LOS MUCHOS MÉRITOS DE RUTH
Información publicada en el periódico Granma en el año 2004, y que hoy se retoma para mostrar a los estudiantes en este weblog docente las múltiples maneras de abordar un tema similar.
IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ
Ruth de la Torriente Brau dice que no tiene méritos suficientes para recibir homenajes y que el destino le jugó la pasada de dejarla como el último eslabón vivo de la familia. Sólo basta mirarle a los ojos para entender una modestia de tono mayor en esta mujer para quien cualquiera de sus tres hermanas eran seres especiales.
Poco habló. Incluso, por un momento parecieron irse en olvidos las palabras cuando, a propuesta de la Facultad de Comunicación, recibió la Placa Conmemorativa 270 Aniversario de la Universidad de La Habana, en acto íntimo, entre amigos y colaboradores que la quieren y admiran, y entre jóvenes que se empinan en el periodismo y hallaron en la Fragua Martiana el espacio justo para recordar a Pablo, el puertorriqueño-cubano, periodista, intelectual, combatiente internacionalista que en Majadahonda encontró la muerte, apenas tres meses después de incorporarse a los escenarios de la Guerra Civil Española. Mucho antes había dicho: "La revolución no es el sueño de un poeta solitario, sino la canción imponente y sombría de la muchedumbre en marcha".
El doctor Juan Vela Valdés, rector de la casa de altos estudios, leyó la Resolución Rectoral. Puede hablarse, sin duda, de un documento hermoso, evocador de la vida de Ruth en el ejercicio de mantener viva la memoria del héroe revolucionario, conservar sus documentos, compartirlos con cuantos los necesitan para sus estudios o donarlos a instituciones culturales creadas por la Revolución.
Esta mujer nonagenaria, para quien la vida no es imaginable sino como hermana de Pablo de la Torriente Brau, su gran privilegio, tiene los largos méritos de las acciones cotidianas: taquígrafa en los juicios a los esbirros de la tiranía al triunfo del Primero de Enero de 1959, miliciana, cederista, federada, conferencista, unido a una dedicación por la escritura de textos y ayuda a investigadores y entidades que estudian la vida y obra de Pablo. Prestigiosas instituciones la cuentan entre sus miembros fundadores o sus colaboradores.
"No soy una intelectual, no merezco el homenaje", repitió cuando, en un aparte, sin el nerviosismo ante micrófonos, hice algunas preguntas. Entonces sonreía abiertamente recordando al Pablo humorista, alto, buen mozo, a quien veía con mucho respeto porque era mayor que ella: "Él me puso el nombre, me enseñó sobre la Historia de Cuba y los viajes de Cristóbal Colón. A mi hermana Lía y a mí nos mandaba a buscar helado cuando se ponía a escribir en la maquinita; era un mecanógrafo fantástico".
Eso dice alegre, muy alegre, liberada la palabra: "Es una responsabilidad muy grande, porque haberle sobrevivido implica un comportamiento, saber llevar su nombre dignamente para que se le recuerde con todo respeto. Pero no he sido quien más calladamente ha trabajado en la familia. Zoe fue su inseparable compañera, contemporánea, se criaron y estudiaron juntos, se llevaban muy bien, y ella estuvo dedicada a guardar cada documento, sin embargo, nunca recibió una medalla".
Calla y retoma un discurso breve: "Hoy él es un ejemplo para los jóvenes. ¿Sabe?, no puedo imaginarlo viejo, creo que nunca hubiera llegado a viejo. En mi mente está alegre, activo, deportista, disfrutando la música, junto a esa otra visión de hombre que no soporta las injusticias. Pienso que un muchacho así no puede olvidarse, y además, ¡era tan patriota!, extremadamente. Pablo se sentía muy cubano".
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