COPPELIA EN TREMOLINA
Jorge Jorge, el primer administrador de la más universal de las heladerías cubanas, habla sin nostalgias de ciclones, horas de insomnio y largas colas desde la misma arrancada de la hoy patrimonio popular, esquina de 23.
IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ
Ahora que pasa los ochenta, la vida le gira en recuerdos por más que intente sumergirse en la vorágine de trabajo y reuniones. Y tiene el escape de los versos por tanta mujer bonita amada, a veces solo en los fueros del deseo insatisfecho, pero siempre con la honda sinceridad del próximo acercamiento de dos pares de ojos como fuegos. Entre tanta línea escrita, una parece el epitafio exacto: “Yo sé que tengo la dicha de que mi muerte llegará distinta a todas las muertes: ¡Llegará enamorada!”.
Pero le espanto el presagio de parca anunciada, mientras él toma un largo trago de ron cual pasaporte dilatador de arterias. Jorge Jorge ha prometido que en el inicio del milenio no andará con gusto medicamentoso porque, al fin de cuentas, está derecho y sano y el corazón le funciona con cuerda de reloj fino.
Está entre los viejos más flacos que he conocido. Y entre los más cuenteros, extrovertidos y sensibles a la ternura, la belleza y el afecto. Le miro y creo que, aunque la prudencia le falte en mucho, le sobran tenacidad, lealtad y testarudez para conseguir lo que quiere y demostrar ser buen amigo. Es un romántico incorregible.
Coppelia en remolino
Los ojos de Jorge Jorge como dependiente del Hotel Nacional de Cuba, y luego administrador al triunfo revolucionario, han visto más de cuatro cosas venidas de huéspedes famosos, o raros, o simplemente excéntricos. Pero poco habla este hombre de cuando, siendo responsable de servicios en los restaurantes de lujos de la antigua provincia de La Habana, a Raúl Guzmán le dio un dolor de todos los demonios y lo ingresaron en el hospital. Lo llamaron a él para que cubriera en emergencia el puesto de administrador de Coppelia, la hermosa heladería de L y 23 a punto de ser inaugurada y fue como si le partiera en dos un rayo luminoso y aterrador.
Dice que el emblemático centro abrió el 14 de junio de 1966. Pero la memoria le traiciona. La invitación oficial registra el día 4, a las cuatro de la tarde, con multitud de pioneros en festín de helados. Y dos cosas han marcado a Coppelia: la afluencia de personas y las largas colas. En la jornada del cinco, por ejemplo, más de 12 mil entusiastas pasaron por sus mil capacidades y no importó en absoluto la lluvia persistente que “aguó” la fecha. La esquina de La Rampa empezaba su leyenda y en medio de esa tolvanera de entradas y salidas, de griterías y colados, de listas de helados con sabores ya en olvido, el flaco parecía estar en el vórtice de un remolino atendiendo sus nuevas funciones burocráticas o delante de los fregaderos ayudando a la escasa empleomanía.
“Oficialmente debíamos trabajar hasta las cinco de la tarde, pero las colas no amainaban y era frecuente alargar el único turno hasta la madrugada. Mira, no había vida. Yo llegaba al amanecer y al amanecer me iba. Apenas dormía. Y estaba también el hecho de que era mi primera oportunidad en una labor así. La suerte es que yo me pego como una fiera y no me doy reposo cuando las cosas aprietan”.
¡Las muchachitas!
El recuerdo más grato de ese tiempo mal anidado en la memoria es la presencia de “las muchachitas”, como llama invariablemente a las compañeras que trabajaron con él.
“Las enviaba la Federación de Mujeres Cubanas. Las seleccionaba por sus condiciones y necesidades de trabajo, pero también por el aspecto. Las había blancas, negras, mulatas, chinas, rubias, pelirrojas y trigueñas. ¡El mundo colorao! Pero como en todos los sacos siempre hay un descosido, algunos “eruditos de cuello y corbata” determinaron que no podían venir con trenzas y tenían que cortarse el pelo. A mí me parecía un crimen y por poco me da un ataque cuando vi algunas con el pelo bien bajito.
“Aunque el trauma mayor eran las dilatadas horas de trabajo. En los seis meses que administré Coppelia debieron pasar por lo menos doscientas mujeres, aquello no había quien lo parara. No se pensó en la enorme afluencia de público y se disponía de poco personal. Menos mal que después abrieron las entendederas y crearon más turnos y plazas.
