EL ÚLTIMO VIAJE DEL OLIVETTE
Después de casi un siglo, rescatan de las profundidades del mar el buque que atesora secretos de nuestra historia Patria.
CLAUDIA OJEDA FERNÁNDEZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
Eran las cuatro y media de la madrugada del 12 de enero de 1918. Una intensa neblina abrumaba el amanecer y no permitió divisar la luz del Morro. Según Sharpley, capitán del barco Olivette, el reflector no reveló la proximidad de la orilla. Los pasajeros dormían y al sentir el estrepitoso ruido corrieron desesperados a cubierta. Los oficiales intentaron tranquilizar al personal, indicándole que estaba fuera de peligro.
Después de comunicarse con La Habana, fueron enviados los remolcadores “Berwind” y “Mary Wittich” para rescatar a los pasajeros. El hecho no pudo consumarse por el fuerte oleaje. El vapor Sixaola y la lancha Habana realizaron distintos intentos de salvamento. Los buques se movían con dificultad por la fuerte marejada reinante. La situación se tornaba cada vez más tensa. El esfuerzo de sacar al barco de la varadura falló al partirse los cables. La desesperación era incontrolable, la incertidumbre imperaba. Una lluvia pertinaz empeoraba el terrible aspecto de aquella situación.
Pasada las once de la mañana el vapor Campeche, enviado por Cuba, rescató en botes salvavidas los 74 pasajeros con sus equipajes de mano. Los remolcadores trabajaron toda la noche y la mañana siguientes para salvar la carga y el correo. Los esfuerzos por rescatar las 700 bolsas de correo continuaron hasta la mañana del 15 de enero sin lograr resultado alguno: el Olivette había quedado varado a 30 metros de la costa a ocho millas al este de La Habana.
Luego de disímiles intentos por salvar la carga y el correo, el barco fue abandonado a la suerte y capricho de la naturaleza. Ni siquiera los 250 mil pesos que se ofrecían por el rescate hicieron cambiar su destino. El mar se fue tragando poco a poco su estructura de hierro, hasta quedar descansando en aguas cercanas a la playa Bacuranao, esperando que algún día su historia fuera reivindicada.
Por la situación de la Isla como llave del Golfo, desde la época de los corsarios y piratas, sus mares han estado surcados por disímiles barcos, y muchos de ellos yacen hoy bajo sus aguas. El litoral este de La Habana es uno de los lugares donde se encuentran más pecios.
“Hace dos años, encontrándonos en un curso de arqueología, nos motivamos a investigar sobre los barcos que se encontraban hundidos en esta zona. Se comentaba que uno de los navíos, llamado Olivette, era una embarcación de aceite y nos decidimos a indagar cuál era, si realmente era óleo lo que transportaba, en fin, a rescatar una historia de las profundidades del mar”, cuenta Evelinkaya Calderín Piz, ingeniera geofísica y museóloga del Museo Municipal de La Habana del Este.
¿Cómo llegamos al buque?
Transcurrido casi un siglo, un grupo de especialistas, entre ellos investigadores, museólogos, geofísicos, arqueólogos y buzos, del grupo de arqueología Sibarimba, motivados por la localización del buque comenzaron las investigaciones. Entrevistas a pescadores del litoral este de La Habana, reportaban que dicho barco se hallaba sumergido en la margen occidental del río de Tarará.
Según los investigadores, en este lugar se comprobó que los datos de archivos no se correspondían con las dimensiones, largo, ancho y calado de la embarcación, aunque había cierta similitud en la construcción.
Javier Álvarez Ortiz, informático de la Oficina del Historiador y autor principal de la investigación, recuerda que tras largas jornadas de exploración decidieron trasladarse a la boca del río de Bacuranao, pues hallaron en los archivos un aviso telefónico desde Cojímar informando que «el Olivette embarrancó en los arrecifes de Bacuranao en cuyo lugar se encontraba en muy malas condiciones…».
Sumergidos nuevamente localizaron una embarcación con similares características, situada ahora en la margen occidental de la ensedada del río de Bacuranao. Su popa reposaba en la parte más profunda del acantilado, a una profundidad aproximada de 15 metros.
“Allí se puede ver a simple vista la abertura en línea de sotavento, causada por el impacto con el arrecife. Esta coalición originó inundaciones severas en el cuarto de máquinas, con la suerte de que el buque en su mayor por ciento quedó embarrancado sobre los arrecifes a una profundidad aproximada de los cuatro metros levantando la proa por debajo de la línea de flotación”, agregó Álvarez Ortiz.
