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Isla al Sur

LA MARTIANA

LA MARTIANA

 

 

“El maestro constituye el pilar de la sociedad, su obra está presente en cada estudiante que haya formado”, aseveró la profesora Juana Lidia Orille Ascuy.

 

 

Texto y foto:
ARIANNA CEBALLOS GONZÁLEZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Juana Lidia Orille Ascuy, Doctora en Ciencias Pedagógicas y Profesora de Mérito del Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona, perdió prácticamente el nombre y se convirtió para muchas personas en La martiana. Su encomiable labor como maestra y divulgadora de la vida y obra del Apóstol avalan el apelativo.

“Me considero una estudiosa de Martí. Traté de proyectar toda mi existencia en función de lo que él nos legó, y transmitir esas enseñanzas a los demás.”

A pesar de haberse jubilado hace años, las puertas de su casa siempre están abiertas para quienes precisen de los conocimientos y experiencias que posee en el campo de la educación. La Doctora confiesa que cuando comenzó sus estudios en la Escuela Normal para maestros de La Habana, aún no estaba segura sobre su decisión de ser profesora, pero que en ella influyeron diferentes factores que contribuyeron a su deseo de continuar.

“Definió mi vocación por el magisterio que cuando estaba en segundo año de la Normal, mis compañeros y yo realizábamos las prácticas de observación a partir de una clase dada por la profesora, y mirábamos cómo se desenvolvían y comportaban los estudiantes.

“Durante una clase que impartía una compañera ocurrió una indisciplina. Ella, que no tenía experiencia, el recurso que encontró fue poner de pie a los alumnos. Pero fue peor la solución, pues los muchachos comenzaron a tirarse la corbata del uniforme como si fuera una pelota.

“Observé todo aquello y me dije: ¿Qué voy a hacer cuando me toque trabajar con ellos?, pero me di cuenta de cuál era el líder, y durante el receso conversé con él.

“Me percaté que gracias a eso logré en cierta medida un cambio en su conducta. Ahí fue donde comprendí el papel del maestro: modificar para bien al educando, a partir de conocerlo. Siempre tuve muy clara una sentencia de un pedagogo de aquella época que decía que al niño para educarlo había que amarlo, pero para amarlo había que comprenderlo y para comprenderlo había que conocerlo. Esa ha sido siempre mi divisa. El maestro, por encima de todo, tiene que proponerse dejar huellas positivas en sus alumnos.”

-¿Recuerda con especial cariño alguno de los profesores que tuvo en la Normal?

En primera instancia la Doctora Dulce María Escalona, porque influyó en mi vida profesional y ciudadana; por sus ideas, valores y principios. Fue vanguardia en los aspectos de la educación, meditó siempre a favor de los pobres, era intransigente con ella misma y con lo mal hecho, no admitía adulonerías. Buscaba siempre que uno hiciera sus propios análisis. Decía que la disciplina se impone y después se concientiza.

La figura del Apóstol en Lidia

“Mi interés por Martí no despertó desde edades tempranas, lo que hoy sabemos de él, ni remotamente se conocía en 1940, apenas lo estudié en la escuela. Sabíamos que había escrito La Edad de Oro, Los Zapaticos de Rosa, pero no más.

“En cuarto año de la Normal, en el segundo semestre, dimos literatura cubana. Por esa fecha, la profesora Carolina Poncet, quien impartía la asignatura, estaba de licencia, por lo que vino una maestra a sustituirla: Sira Soto.

“Ella llegó con una innovación, no nos dio una sola clase, distribuyó las distintas figuras históricas que debíamos estudiar. Cada equipo tuvo que hacer un trabajo de investigación para después exponerlo en el aula. Nosotros lo hicimos sobre la oratoria martiana. El tema nos puso en contacto directo con su obra, no con lo que alguien dijera sobre él, sino con lo que expresaba el propio Martí.

