CUANDO LAS LETRAS CAMINARON POR LA PANTALLA
IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ
El día que instalaron el televisor, Ania Martínez Pena no dejó entrar a los niños al aula hasta que estuvo encendido. Lo primero que hicieron fue besarse, abrazarse y saltar, y en el momento en que se transmitía un reportaje en el que Fidel hablaba, al unísono dieron vivas a ese hombre a quien definitivamente veían en la dimensión exacta de sus gestos.
Al rato, cuando se iniciaron los créditos finales del reportaje, Daini y Joel, preocupados, subían y bajaban las cabezas porque no sabían de dónde venían ni hacia dónde iban las letras. Para ellos, simplemente caminaban por la pantalla de colores luminosos. Ania lo cuenta ahora y se ríe. Pero esa vez, lloró.
Vive en Barajagua, en el municipio cienfueguero de Cumanayagua, a 11 kilómetros del lago Hanabanilla, en Manicaragua, provincia de Villa Clara, donde incondicionalmente la espera el campesino Titi Lozano en su canoa para llevarla por las tranquilas aguas, hasta la orilla opuesta. La maestra, entonces, a falta de un mulo dócil, inicia el ascenso de tres kilómetros a buen paso, para llegar puntual a la escuela rural René Meneses, e iniciar la mañana con la alegría de aves en vuelo por las aulas.
A ese punto remoto llegó hace seis años con el compromiso de vencer un curso, pero en este tiempo no ha podido desprenderse de los buenos sentimientos que la atan a sus niños queridos. Al principio, tras concluir los períodos escolares anunciaba el retorno al pueblo, pero las lágrimas de los pequeños le hacían retornar al siguiente septiembre. A estas alturas, ya no sabe cuándo se irá porque, a fin de cuentas, la belleza natural de ese lugar recóndito en el corazón del Escambray también la sedujo para siempre.
Hace unos días vino a un encuentro de educadores en La Habana. No necesitó de palabras enfáticas ni de discursos largos. Se limitó a transmitir, con las mismas frases lindas y sencillas de sus cuatro estudiantes de primaria, el agradecimiento a Fidel y a la Revolución por haber dotado a su escuela de electricidad, televisor, video y computadora, y con ellos asistir a la magia de conocer mar, zoológico y parques. Al terminar, en el aire se percibía un abrazo.
"Cuando empezaron a ver programas sobre animales de la selva y apareció un león, se asustaron mucho. Tuve que explicarles que no saldría de la pantalla, y que recordaran que se los había enseñado en láminas. Antes de tener el televisor, yo los motivaba con libros e ilustraciones para que conocieran el mundo y muchas cosas que son cotidianas para los niños de la ciudad. Ahora, que disfrutan también del video y de películas, el pensamiento se les va enriqueciendo y se nota en las oraciones largas que redactan, en los párrafos bien estructurados, y en el uso de sinónimos y nuevas palabras que incorporan al vocabulario", explica la maestra, cuya escuela es una de las 439 en todo el país con una matrícula entre uno y cinco niños, igual de beneficiados con los Programas de la Revolución.
Lleva 13 años en labores docentes, estudia Licenciatura en Primaria, ha recibido el Premio Especial que otorga el Ministro de Educación, y por tres veces consecutivas el Sindicato de Trabajadores de la Educación, la Ciencia y el Deporte la ha reconocido como Vanguardia Nacional. En el sitio serrano en que trabaja, predomina la producción de café y solo existen 16 viviendas, por lo que también atiende a los pequeños en las vías no formales y en preescolar, y aún busca tiempo para el círculo de interés Pequeños Alfareros, que le proporciona la satisfacción de asistir al sortilegio de la creación en barro.
"Las nuevas concepciones educacionales han significado abrir todas las posibilidades a esos estudiantes, y también a sus padres, quienes se incorporan a la escuela a partir del trabajo comunitario. Mire, no necesitamos de custodios especiales, porque las mismas familias son las guardianas del panel solar y de todos los equipos, una vez que yo me voy en la tarde. Y no quiera usted saber lo que pasa allí los días de la serie de pelota, ¡esa no se la pierden por nada!".
Pocos días en La Habana y el deseo va creciendo por el retorno al hogar y a la escuela donde la esperan Alcides, Heidy, Joel y José Manuel, de quienes se siente responsable hasta los tuétanos, en esa vocación de evangelio vivo que sobrevive siempre en los buenos educadores: "Yo no sé qué tiempo me pueda quedar en el Escambray, pero sí le puedo decir que estar allí es lo más grande que me ha pasado como maestra".
En estos días de intenso frío, Ania saluda la madrugada con optimismo a prueba de desafío. Da un beso a Ariennys, acurrucada en la tibia manta, y otro al esposo para quien también empieza la jornada, y va al calor de la cocina y al aroma del café, cual inicio de su marcha resuelta hacia la serranía.
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