POESÍA ERES TÚ
ANAYS ALMENARES ÁVILA,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
¿Enamoran algunos jóvenes cubanos con poemas? La magia de buscar la metáfora perfecta, de soñar la frase conquistadora y fascinante, de traducir lo que el corazón grita, de refugiarse en la palabra hechizada de otros o de uno mismo, de enloquecer con el encanto de la poesía, ¿se ha perdido?
Lo que aparentan ser preguntas inofensivas se convierte en un tema que roza a muchos, con el que la realidad nos golpea para demostrarnos que todavía existen los poemas, siguen naciendo de las mentes aladas. Sabemos que están ahí, pero ya no nos acercamos a ellos con frecuencia ni con tanta intensidad.
Quizás sea porque la juventud avanza hoy a una velocidad abismal. En un medio rodeado de música estridente, aire contaminado, estrés, se hace cada vez más difícil encontrar unos minutos para escapar de ese ambiente y dedicarle un espacio al espíritu. Ese que es capaz de crear y fortalecer a las parejas y al amor.
¿Extintos los Románticos?
Todavía/ un amor de «lo amo»/ de «usted», de «bien quisiera/ pero es imposible»...De «no podemos, / no, piénselo usted mejor».../ Es un amor así, / es un amor de abismo en primavera,/ cortés, cordial, feliz, fatal. (Fragmento de “Un poema de amor”, de Nicolás Guillén).
A Carlos Moya, estudiante de Gastronomía, no “le nace” andar regalando poemas ni flores y le “da igual” que se los den a él. «Esas cosas no me interesan, al contrario, me aburren», asegura. Y al parecer su concepción le ha funcionado, lleva más de dos años con Jenny y no planea separarse por ahora: «Ella sabe que la quiero, no necesito darle nada para demostrárselo. Eso es anticuado, no se usa».
Cinthia Rodríguez, ya resignada por lo que le ha probado su corta experiencia, dice que últimamente se han perdido los detalles, sobre todo en los hombres: «Cada día son menos románticos. Una se adapta y pocas veces nos quejamos, pero la mayoría estamos locas porque nos dediquen algún verso».
El romance ha cambiado la atractiva lentitud que apasionaba a los amantes, y según cuenta Daimara Sánchez, estudiante de Facultad de Biología de la Universidad de La Habana, hoy la juventud es más rápida, ya nadie quiere regalar una poesía, no hay tiempo para enamorarse. «Ahora solo piensan en el sexo y lo demás queda a un lado. Claro, todavía existen excepciones», expresa con un deje de incredulidad.
Desde esas escasas virtudes llega Danilo Varona. Mientras pasa el Servicio Militar ocupa su tiempo libre leyendo y escribiendo poemas, algunos para su novia Alejandra, quien lo espera cada fin de semana luego de seis meses juntos.
«Me gustan los clásicos y mis favoritos son Quevedo y Sor Juana Inés de la Cruz. En ellos he encontrado muchas de las palabras que quisiera susurrarle a mi pareja, a veces pienso que saben justamente lo que siento», confiesa.
Para la Doctora Aurora Vázquez, profesora de Sociología de la Universidad de La Habana, todo depende de lo que busca cada quien en una relación: «Si lo que quiere es un acercamiento temporal, una pareja sin enraizamiento de sentimientos ni proyectos compartidos, podemos encontrarnos una forma más superficial de conexión o menos romántica. Sin embargo, puede ser profunda, delicada y refinada si lo que se desea es un basamento sólido en el vínculo amoroso».
«Si la “chiquita” me gusta mucho, sí le digo poemas o hasta le hablo en chino si ella quiere, pero si no me “cuadra” tanto, no me preocupo por esas cosas», comenta Dayron Suárez, estudiante de Mecánica, con una mirada de complicidad hacia sus compañeros.
Continúa siendo poca la supervivencia del romanticismo en los días actuales, lo común ahora es ser directos y rápidos, quemando etapas, sueños y hasta posibilidades de una relación más duradera.