“Después de terminar la Normal, comencé a trabajar en el año 1946 en Regla. Una compañera de otra escuela, conocía la existencia de un seminario sobre Martí, que daba gratuitamente una vez por semana el profesor Gonzalo de Quesada y Miranda, en la Universidad de La Habana. Inmediatamente me inscribí.

“Quesada era hijo de Quesada y Aroste, el discípulo predilecto de Martí, a quién le orientó en su testamento recoger todos sus papeles, e inclusive le dio indicaciones de cómo debían publicarse. La mayor parte de esos documentos los tenía Carmen Millares, la madre de María Mantilla.

“Anteriormente, en 1941, los graduados de ese seminario decidieron hacer una asociación de ex alumnos. En 1948 pasé a formar parte de ésta y ahí es donde empecé todo mi trabajo acerca de la figura del Apóstol. Tan pronto ingresé en el grupo, me propusieron como secretaria de la Comisión de Educación.

“Alrededor de 1950 comenzó a gestarse la idea de la construcción de la Fragua Martiana, la cual se inauguró el 28 de enero de 1952. Ella pasó a ser sede y museo de la Asociación.

-¿Cómo conoció a María Mantilla?

Ese mismo año realicé un viaje de excursión a California, Estados Unidos, durante el cual, y por encargo de Quesada, le entregué a María Mantilla una carta de invitación por los actos del centenario del nacimiento de Martí. Al entrevistarme con ella percibí que era una persona encantadora.

-Desde junio de 1952 a junio de 1953 usted fue presidenta de la Asociación de ex alumnos. ¿Qué actividades se organizaron para conmemorar el centenario del nacimiento de Martí?

Surgió la idea de poner un busto en honor a él en el Turquino. Se develó el 21 de mayo de 1953.  Fue algo extraoficial, por parte de la propia Asociación con el Instituto de Espeleología, del cual era delegado en Santiago de Cuba, Manuel Sánchez Silveira, padre de Celia Sánchez Manduley. La historia se tergiversó mucho, hasta el punto de decirse que ella y su padre pusieron el busto de Martí en el Turquino. Silveira pidió a Quesada que Celia formara parte de la expedición.

Ella, su padre y otras personas subieron al Turquino, al llegar a la cima develaron el busto. Celia sirvió de guía, porque conocía esa zona.

-¿Por qué usted no estuvo directamente cuando se develó el busto?

No subí por cobarde, le tengo terror a las alturas, no quise ser un impedimento, así que me quedé en el llano con Quesada y otras personas, despedimos a la expedición en Santa Ifigenia. Tuve el privilegio de entregar la bandera que se izó. Siempre digo que la doctora Escalona me hizo maestra, y Quesada, martiana, gracias a los dos resulté ser una maestra martiana.

-En 1962 comenzó a dirigir la escuela Felipe Poey, anexa a la Facultad de Pedagogía de la Universidad de La Habana. ¿Qué significó para usted?

Todo, fueron doce años. La doctora Escalona fue la iniciadora del proyecto de hacer ese tipo de escuela de la que no se tenía referencia alguna en Cuba. Abarcaba desde preescolar hasta noveno grado. La Anexa dejó grandes memorias, se aplicaron teorías pedagógicas muy avanzadas. Se vinculó el estudio con el trabajo, nuestros alumnos fueron los primeros en participar en la actividad agrícola.

Lidia Orille comenzó a trabajar en 1964 en el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona. A partir de entonces, ocupó diversas responsabilidades, laboró desde Profesora Principal hasta Vice Decana del Departamento de Pedagogía-Psicología: “La escuela Felipe Poey se anexó al Instituto. Yo, como directora de dicho centro, pasé a trabajar al Pedagógico. Considero esos años los más fructíferos de mi vida.”

-¿Cómo piensa usted que ha influido el Varona en la educación en Cuba?

Considero que el Varona ha tenido una gran influencia en una buena parte de la educación cubana y la prueba está en los resultados. Pienso que todavía al Pedagógico no se le ha reconocido lo que ha hecho en estos 45 años que lleva de fundado.