Comprobadas las dimensiones, la trayectoria desde Cayo Hueso a La Habana, separada por 169 kilómetros lineales de mar, el viento, las mareas y las corrientes del Golfo con condiciones adversas de un frente frío y teniendo en cuenta el origen de las dos corrientes ecuatoriales del Golfo, confirmamos la localización del Olivette en la margen izquierda del río de Bacuranao, a unos 100 metros al norte de punta “El Judío”, afirmó la especialista Calderín.
“La fuerza del viento, las marejadas y las corrientes marinas “arrastran” el buque hacia la orilla más al sureste, permitiendo la colisión en algunos de los arrecifes y bajos costeros. Esta problemática se puede presentar por la inexperiencia o errores en la navegación y/o la confianza extrema del capitán por las veces que ha surcado estos mares. En la confianza está el peligro.
“Esta situación se ve más clara al calcular la hora de salida desde Cayo Hueso que debió haber sido sobre las nueve de la noche. Navegó durante siete horas a una velocidad de 23,6 ks x h. Eran las 4:30 a.m. cuando tocó fondo en litoral habanero sin visibilidad costera, solo le faltaban unos 15 kilómetros para estar a la altura del Morro. En esa época no poseían medios de localización. El radar en los buques fue instalado a partir de su descubrimiento en1935 por el científico inglés Robert A. Watson Watt”, comentó la ingeniera.
Durante la II Guerra Mundial el hierro alcanzó valores considerables, algunas compañías encontraron en este lugar materias primas y fueron saqueando los valores ferrosos que el buque mantenía. Su popa colapsó al ser separada del resto del cuerpo, mientras que la punta de proa yace separada a más de 100 metros al oeste. Durante la trayectoria se pueden ver algunos vestigios de la embarcación esparcidas por el fondo marino, sostuvo Álvarez Ortiz.
Según los investigadores, el accidente estuvo condicionado por tres factores que no se tuvieron en cuenta en aquel entonces, ellos fueron la salida en horas de la noche con la proximidad de un frente frío desde el Golfo de México, la influencias de los oleajes, el aire y corrientes marinas en dirección nordeste, y la velocidad de traslación excesivamente rápida al acercarse a la costa cuando ya rebasaban las seis horas de navegación.
Javier Álvarez, explicó también que aunque la prensa de la época revela que se hicieron ingentes esfuerzos por rescatar el buque, esto no fue posible debido a que el fondo quedó muy dañado. Por otra parte, ya el Olivette tenía poco más de 30 años de explotación y solo se preocuparon en salvar las máquinas y otros accesorios, mientras quedaban bajo las aguas del mar, un buque y una historia que contar.
Protagonista de la historia de Cuba
Nadie imaginó que bajo las costas cubanas reposara un pecio cuyo período de vida estuviese marcado en nuestra historia. Los constantes viajes del Olivette lo convierten en testigo de la historia Patria.
En más de una ocasión fue abordado y registrado por las autoridades españolas, por rumores de que ocultaba a líderes mambises. Así ocurrió el 15 de diciembre de 1897, cuando una lancha de vapor de la policía del puerto de la Habana intentó darle alcance fuera de los límites de este puerto, pues se comentaba que traía a bordo a Alfred Gould, conocido como El Inglesito.
Otro sonado incidente fue el de la señorita Clemencia Arango, hermana del Coronel mambí Raúl Arango, hijos del notable médico habanero José Arango. Junto a otras dos mujeres cubanas fue obligada a desnudarse al abordar el barco en el puerto de La Habana. La noticia fue manipulada por el New York Morning Journal, propiedad de William Randolph Hearst, quien se hizo muy famoso por la frase “dame la noticia que yo pongo la guerra”.
Además, a finales de enero de 1895, viajaba en el Olivette Juan de Dios Barrios, quien enviado por José Martí, transportó el más secreto de los correos: la orden de alzamiento en Cuba, dirigida a Juan Gualberto Gómez.
Posteriormente, la embarcación ganó en fama. Días antes de comenzar la guerra Hispano-cubana-americana, el Olivette ayudó en la evacuación de los ciudadanos norteamericanos en la Isla. Durante la contienda estuvo entre los vapores utilizados por el ejército norteamericano para enviar sus tropas a Cuba y ayudó en diversos sucesos del teatro de operaciones militares.