“Imagínate cuan agotador era, que de la empresa venían a hacer horas voluntarias en los fregaderos. Pero tuve que suspender la ayuda porque todo se servía en cristal de primera calidad, canadiense, y el sal pa´fuera de pozuelos rotos no se podía soportar. Te lo digo ahora en confianza: los burócratas acabaron con la vajilla”.
-¿Qué gustaba más,
la fresa o el chocolate?
“Pues mira, los que no podían faltar eran el chocolate y la almendra. Esos eran los reyes de las mesas”.
En eso llegó Inés
Coppelia estuvo bautizada dos veces en 1966. Lo único que las aguas benditas caían en profusión nada aconsejable y la cúpula gigantesca, símbolo del edificio, parecía en ocasiones un ojo marciano pasado por alcoholes voluptuosos. Primero fue el huracán Alma, en junio, poco después de la inauguración de la heladería. Pinar del Río, Isla de la Juventud y La Habana fueron las provincias más azotadas y el evento meteorológico dejó en su zaga once fallecidos.
A la altura de finales de septiembre y hasta casi medianía de octubre, se formó la gorda nuevamente. Esta vez le tocó llamarse Inés al ciclón y antes de retirarse hacia el Atlántico, le dio buena zurra a los territorios del centro y el oriente del país. En total, cuatro muertos y 32 heridos.
Y ese sí cogió a Jorge Jorge en pleno ejercicio de administración. El hombre no quiere acordarse del día cinco de octubre, cuando el huracán plantó en la capital y las lluvias torrenciales calaron hasta el mismo centro de los huesos. Las muchachitas se fueron para sus casas una por una con su anuencia. El no tenía corazón para privarlas de atender a los hijos o a lo que fuera, porque “la verdad que las mujeres son el alma cuando las cosas se ponen feas”.
“Gilberto Broche, el jefe de almacén, un pequeño grupo de trabajadores, y yo, nos quedamos en la vorágine. De la empresa nadie venía a tirar un cabo, a excepción de Alfredo Díaz Longueira que pasó un rato y siguió hacia otros centros.
“Pero mira lo que uno hace. Resulta que Gilberto y yo cogimos tremendo coraje y nos dio por vender helado en medio del maldito aguacero, hasta las diez de la noche. Recaudamos dos mil pesos. Quitaron la electricidad y el helado se fue poniendo blandito por falta de frío. Oye, yo que apenas lo pruebo, ese día me atraganté con todos los sabores y veinte flanes. No sé como no me mató una indigestión. Quedé curado de espanto, ahora lo veo de lejos y con respeto, aunque si es necesario lo pruebo”.
-¿Pero no tuvo miedo?
Muchacha, en medio de la tormenta veo pasar una cosa negra por encima del edificio y los nervios me dan por pensar que se había caído la cúpula. Cuando lo dije me armaron tremendo choteo. En Coppelia no hubo daños, solo algunos gajos de árboles partidos. De todas maneras fue una experiencia espectacular.
-Usted comentó que vino Celia Sánchez...
Sí, cuando escampó un poco, llegó Celia vestida de verde olivo. Era la primera vez que hablaba con ella y me impresionó su sencillez y la naturalidad para darse cuenta de los detalles. Le mostré el edificio y lo comparé con un castillo por su fortaleza.
De pronto me envalentoné y le conté lo de las muchachitas y el pelo corto. Ella solo me dijo: ‘Los extremistas en todas partes son iguales’. Estuvo como cuarenta minutos y no dejó de caminar un instante.
Eso sí, cuando de la empresa se enteraron, entonces empezaron las llamadas y la preguntadera. Por poco hago original y copias para entregarlas con despacho rápido.
Adiós helado
Después de más de seis meses de su entrada en Coppelia, a Jorge Jorge lo enviaron de vuelta a su anterior responsabilidad. Una pausa da para el próximo comentario porque confiesa querer ser sincero en absoluto: “De pronto sentí nostalgia, pero a decir verdad, me invadió un alivio sin comparación. Lo mío es ser dependiente, atender al público, sonreír, dar respuestas finas. No me gusta estar detrás de un buró”.
-¿Qué aprendió?
Que esté donde uno esté, lo fundamental es la relación humana. Aborrecí como nunca antes los absolutismos.
Jorge Jorge conserva buen average en centros de trabajo y le insto a una precisión de ellos con lo primero que acuda a su memoria.