La doctora colaboró en la creación de la televisión escolar como tele profesora. Impartió la asignatura de Ciencias para maestros de cuarto y quinto grado: “El objetivo era ofrecer recursos metodológicos para que esos profesores tuvieran un mayor nivel de identificación con los alumnos. Las clases iban acompañadas de tabloides.”

-¿Qué tareas le asignaron cuando colaboró como asesora técnica de las comisiones para la Campaña de Alfabetización?

Me orientaron asesorar en la ciudad sobre el manejo de la cartilla. En esos momentos no disponía de mucho tiempo, pues trabajaba dando clases en televisión.

-Hace algún tiempo se desarrollan cambios en el sistema educativo cubano. ¿Qué opina acerca de los mismos? 

Hay tela por donde cortar. Deben hacerse cambios, pero pienso que hemos perdido, sin darnos cuenta, la formación sistemática del maestro, que es lo que garantiza su calidad. Al mismo tiempo, hay que asesorar a esos futuros profesores, la vocación sola no es suficiente. Cualquiera puede enseñar en un momento dado, pero la labor formadora del maestro tiene que sustentarse en conocimientos científicos, pedagógicos y sicológicos. El uso del video no es malo, constituye una necesidad, pero no deja de ser cierto que se hace exageradamente. Eso te informa, no te forma.

-¿Cuánto representó el Doctorado para usted?

No hice doctorado. Soy doctora en Ciencias Pedagógicas por la única vez que se concedió esa categoría, es decir, por línea directa.

-Usted tiene tres publicaciones, ¿qué temas abordó en ellas?

Martí y el amor, es un folleto de una conferencia que yo realicé y que posteriormente el Instituto reprodujo. En ella se muestran una serie de reflexiones a partir de una frase del Apóstol que expresa: “Decimos al odio, detente, decimos al amor, avanza. Dulce María Escalona: maestra de maestros, es un esbozo de una biografía a su persona. Por último escribí La Ética Pedagógica, donde hago una ponencia sobre el tema.

-¿Cómo definiría, en pocas palabras, quién es Juana Lidia Orille?

Una maestra, que a sus 85 años se siente completamente realizada en la profesión y en la vida, la falta de hijos la ha suplido los estudiantes. El alumno es la arcilla, de acuerdo a cómo se vaya moldeando, así va a salir. La belleza del magisterio está, precisamente, en que esos estudiantes, al partir, te recuerden, por las huellas que en ellos supiste dejar.

Esta entrevista forma parte del libro en preparación Rostros del Varona, escrito como examen final del género por alumnos de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, a propósito del aniversario 45 de la casa de altos estudios pedagógicos.

Ficha técnica:

Objetivo central: Profundizar en la labor educativa y martiana de la profesora Juana Lidia Orille Ascuy.

Objetivos colaterales: Conocer qué factores y personas influyeron en su decisión de ser maestra. Saber cómo conoció a María Mantilla. Indagar acerca de cómo llega y qué significó para ella trabajar en el Instituto Superior Enrique José Varona.

Tipo de entrevista:

Por sus participantes: Individual
Por su forma. Mixta
Por su contenido: De personalidad
Por el canal que se obtuvo: Encuentro directo

Tipo de título: De referencia a la entrevistada
Tipo de entrada: Directa o de presentación
Tipo de cuerpo: Mixto
Tipo de preguntas declaradas: 1-cerrada; 2- abierta; 3-abierta; 4-abierta; 5-abierta; 6-análisis; 7-abierta; 8-análisis; 9-abierta; 10-abierta; 11-abierta
Tipo de conclusión: De opinión del entrevistado

Fuentes consultadas:

No documentales:

Profesora Lidia Turner, Presidenta de Honor de la Asociación de Pedagogos de Cuba.
Profesora Luisa Campos, Directora del Museo de la Alfabetización.

Documentales:

Revista Varona
Revista Bimestre

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