PARA ESCRIBIR UN CICLÓN
LUIS ANTONIO GÓMEZ PÉREZ,
estudiante de tercer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
Luisito tiene solo 11 años y le encantan los días grises y lluviosos. Quizás su predilección es tal porque, cuando llueve, su maestra es más comprensiva mientras pasa la lista, y como los fines de semana son tan corticos…
Cualquiera diría que a él no le gusta su nueva escuela en Guanabacoa, pero no es cierto; ¡cómo no le va gustar si allá hay decenas de matas de mango y hasta un refugio antiaéreo que hace las veces de pasadizo secreto!
Hoy Luisito no puede ir a clases porque el cielo amaneció demasiado gris y más lluvioso que nunca. Él imaginaba que este iba a ser un fin de semana largo, la voz se había corrido entre todos en el aula: “El jueves viene un ciclón, no hay escuela.”
Esta vez quedarse en casa no es igual a otras veces a pesar del aguacero. Para empezar, nadie fue al trabajo y desde que cortaron la electricidad los únicos sonidos que se escuchan en la sala son los del viento y el radio de pilas. Por el altavoz del artefacto a cada rato un señor repite algo como: “Nota informativa sobre el Huracán Michel.”
A su edad no tiene una idea muy clara de lo que entraña un ciclón, para él solo significa un par de días de descanso extra. ¡Claro, cómo no vive en medio de la ruta habitual de los huracanes!
Luisito se aburre. En la casa nada queda por hacer: macetas recogidas, ventanas empapeladas, agua acopiada para los trajines de la cocina. Tampoco sus juguetes logran levantarle el ánimo, él siente que ya está un poco grandecito para batallas entre soldados de plástico.
Bien pudiera ponerse a leer, le fascinan los libros. La última vez que se quedó en casa a causa de un aguacero devoró las páginas de El último de los mohicanos; pero hoy no tiene deseos.
Ahora Luisito está tumbado junto a la puerta de la calle con libreta y lápiz en mano. Ese siempre ha sido uno de sus lugares preferidos en días lluviosos, pues por una hendija se cuelan el aire y el olor frío de la lluvia y hasta pueden sentirse pedacitos de día gris…
Seguro Luisito vivirá varios ciclones más después de este, algunos iguales de aburridos, otros más agitados, también un par de ellos angustiosos; pero de Michel guardará un recuerdo especial: el agua, el viento, el color del cielo y una hendija quizás más grande de lo normal le revelaron su pasión por escribir. En la libreta, abierta por las páginas iniciales, puede leerse lo siguiente:
Ciclón / Con un viento huracanado / mi lápiz su danza empieza. / Yo, con dolor de cabeza, / la razón coloco a un lado. / Para no quedar mareado / por dar vueltas mientras ando / abro una puerta y, volando, / salen todos mis papeles. / Creo escuchar cascabeles, / seguro estoy delirando.
Clases de contorsionismo / toman verdes señorones, / y las vacas, sin aviones, / las de paracaidismo. / Nada por el cielo mismo / algún que otro cacharro: / un cubo, una olla, un jarro / y un batallón de canciones. / Sin duda estas vacaciones / las termino con catarro.
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