EL APÓSTOL VERSUS CRONOS
ANTONIO E. GUZMÁN MORALES,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
Un Martí del siglo XXI: dómine de generaciones que se van y otras que suceden, necesitadas de una figura paradigmática para continuar legados y consolidar valores.
No de almanaques de años viejos en bolsillos ni de afiches para ocupar paredes en oficinas. Se necesita un Maestro del diario, fiel compañero de viajes y discursos ya no tediosos y cargados de términos no sentidos.
A 157 años de aquel alumbramiento fértil, el Apóstol se levanta y camina junto a nosotros para mostrarnos pasajes correctos y enseñar a trazarnos metas imposibles para hombres flojos de corazón y cerebros llenos de vanas ideas nunca renovadoras.
Copiarlo no es plagio. Obrar como él lo hiciera o tomar todo lo que deseó concedernos para bien común, no es apropiarse de algo no nuestro; al contrario, posibilita ser capaces de lucir banderas defensoras de ideales puros, gratos y nunca conformes con resultados planificados.
Un Martí que se burla del tiempo, queda, cala y corrige. Que nos enseña a no preterir a la muñeca por ser negra y a condolernos con historias de niños enfermos. A sentirnos como Meñique y no creer en retos quiméricos, para luego pasearnos sobre los hombros del gigante frente a la comarca que nos creía incapaces.
Que inculca convertirse en Bolívar, Hidalgo y San Martín y a luchar para que el culto a la dignidad plena del hombre sea ley primera. A confiar por fin en los pinos nuevos, cantera de veteranos y “futuros” pilares de la Revolución, y a cultivar rosas blancas para amigos sinceros.
Ese es el Martí necesitado. Que desea poner la justicia tan alta como las palmas y no está de acuerdo con tomar a la Patria de pedestal pues debe ser ara. Firme, incorruptible y audaz, para así ser merecedores de portar en la frente la estrella que ilumina y mata. Un Martí fuera de arengas.
Un Apóstol a nuestro tamaño, o mejor, nosotros a su altura. No de figuras retóricas en textos súper editados y canciones para ganar concursos.
Estos tiempos nos obligan a verlo de ese modo: práctico, constante e impreterible. La mejor manera de de batallar en ellos, entonces, es ser fieles discípulos de nuestro Héroe Nacional, siempre mentor de un mar de cubanos que como Quijotes, no le temen a aspas de molinos supuestamente infranqueables.
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