Con la experiencia de quien se enfrenta a este fenómeno todos los días, Roxana Matos cree que todavía quedan uno o dos locos por ahí, pero habría que buscarlos bien. «Están casi extintos los románticos de ese tipo, encontrarse con uno así es un milagro», asegura.
Otros tiempos
Los amorosos callan. /El amor es el silencio más fino,/ el más tembloroso, el más insoportable./ Los amorosos buscan,/ los amorosos son los que abandonan,/ son los que cambian, los que olvidan. (Fragmento de “Los amorosos”, de Jaime Sabines).
«El otro día en el P-6 estaban dos muchachos conversando; él le pidió el teléfono a ella, que le dijo no tenía; entonces él quería darle el suyo y ella no tenía donde anotarlo. Siguió insistiendo para que lo memorizara. Al final, cuando la muchacha se fue a bajar, él le gritó “¡Oye, no te vas a despedir!” y cuando se acercó le espantó un beso en la boca… así, como si nada, ¿todo muy “poético”, no?».
La anécdota la cuenta Alejandro Mut, un estudiante de Matemática que resalta entre sus amigos por su carácter jovial, y que ante la negativa de uno de sus compañeros, al parecer mejor espectador de los sucesos, se brindó a describir la extraña conquista.
Las técnicas de seducción se han modificado con los años. Lo que antes se consideraba una locura o una falta de respeto es hoy parte de la rutina en la vida de los jóvenes. Para los mayores los días actuales son descabellados, no suelen comprenderlos ni aceptarlos.
«Pretender que el mismo modo de conquistarse sea factible en distintas dimensiones espacio-tiempo no tiene mucho sentido, porque esas dos variables van marcando maneras diferentes de hacer y de manifestarse, incluyendo la expresión amorosa», afirma la socióloga Aurora Vázquez.
Los métodos de atracción los heredamos todos los animales. Mas, en el caso específico de los seres humanos, adquieren un simbolismo diferente, una significación que no toman los demás organismos.
Según el profesor de Psicología, Roberto Corral, en comparación a cincuenta años atrás sí han ocurrido transformaciones en los símbolos, pero no en las intenciones, esas siguen siendo las mismas. «Es como la moda, que cambia, pero la gente se sigue vistiendo. Creo que no debemos sobrevalorar las características de una generación sobre otra, porque no son tan diferentes. Los propósitos siguen siendo iguales», dice.
Los nuevos estilos varían según los gustos y el nivel cultural de cada quien, o como dijera Tony, un muchacho hippie con un concepto muy flexible del enamoramiento: «Hay mucha gente que se “tira” para los poemitas, Sabina, las saliditas al teatro, “la muela”…, existe de todo».
También las mismas estructuras poéticas se han renovado, se han convertido en formas más experimentales e innovadoras. Los menos viejos están reaccionando ante el panorama actual, como hicieron otros en su momento.
Isbel Díaz Torres, Premio de Poesía AlaDécima 2009, asevera que hoy los versos son mucho más desenfadados, transgresores, y que, incluso cuando tratan temas como el amor, se percibe cierta ruptura y hasta violencia en su forma: «Esto no quiere decir que sea mejor o peor, simplemente es la tendencia de ahora. Por esto una generación no puede esperar que las otras respondan a lo mismo, que se sensibilicen con lo que ellos lo hicieron en sus tiempos».
La raíz del asunto
«La sociedad cubana se volcó hacia la supervivencia durante el “período especial”, por lo que algunas expresiones de espiritualidad fueron desplazadas a un segundo plano. De la misma manera tuvo bastante deterioro toda la estructura de la educación cubana, a partir de los noventa se vio afectada la calidad, aunque se logró mantener la cobertura y eso ya es un logro», comenta la Doctora Aurora Vázquez al referirse a una de las causa del alejamiento de los jóvenes a la poesía.
«Pero era imposible pasar aquella crisis, llegar hasta hoy y suponer que, además de la masividad, se iba a poder mantener la eficacia. Es por esto que los poemas se fueron descalificando como elemento de la cotidianidad en las relaciones sentimentales en la misma medida en que se deterioró como término de estudio», agrega.
