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Isla al Sur

PRESERVAR LAS MIELES DE NUESTROS PANALES

PRESERVAR LAS MIELES DE NUESTROS PANALES

Iraida Calzadilla Rodríguez

 

Un hombre y una mujer son libres como los pájaros cuando vuelan y viven en plenitud, me dijo el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel cuando, por esos golpes de suerte que a veces tenemos los periodistas, pude conversar con él apenas unos minutos en República Dominicana.

 

Escultor de profesión, en él las palabras sobreviven a la mera frase bella. En este inicio de milenio cuando nos preguntamos qué está pasando hoy en el mundo, dónde nos encontramos parados y qué podemos hacer para lograr propósitos y anhelos, Pérez Esquivel sustenta que debemos descubrirnos y buscar en nuestras propias vidas y sentimientos, tener el coraje de mirarnos hacia adentro, y desde ahí poder construir el mundo al que aspiramos.

 

¿Este siglo nos traerá la paz o la guerra?, le pregunté como a una suerte de oráculo y cuando el Planeta Azul gira con la impronta de guerras, masacres, conflictos sociales y los jinetes apocalípticos de la globalización, el libre mercado, la deuda externa y el hambre -esa bomba silenciosa como la llama el Premio Nobel- cabalgan a sus anchas.

 

“La paz no se regala, se conquista. Pero creo que tenemos el desafío de unirnos, de integrarnos. Únicamente nuestros pueblos van a sobrevivir y enfrentar los desafíos venideros si tenemos la claridad política, social y fundamentalmente solidaria, para saber que tenemos una causa y una vida común y que la paz va a ser resultante del estado de derecho, de verdad y de justicia”.

 

Es hombre que viene de una militancia de lucha no violenta, de defensa de los derechos humanos, y convoca con palabra precisa, sin artilugios, asumiendo posiciones para desde ellas proyectarse a la vida con un compromiso social, político y espiritual que condena el término de lo aséptico: “Como latinoamericano tengo visiones muy claras y concretas”.

 

Entonces, definió en la conversación algunos términos: “La globalización hay que tomarla con mucho cuidado porque hay palabras que se ponen de moda. Creo que tiene cosas positivas en cuanto a la interrelación de los medios de comunicación social. El mundo está avanzando precipitadamente en cuestiones tecnológicas y científicas. Pero por otro lado, tiene sus fases negativas como son los procesos de aculturización, masificación y globalización de la pobreza, la exclusión social y conflictos como la intervención a muchos países. El grupo de naciones que mantienen el poder político y económico es el que está controlando hoy el mundo y creo que tenemos que saber discernir entre lo bueno y lo malo de la globalización.

 

“Más que ese término, para América Latina y el Caribe prefiero hablar de integración. Nuestro continente aún no lo está totalmente y esto es uno de los grandes desafíos y de los graves peligros que corremos si no lo actuamos. Hablo de integración porque ella nos permite el respeto de las identidades, de las raíces culturales, de la vida propia de nuestros pueblos.

 

Para Pérez Esquivel, lo importante es fortalecer la identidad de la vida de los pueblos porque serlo no significa juntar gentes, sino tener una identidad, y la globalización que nos están imponiendo los dominadores es la desintegración cultural, la masificación: “Nos quieren domesticar y creo que la sobrevivencia de los pueblos parte de la historia y la historia es la memoria de la vida y en esa memoria de la vida de nuestros pueblos es de donde tenemos que beber y nutrirnos para poder construir”.

 

Es conversador con pausas aparentes, pues entrega un concepto tras otro con fino hilvane. Imposible en el diálogo no hurgar en ese sino de maleficio para las economías subdesarrolladas que es el libre mercado, “nunca antes tan amarrado como ahora”; la democracia, “que no sabemos qué adjetivo darle”; y el capitalismo salvaje, “que no existe porque no conozco ningún salvaje capitalista. Son hombres y mujeres muy bien ubicados y con coches de último modelo”. Para este hombre es necesario encontrar el verdadero sentido de las palabras, “porque también se usan como dominación y no como liberación, y corresponde a nuestra conciencia crítica qué hacer frente a toda problemática”.

 

Parece que reposara reclinado en el butacón desde donde conversó sereno, con las manos cruzadas, calmosas: “¿Qué pasa cuando vemos tantos niños que mueren  de  hambre, cuándo observamos la cantidad de excluidos, las dos terceras parte de la población? La posibilidad de ellos es la pobreza”.

 

Sugerí, en tan pequeño tiempo, hablar sobre América Latina y el Caribe. Me recordó la muy reciente conferencia magistral que había impartido en tierras dominicanas, ante periodistas de la región. En ella destacó: “Después de cinco siglos nos siguen desangrando y debemos asumir los desafíos para asegurar el derecho a la vida, a la dignidad de las personas y los pueblos, de 600 millones de seres humanos que padecen las consecuencias de un orden económico injusto y violento, excluyente e inhumano. Solo la unidad nos dará la posibilidad de un desarrollo sostenible. No hay otro camino y debemos dejar de ser espectadores para convertirnos en protagonistas, para revertir la situación”.

 

Pérez Esquivel debía marcharse, pero fue inevitable un último comentario, Cuba: “Es como una luz de esperanza en el continente porque tiene el coraje de resistir, de mantenerse a pesar de las dificultades, y de dar un ejemplo de voluntad popular frente a la agresión. Soportar casi 40 años de bloqueo habla mucho y bien del pueblo cubano y de lo que ha logrado preservando su identidad.

 

“Para nosotros, la democracia significa derecho e igualdad para todos, que lo poco que hay pueda ser distribuido de forma equitativa, que exista lo que uno ve en el pueblo cubano, una gran dignidad. Yo creo que Cuba es un ejemplo, un testimonio de compromiso. Nos ha dado una visión, un sentido de cuáles son los caminos por los que se puede optar”.

 

La razón de ser primera de Adolfo Pérez Esquivel es la lucha por la liberación, porque “únicamente cuando somos libres podemos amar en plenitud”. Por eso, prefiere suscribir junto a aquel grande que fue Tupac Amaru: “Luchamos para que no nos roben las mieles de nuestros panales”.

 

Santo Domingo, abril de 1999.

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