LOLÓ DE LA TORRIENTE
Tema: ¿Por qué una figura incuestionable desde todos los puntos de vista: político, ideológico, periodístico, literario, una verdadera personalidad de la cultura cubana, ha merecido tan escaso estudio académico y ningún reconocimiento institucional y divulgación pública? Oponente: Doctora Miriam Rodríguez Betancourt.
SONIA PEREZOSA,
respuesta a la oponencia para
la tesis de licenciatura en Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
Una de las mayores satisfacciones que me brindó realizar esta tesis fue la oportunidad de entrevistar a personas que por distintas motivaciones conocieron a Loló de la Torriente. Amigos, familiares, colegas, me permitieron escucharlos y respondieron amablemente mis interrogantes. Una de ellas, para la que tal vez no exista respuesta total es la misma que formula la oponente: ¿Por qué una figura incuestionable desde todos los puntos de vista: político, ideológico, periodístico, literario, una verdadera personalidad de la cultura cubana, ha merecido tan escaso estudio académico y ningún reconocimiento institucional y divulgación pública? Contestarla me hizo —nos hizo—, recordar y especular, volver a las inexplicables sombras en los mundos de Loló.
Virgilio López Lemus, por ejemplo, me comentaba que en la década del ochenta cuando la conoció, «estaba algo aislada, un poco sola, (pues) algunos viejos amigos ya no la visitaban (y) ella tenía un mar de resentimientos sobre sus coetáneos, pero no por ello dejó un solo día de escribir, leer y trabajar», «porque los intelectuales están por encima de eso –planteaba también la investigadora Judit Díaz- Y Loló era una intelectual».
Tal vez fue esta una de las primeras causas por las cuales Loló fue olvidada, incluso antes de que muriera en 1983, «a pesar de no ser ni estrella de paso ni tampoco estrella menor», como afirmó Virgilio López Lemus en un artículo en el periódico Granma.
Es necesario tener presente, además, que aunque en sus últimos años de vida se mantuvo escribiendo para publicaciones como Bohemia, estuvo inmersa casi completamente en su libro Los caballeros de la marea roja, una inmensa tarea de creación literaria, sobre todo por sus alcances temporales. Para muchos, una faena intelectual de estas dimensiones es también sinónimo de soledad o distanciamiento.
Puede influir, además, que Loló, como he dicho antes, fue una periodista que murió hace relativamente poco tiempo. Y no es muy común el rescate de personalidades «inmediatamente» después de su muerte. Tal vez esperar a que pasen los años sea una fórmula para hacernos comprender la necesidad y obligación del reencuentro con lo perdido –en este caso su amplia cultura, su ejemplo como escritora revolucionaria.
Loló fue también una mujer que vivió con plenitud entre sus «dos patrias»: Cuba y México. Posiblemente tener esta dualidad de hogares, no le brindó, como a otras figuras, la posibilidad de ser estudiada en los dos países, sino que las ausencias indistintas en uno u otro sitio provocaron su olvido.
Su escaso reconocimiento puede deberse, además, a la amplitud de temas que abordó. Se desarrolló en la literatura, el periodismo y la crítica de arte; esto, sin contar su apasionada vida política. Es posible que abordar estos diferentes y gigantescos tópicos ha hecho que el estudio de su figura caiga en «terreno de nadie», al pensar que merece ser más reconocida en un sector que en otro; y en ninguno, al final.
Asimismo, se podría pensar que hay nombres que simplemente no son tomados en cuenta por instituciones para ser estudiados y, aunque sean relevantes, caen en la desmemoria. O que sobre ellos se tienden suspicacias, mezquindades, intereses diversos que en cada coyuntura histórica contribuyen al aislamiento, a la soledad; y que, pasado algún tiempo, son omitidos o enterrados por los testimoniantes.
De cualquier forma, pudiéramos recordar personalidades que han corrido suerte parecida. Algunas, por fortuna, ya se han rescatado; otras, permanecen en la sombra debido a disímiles causas (Félix Varela, Dulce María Loynaz, José Rodríguez Feo…)
Ojalá sirva esta tesis para que el silencio alrededor de Loló sea, a la larga, vencido, para que como espera López Lemus, «el tiempo haga que lleguen momentos de desentrañamiento de su obra, que la fijarán en el espacio definitivo que merece». «Lo contrario —como defiende el Investigador Francisco de Oraá, en Historias en dos mundos—: sería ignorar la necesidad histórica de todo un lenguaje».
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