El Patio: “Entré cuando el banquete a los participantes a la Conferencia Tricontinental”.
La Torre: “La primera vez que subí fue para administrar. Allí estaba el mejor cocinero de Cuba, el negro Lugones. Y el que sabía más del oficio, el maitre Wenceslao. A mi me dio por escribir y hacerme el poeta”.
Carmelo de 23: “En una situación precaria cuando entré. Le hacía falta una reparación de urgencia”.
Lido y Caribbean: “Administrar los dos hoteles al mismo tiempo fue como para pegarme un tiro”.
Royal Palace: “Fui el último administrador. Después clausuraron el hotel”.
Victoria: “En la primera remodelación fui el inversionista”.
Packar e Isla de Cuba: “Me tenían de asesor”.
Bruzón: “Ahí vegeté”.
Rincón del Tango: “Tenía un presupuesto de tres mil pesos para gastos de representación. Todo cuanto usaba y con quien lo hacía, lo apuntaba. Fecha y hora. El dinero que no es mío me sabe a salfumán. Ahí pedí la jubilación”.
Tun-tun, paso a Jorge
El año y pico más aburrido de su vida lo pasó Jorge Jorge cuando se jubiló, atrapado en las cuatro paredes de la pequeña casa, contando y escuchando cuentos entre “viejitos de la tercera edad” de la esquina de Ayestarán, y soñando con amores posibles e imposibles que acosó y le acosaron alguna vez.
Nada quita esa angustia de traje descolorido. No bastan los hijos ni los nietos, porque cada quien anda en lo suyo por más que se preocupen por el catarro, los dolores de huesos y la comida a tiempo.
Un día le llamaron del Poligráfico Granma y se puso a trabajar como CVP. Hasta cursó una escuela y le extendieron certificado y carné. Después, en los inicios del Sindicato de Trabajadores de la Hotelería y el Turismo, la dirección se acordó de que existía aquel abuelito como pozo de experiencia y fueron a buscarlo a la casa.
La alegría de la recta final le empezó en ese justo instante en que parecen unirse cielo y tierra por tanto ahogo, y llega algo que nos descubre, una vez más, la riqueza de la vida. No podía imaginar entonces su nuevo puesto como presidente de los jubilados y los tantos reconocimientos recibidos en este último ciclo de breves años.
-¿Y Coppelia?
“Nunca más he ido allí. No me gustan las colas. Sabes, no soy tomador de helados y el día del ciclón fue tal el atracón que quedé puesto y convidado. De todas maneras, todavía soporto el de almendra”.
Recuadro I
La esquina más internacional
Considerada por muchos la esquina más internacional de Cuba, L y 23 con su monumental heladería Coppelia es sin duda un símbolo, más que habanero, cubano.
De allí partieron los protagonistas de una controvertida amistad de la que solo basta decir dos palabras: Fresa y Chocolate. Y le salió otro nombre con la versión teatral: La catedral del helado.
Tengo un colega que la llama “Vitrina de nuestras cremerías”.
Y no faltan amigos de otros países que en total rendimiento ante ese pasar de gente variopinta, bullanguera y raigalmente alegre, la asumen como la imagen de Cuba.
Viva, pues, ese espacio de asfalto que nos convoca a largas colas, ayer y hoy. Y entonces una se da cuenta que ha dejado de ser ironía la frase: “Estuve solo dos horas esperando para entrar”.
Recuadro II:
Sucesos del 66
Si Coppelia fue el acontecimiento más popular de 1966, casi como un redimido y moderno Paseo del Prado con su invitación a citas, otros sucesos importantes tuvieron lugar en Cuba durante ese año.
Entre ellos:
-I Conferencia Tricontinental de Solidaridad de los Pueblos de Asia, África y América Latina.
-Creada la OSPAAAL.
-Inicio del plan la escuela al campo.
-Primera Feria Nacional del Libro.
-Delegación cubana desfila en los X Juegos Centroamericanos y del Caribe, en Puerto Rico.
-Anuncian que a partir de 1967 los carnavales de La Habana formarán parte de los festejos por el 26 de Julio.
-Creado el Consejo Nacional de la Defensa Civil.
-IV Congreso Latinoamericano de Estudiantes.
-Creada la Organización Continental Latinoamericana de Estudiantes (OCLAE).
-I Encuentro Nacional de Monitores.
-XVII Olimpiada Mundial de Ajedrez.
-Seminario Internacional de Tiempo Libre y Recreación.
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