EL PROGRAMA DEL MONCADA SE CUMPLIÓ CON CRECES
En una carta larga y bella, Lidia Turner, Presidenta de Honor de la Asociación de Pedagogos de Cuba, recuerda los días que sucedieron al 26 de Julio, y evoca sus primeras impresiones sobre La Historia me Absolverá.
IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ
Motivos familiares retienen a Lidia Turner lejos de La Habana y de la Asociación de Pedagogos de Cuba donde se le siente presente aún en la distancia, porque no hay labor que ella no siga liderando desde su puesto de mando con correo electrónico.
Hace un tiempo le escribí una carta en la que hacía referencia al 26 de Julio y la inevitable lectura de La Historia me Absolverá. Esta pedagoga, santiaguera de pura cepa que tiene “el privilegio de haberme sentido compañera y hermana de tantos jóvenes valiosos como Machadito, Carbó y José Antonio”, contestó rápida la misiva, porque estos son días en que la memoria se le aviva con creces.
“En 1951 nos mudamos para La Habana en busca de trabajo y poder estudiar en la Universidad. Éramos una familia de muy bajos recursos económicos y vivimos desde no tener con qué pagar la humilde casa donde vivíamos, y recibir en varias oportunidades la denuncia de los dueños para el desahucio, hacer una sola comida al día (...), hasta no tener con qué comprar libros para estudiar, entre otras penalidades”.
Imagino a Lidia frente a la computadora hilvanando recuerdos con esa emoción interna que siempre imprime a cualquier anécdota de su vida: “...cuando leí por primera vez La Historia me Absolverá lo entendí todo tan claro porque yo lo había vivido y continuaba viviendo con el gravamen de ser mujer y negra (...). Sentí dos sentimientos muy especiales y quizás estuvo dado porque ya yo era una ferviente martiana, y la declaración de que Martí era el autor intelectual del asalto me dio una gran seguridad en el triunfo futuro; y el otro era como si un pintor me hubiera dibujado magistralmente la Cuba que yo estaba viviendo, y era que cada una de las situaciones que se describen mi familia las había vivido con su horrible cara, el tiempo muerto, la pobreza, la discriminación, la carencia de trabajo, las diferencias sociales”.
Maestra desde los 15 años de edad, evoca su etapa de contratada en el Instituto Martí, de Santiago de Cuba, la escuela primaria fundada por el padre de Frank País. Es un punto indeleble en su espíritu, por eso, cuando leyó La Historia... “me impactó en gran manera la forma en que Fidel habló de la escuelita pública y de sus abnegados maestros, esos que nos enseñaron a cantar cada mañana el Himno Nacional, y a saludar nuestra bandera. Ese maestro que después de graduarse con muchos sacrificios tenía que esperar diariamente en la Junta de Educación de su localidad para cubrir una suplencia, aunque fuera por pocos días, al no conseguir plaza fija”.
Me cuenta, inspirada de tiempo, vivencias y recuerdos de seres cercanos y amados, que el 26 de Julio de 1953 y los días siguientes, cuando ella y sus compañeros de aula veían las fotos que publicaban los periódicos “pensábamos que podríamos haber sido uno de aquellos jóvenes mártires. Por eso pienso que constituyó un motor impulsor de todo lo que sucedió después”.
Y también anota que “cuando Fidel salió de la cárcel tuve la oportunidad de ver su rostro personalmente, aunque no de cerca, en el apartamento de los Santamaría. Había mucha gente que quería verlo, y yo no olvidé ni sus ojos ni su sonrisa, llenos de fe en el futuro”.
Ha sido una carta larga y bella que estoy segura gustó de escribir, y que le sorprenderá leerla reproducida. Ya casi al final me apunta una estrofa del Canto a Fidel que escribió el Che, en México, unos días antes de salir con el Comandante, en el yate Granma: “Cuando tu voz declare hacia los cuatro vientos/ Reforma Agraria, justicia, pan, libertad/ allí, a tu lado, con idénticos acentos,/ nos tendrás...”. Y Lidia termina con un significativo comentario: “¿No fue esto una versión poética de la lectura de La Historia me Absolverá?.
“Yo creo que el Programa del Moncada se cumplió con creces, y aún cuestiones que allí no estaban y que ni siquiera se habían soñado se han hecho realidad. No sé qué habría sido de mi vida si la Revolución no hubiera triunfado el Primero de Enero. Estoy segura que me hubiera seguido sintiendo “cosa”, como me sentía, pero no persona. Como educadora tuve la primera plaza fija al triunfo revolucionario, oportunidad de superarme, de desarrollar al máximo mis potencialidades y de sentirme como me siento hoy, una persona útil y feliz”.
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