevalorar o desestimar, virtudes y defectos, posibilidades e incompetencias de hombres y mujeres. Recientemente consulté varias revistas y, en broma o en serio, vale la pena compartir con los lectores las anotaciones.

Entre lo bueno, las féminas vivimos como promedio siete años más que los hombres, somos menos propensas a enfermedades graves, soportamos mejor las tensiones, respondemos más adecuadamente los tests de inteligencia, y para ejercer el mando estamos más dispuestas.

Los “muchachos”, sin embargo, se llevan el palmo en los infartos, cáncer de pulmón, cirrosis hepática, neumonía, daltonismo, hernias, úlceras y colesterol, además de tener mayores deficiencias auditivas.

Como si fuera poco, en el llamado sexo fuerte, los estudios han detectado que pierden tejido cerebral a un ritmo mayor que las mujeres y su cerebro descansa peor.

Pero todo esto no quiere decir que las mujeres seamos las “más bárbaras” ni vencedoras. Para decir la verdad, padecemos más enfermedades crónicas, gastamos cifras superiores a ellos en atención médica y somos más vulnerables a la artritis reumatoide y a la esclerosis múltiple.

También, y las cosas se complican, en el doble de los casos sufrimos de depresión y dedicamos más horas a labores domésticas y menos al tiempo libre y al trabajo profesional.

Pero como los varones están en competencia desde la misma génesis de la humanidad, vale decir que ellos nos ganan en masa muscular, volumen de cerebro, visión espacial y orientación en un mapa. Y dicen los apuntes de varias revistas especializadas en chismes de este tema, que tienen menos grasa y más rápidamente adelgazan y también son superiores en puntería, reflejos y reacción ante imprevistos y soporte del dolor físico.

Sobre este último dato, me gustaría verlos en el acto supremo de parir un hijo. En la estimación que nos tienen, algo me consuela: ninguno ha querido intentarlo. Y tengo un amigo doctor que confiesa sin reparos que no hay mayor valentía que el alumbramiento.

Retomando el tema, nosotras también tenemos nuestras ventajas: sufrimos menos enfermedades relacionadas con el estrés, somos más fuertes de momentos de tensión grave, administramos mejor el trabajo neuronal y superamos a nuestros divinos “adversarios” en los tests de capacidad verbal (debe ser cierto, es muy difícil que nos ganen en una simple pelea matrimonial).

¡Ah, pero también les aventajamos en otras cuestiones!: nuestra memoria visual es superior, oído más fino, vista más potente, mayores matices olfativos y distinguimos más los sabores.

Y ahora, más en serio. La lista de los pro y los contra para demostrar la fortaleza o debilidad de ambos sexos podría ser infinita, y siempre quedarían por agregar más datos que la harían invariablemente suscribir el cincuenta por ciento para cada parte.

En mi modesta opinión, en un mundo mayoritariamente machista y con tendencia a subestimar el talento y las posibilidades de la mujer, mucho tenemos que hacer y demostrar para ubicarnos en una primera línea, aún cuando en papeles la igualdad sea un hecho con total amparo. Hoy, la mujer para ser reconocida igual al hombre debe ser diez veces superior a él, como suscribió hace muchos años una colega. ¡Vive Dios! ¡Qué fastidiazo!

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