Recoge el periódico The Daily Paladium que el 17 de febrero de 1898 el vapor llegó a Cayo Hueso con 62 sobrevivientes del Maine, 20 heridos, diez graves, y un fallecido. Más tarde fue utilizado como nave de suministro, pues llevaba la comida, el agua y los medios médicos a las naves Hospital en las Zonas de Guerra, entre Florida y Cuba. Después, se tomó como barco Hospital, teniendo a bordo la Segunda División de personal médico norteamericano.
Al final de la contienda, recibió a bordo al Almirante Cervera, comandante de la flota española con muchos de sus oficiales y marineros, algunos de ellos estaban muy heridos. Acabada la guerra, el Olivette continuó con su servicio de pasajeros y correo entre La Habana y la Florida.
Uno para muchos
El Olivette brindó transporte a disímiles personajes de relevancia histórica para Cuba y el mundo. Muchos patriotas cubanos utilizaron este barco como medio de transporte en sus tareas conspirativas y patrióticas.
Tal es el caso del coronel Carlos Aguirre, hermano del General José María Aguirre, quien viajó en este barco rumbo a Cayo Hueso el 28 de marzo de 1895, días después de haber sido herido en combate en las inmediaciones de Santiago de Cuba.
El General mambí José Lacret Morlot abordó el barco para regresar a La Habana desde Tampa y unirse una vez más a los campos insurrectos. Poco después, la prensa newyorkina reportó el 14 de febrero de 1896 el arribo a Cayo Hueso, proveniente de Tampa, de Don Tomas Estrada Palma, representante de la Republica de Cuba en Armas en los EE UU.
El 9 de febrero de 1899, en el vapor Olivette, y después de cuatro años de ausencia de Cuba, arribó a La Habana la ilustrísima patriota Martha Abreu junto a su esposo, Luis Estévez, quien en 1902 fue electo vicepresidente de la República. Además, abordaron el barco otras figuras como el compositor Ernesto Lecuona y la señora Clara Barton, presidenta de la Sociedad Cruz Roja de los Estados Unidos.
Rayos del Apóstol
Nuestro Héroe Nacional José Martí fue el mayor y más humilde pasajero del Olivette. Según las investigaciones, el 25 de diciembre de 1891 visitó Cayo Hueso acompañado por una representación de los clubes tampeños y por la banda de música “La Libertad”, la cual interpretó el himno bayamés. El barco fue engalanado al efecto y la prensa lo anunció así: «… Las Sociedades, Corporaciones y Clubes políticos que lo deseen, como también el bello sexo y el pueblo todo, deben darse cita en la tarde de hoy, en el muelle donde atracará el vapor Olivette, a cuyo abordo viene nuestro querido hermano José Martí…». A partir de esa visita del Apóstol y después de su muerte, el vapor era engalanado y recibido por los emigrados con banda de música cada vez que llegaba a los muelles de Cayo Hueso.
Años después y por coincidencia de la historia, exactamente el 9 de abril de 1898, partía desde La Habana Doña Leonor Pérez, en el vapor Olivette, con su hija mayor y los dos hijos de esta. Dos días más tarde, el lunes 11 de abril, tercer aniversario del desembarco de Gómez y Martí por Playita de Cajobabo, el Olivette fue recibido con banda de música y banderas. Al frente de la comitiva de bienvenida, el coronel Fernando Figueredo, agente del Partido Revolucionario Cubano, era avisado de que también venía en el barco la madre de Martí y le mandó una tarjeta para ponerse a su disposición. Una vez más, el barco se iluminaba con rayos del Apóstol.
¿Qué sucederá?
“En estos momentos, el buque sigue en proceso de monitoreo y continuamos indagando y descubriendo secretos de su historia. Está propuesto como patrimonio del este de La Habana y se ha previsto en los planes futuros solicitar a Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad, la creación de una maqueta de la embarcación en la Casa Natal de José Martí, pues ¨el Olivette es el buque más importante en el que viajó el Apóstol”, señaló Javier Álvarez.
Ni las fuertes marejadas, ni la terrible neblina, ni el naufragio, ni su abandono en totalidad hasta quedar en el olvido, hicieron posible borrar una historia que hoy se rescata gracias al esfuerzo de unos pocos. Después de casi un siglo, el Olivette y su memoria descansan en paz.
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