«Yo no leo poesía casi nunca, me parece demasiado enredada. Y no le dedico ninguna a nadie porque puede pensar que soy un ridículo. Prefiero hablar frente a frente, directo, y no andar con papelitos ni versitos», confiesa Miguel Morales, estudiante de la Escuela Formadora de Maestros Lázaro Peña.
Loisi Saínz, filóloga y profesora de la Facultad de Artes y Letras de La Universidad de La Habana, cree que hay un cambio en el propio interés de ir a buscar la poesía.
«La mayoría de los estudiantes universitarios de ahora leen poco y como parte de eso leen poca poesía. Además, se identifican más con otros géneros como el cuento y la novela. Por lo tanto, la poesía ha dejado de ser la vía para comunicar los sentimientos, que siguen siendo los mismos, solo que se expresan de otra manera», añade.
«A mí no me gusta leer poemas, me di cuenta de que eso no era lo mío. Lo que me encanta es la prosa. Sin embargo, sí me “cuadran” las letras de las canciones», admite Michel Valdés, estudiante de la Facultad de Matemática y Computación.
¿Quién dijo que todo está perdido?
Señalar fines a la poesía, por elevados que éstos sean, es no comprender que el poeta ha de vivir dentro de ella como dentro de algo que lo excede y no que él maneja a su gusto, de modo que se puede decir que la poesía vive menos dentro de él que él dentro de la poesía. (Fragmento del ensayo “Hablar de poesía”, Fina García-Marrúz)
«No he enamorado con poemas exactamente, pero sí con canciones, algunas hasta las he escrito yo mismo. Otras veces lo que hago con temas como “Serenata telefónica”, de David Torrens, es cambiar el nombre de la muchacha por el de la que me gusta y se la dedico», cuenta Wilfredo Pomares, estudiante de la Facultad de Historia y Filosofía.
La era en que vivimos nos invita a buscar alternativas con las que nos identifiquemos más, sin embargo, esto no significa que sean menos válidas o profundas.
El psicólogo Roberto Corral cree que los jóvenes se alejan de formas históricas de la poesía, pero están encontrando otras: «Un baile de casino puede tener tanta poesía como el mejor poema del mundo, todo depende de quién y cómo lo interpreten, y ese es un código actual».
-¿Pierde por esto cualidades la juventud?
«No pienso que la juventud esté perdiendo valores, solo los están reconcibiendo porque la vida cambia; una generación no es mejor que la otra, cada una se adecua y asume su momento», explica el doctor Corral.
«Creo absolutamente que sigue habiendo poesía en el amor en estos tiempos», asegura el poeta Isbel Díaz Torres. «En días de presión y violencia social no la dejamos de buscar, pero no como el acto sublime y puro, sino como el compromiso con nuestro tiempo y la necesidad de comprendernos a sí mismos. Y cuando buscamos alternativas, otras fuentes para llenar los vacíos que genera la sociedad, estamos frente a una idea muy poética.
«Las sensaciones que vivimos con la pasión son de catarsis, de riesgos, de incertidumbre de cuál será el próximo paso. No estamos viviendo con la poesía dentro, sino dentro de ella y nuestros actos son maravillosos y poéticos. Como lo fue el asalto al Moncada por la Generación del Centenario, y nadie piensa que eso tuvo que ver con la poesía», agrega.
Quizás la juventud esté avanzando hoy a una velocidad abismal, rodeada de música estridente, aire contaminado, estrés. Tal vez no recurran a los poemas en su forma tradicional, no vayan a ellos de modo regular.
De preguntar si los jóvenes cubanos se enamoran con poesía, la respuesta será que sí, lo hacen utilizando sus propios conceptos y símbolos. La interpretación de este término depende de cada quien. Bécquer nos regaló su concepto, ¿y quién podría decirle que estaba equivocado?
“«¿Qué es poesía?», dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? Poesía… eres tú.”
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