UN PÁRPADO ABIERTO CON CEROS Y UNOS
En un mundo lleno de contradicciones y diferencias, la brecha tecnológica significa un problema para aquellos países que por falta de recursos se aíslan. En Cuba, no se teme a esta realidad y se enfrenta con soluciones inclusivas y masivas.
CRISTINA ESCOBAR DOMÍNGUEZ,
estudiante de tercer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación, Universidad de La Habana.
Nuestra civilización ha corrido antes de gatear. Inventamos el teléfono, la computadora personal, viajamos al cosmos, y en la vorágine increíblemente veloz de la evolución tecnológica hablamos de una “sociedad de la información”.
No obstante, 815 millones de hambrientos protagonizan una “sociedad de necesitados”, mil 200 millones más viven en la extrema pobreza, 115 millones de niños no pueden ni soñar con ir a la escuela, y 2 400 millones de seres humanos carecen de saneamiento básico.
Dentro de esta paradójica situación hay países que pretenden introducir masivamente las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC), pero esta empresa es poco funcional teniendo en cuenta que 854 millones de adultos no saben leer ni escribir.
A pesar de ello, la era de la computación no es en sí misma negativa. Todo lo contrario, se torna ineludible y positiva en muchísimos sentidos. La informatización ha “humanizado” los procesos, teniendo en cuenta que un montón de cosas, antes impensables, pueden realizarse en la actualidad gracias a ella. Pero la inevitable brecha tecnológica ha mostrado otro rostro de las diferencias y el aislamiento de aquellas personas que no tienen acceso a computadoras o Internet.
Mas en Cuba las cosas son de otra manera. Un día de septiembre de 1987 Fidel atisbó una sociedad que indispensablemente debía estar actualizada en términos de computación e informática. Por ello lanzó el reto de cultivar a los cubanos de forma masiva en estas tecnologías: no podían quedar al margen de una realidad hasta ese momento un tanto inescrutable, la cual, eventualmente, dominaría el mundo en múltiples campos.
El noveno mes de 2007, un vigésimo cumpleaños de los Joven Club de Computación y Electrónica (JCCE), fundados por iniciativa del Comandante en Jefe, irrumpió en un mundo en el que un cinco por ciento de la población tiene la mitad de las computadoras del planeta y tres cuartas partes de las telefonías están en países imperialistas, donde vive el 15 por ciento de la humanidad.
En Cuba, los niños, que nacieron con la era tecnológica, fueron los más favorecidos. Sus enormes ansias de aprender permitieron, además de la apertura y aprovechamiento máximo de nuevos cursos, la implementación de varios software -instalados antes en los JCCE- en las escuelas, como modo de facilitar el aprendizaje.
Pero no solo los pequeños se han visto beneficiados. No importa si peina canas y no sabe mover el mouse. Los Joven Club también tienen un lugar para los adultos mayores. Aprender nuevas cosas, no quedarse al margen, y emplear el tiempo libre de manera sana y fructífera, son algunas de las razones que han motivado a más de 46 mil abuelos, graduados ya de algunos de los cursos que se ofertan.
La condición de vivir en lugares de difícil acceso tampoco ha supuesto un obstáculo infranqueable para los instructores que con una computadora portátil suben el lomerío de la Sierra Maestra. Estos proyectos comunitarios se conjugan con laboratorios móviles que van hacia distintos poblados con el equipamiento necesario.
También los sordos e hipoacúsicos significaron un desafío que los instructores tomaron como una posibilidad para la superación, y al mismo tiempo expandir los horizontes de estos jóvenes con limitaciones físicas. Hoy ya tienen cien profesores en los centros de sus municipios que conocen el lenguaje de señas.
Según la Declaración de principios de la Cumbre de la Sociedad de la Información, realizada en Ginebra, Suiza, en 2003, la Sociedad de la Información debe estar centrada en que todos puedan crear, consultar, utilizar y compartir la información y el conocimiento, para que las personas, las comunidades y los pueblos puedan emplear plenamente sus posibilidades en la promoción de un desarrollo sostenible y en la mejora de su calidad de vida.
La cultura general integral en la que creemos, la sociedad libre y preparada que construimos no será posible sin los avances tecnológicos. El conocimiento es la fuente de la verdadera libertad.
Los Joven Club de Computación y Electrónica representan una vía para llegar a esto, para que todos, niños, jóvenes, adultos, y abuelos puedan acceder a la informática y la electrónica.
Al tanto de la brecha tecnológica, los Joven Club, como parte del proyecto de informatización de la sociedad cubana, socialista como ella, se centraron en lo inclusivo, en una recreación sana y educativa, justo a la inversa de lo que sucede en el mundo, donde la tecnología y sus hacedores avanzan, con botas de siete leguas, sin pensar en quien carece de recursos, que no tiene acceso y se queda varado en el tiempo.
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