¿VALGO MI PESO EN ORO?
YOHANDRA MARÍA PORTELLES QUEVEDO,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de la Habana.
“Quien lleva mucho por dentro, necesita poco por fuera, pero, quien tiene poco por dentro, necesita mucho más por fuera”, dijo una vez José Martí; no obstante, al parecer, hoy los jóvenes valoran en mayor medida el aparentar que el ser, y nuestra sociedad no está exenta de este fenómeno, pues las nuevas generaciones incrementan a diario su preocupación por la apariencia física y el peso corporal.
Si bien es cierto que importa mucho la impresión visual y debemos ocuparnos y preocuparnos por lucir lo mejor posible, son estereotipos universales difundidos por medios de comunicación masiva en sociedades consumistas, que se convierten en patrones para los jóvenes.
El modelo de la mujer extra delgada se ha hecho notar en los últimos tiempos y ha soslayado el prototipo que estaba de moda hasta la década de los ochenta o, tal vez, hasta finales del pasado siglo, para dar paso así, por las buenas, o por las malas, a una proliferación alarmante de los trastornos alimentarios, mucho más recurrentes ahora en este sector tan vulnerable.
Estas enfermedades, originadas por factores biológicos, psicológicos, familiares y sociales, constituyen una de las causas más frecuentes de alteraciones orgánicas, y hasta nerviosas en las personas desde 14 y hasta 40 años de edad, como grupos etarios más vulnerables, según estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Son la bulimia, la anorexia y la vigorexia los más conocidos y peligrosos.
Las bulímicas experimentan ataques de voracidad, seguidos por vómitos, para contrarrestar la ingesta, mientras las anoréxicas pierden peso al seguir dietas muy estrictas y emplear conductas purgativas.
Sin embargo, la vigorexia puede presentarse como la práctica excesiva de deporte o el comer de forma compulsiva para engordar, manifestado en los hombres, fundamentalmente.
A diferencia de lo que muchos creen, en nuestro país es alarmante el por ciento desde niñas hasta mujeres adultas afectadas por alguno de estos trastornos: han sido diagnosticadas tres de cada 10, pero la mayoría de ellas no acuden a los especialistas, ni lo reconocen frente a la familia, por temor a ser juzgadas o vergüenza de su actitud, y así lo demuestran estudios del Centro Nacional de Promoción y Educación para la Salud (CNPES) del MINSAP.
¿Acaso valemos lo que pesamos en oro?, porque si ese es el caso se debería engordar, y no enflaquecer; lo cierto es que para adelgazar es posible hacer ejercicio físico, acudir al nutriólogo, o mantener dietas balanceadas, pues si bien la delgadez extrema constituye un riesgo para la salud, la obesidad también lo representa.
Incluso a la hora de buscar pareja es complicado para aquellas muchachas un poco pasaditas de peso; el rechazo de algunos, la crítica de otros, mucho más fuerte a partir de la secundaria básica, son las causas que pueden llevarlos a asumir estas conductas orientadas en detrimento total de la salud.
“Ser lindos” es un término relativo, de acuerdo con los parámetros tenidos en cuenta para clasificarlo: ¿por qué la mujer delgada en extremo es más bella que la llamada llenita? Se debería buscar entonces un equilibrio entre la perfección funcional y la belleza.
Nuestra Dora Alonso, en su libro El caballito enano, dijo: “El mundo es ancho para los valientes. Que nadie llore por ser grande o chiquito, por ser flaco o gordo, o por feo; por parecer distinto a otros. Cada quien tiene un sitio en el mundo…”
La adecuada orientación familiar, las buenas relaciones con los compañeros y la confianza de cada quien en sí mismo, pueden ser los muros más infranqueables frente a estas obsesiones con la apariencia, que de forma inevitable cambia al pasar los años, pero no constituye en exclusiva carta de presentación si no va acompañada de bondad y cultura, cualidades para hacer crecer sin restricciones ni dietas.
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