ELLOS TAMBIÉN SON HUMANOS
A debate la cultura del rock en Cuba. Por mínimo que sea este grupo, eso no los obliga a ser invisibles y marginados, porque ellos forman parte de la sociedad. Lo que hacen enriquece la cultura cubana.
YOSMEL PÉREZ CASTRO,
estudiante de segundo año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
La cultura del rock en Cuba siempre ha sido denigrada bajo acusaciones reales o falsas, entre otras cuestiones vinculadas con la vagancia, problemas ideológicos y consumo de drogas.
Jorge “Macaco” Pérez Suárez, uno de los roqueros veteranos de Artemisa, cuenta lo dura que ha sido su vida por el simple hecho de preferir este género de música y sentirse identificado con ella. Él ha escogido la cultura de los tatuajes, piercing y atuendos propios de los cultivadores del rock, lo cual —según él— “desgraciadamente es mal visto en la sociedad”.
“He perdido muchas amistades –afirma Macaco– por la influencia de los padres de mis amigos, quienes me ven como un monstruo. ¿La verdad?: Es que ni tomo”.
Una encuesta realizada por la socióloga Vilma Spengler Calderín sobre este tema, arrojó que el 79 por ciento de los censados tienen opiniones negativas respecto a los roqueros. Los resultados demuestran que estas reacciones son causadas por la representación que tienen las mayorías en Cuba de este grupo social: una imagen satanizada reproducida por los medios masivos de comunicación.
Cuestión de medios
Mario Mas Vidal, profesor de Semiótica en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, afirma que la mayoría de los spots publicitarios actuales de prevención contra el alcoholismo y la droga llevan como fondo música rock o tienen a rockeros como protagonistas... “lo cual hace que se asocien los males y vicios, incluyendo el tabaquismo, con los aficionados al rock.
“Esto, lamentablemente, tiene influencias nefastas en la mayoría de la población, que tiene una recepción ingenua y cuenta con una visión poco crítica de lo captado. La mayoría de las personas se dejan influir de una manera muy fácil por lo presentado en los medios. Como resultado, un peludo vestido de negro que le guste el metal –un género del rock– se vuelve sinónimo de consumidor del cannabis o psicofármacos. Esto es un problema mucho más extendido y generalizado, lo que se cree no se limita a rockeros o consumidores de cualquier música en específico. Eso, por supuesto, son exageraciones y mal tratamiento del asunto”, declara Mas Vidal.
La encuesta antes citada incluyó a policías en el público pesquisado. Esta investigación reveló que el 87 por ciento de los agentes del orden consideran a los fans del rock unos antisociales y problemáticos consumidores de drogas.
“En Artemisa ya no es frecuente la ofensa de la policía, me conocen –dice Macaco– pero en cuanto estoy fuera de mi pueblo, la cuestión es otra. No doy dos pasos y enseguida me paran, constantemente me piden que les muestre la identificación y me caen a preguntas. Es otra parte de la sociedad que nos acosa muy seguidamente. Nos echan de lugares sin darnos una explicación válida o que justifique esa acción y nos duele que sucedan estas cosas en un país como el nuestro”.
Históricamente ha habido más control de la policía a los roqueros y a sus conciertos que en las presentaciones de una agrupación de música bailable “donde han ocurrido actos de violencia muy graves”, expresó el artemiseño.
Orlando Acosta, baterista de Chlover y miembro activo de la Asociación de los Hermanos Sainz (AHS), alega que el comienzo de un concierto de rock en La Tropical demora por la fuerte seguridad que en él se utiliza: “Tal parece que se entra a otro lugar y no a escuchar a una banda. Ya antes del inicio las autoridades asumen la posibilidad de que se cree un problema y las estadísticas muestran todo lo contrario”.
La falta de conocimiento de la cultura del rock por parte de las autoridades ha traído consecuencias como cierres de actividades y mal trato al público.
Esa poca noción no solo recae en la autoridad. Gran parte de la población desconoce las costumbres de estos grupos. El poco espacio que se le da en los medios de comunicación no sólo al rock, sino al hip hop y a la trova hace que se vuelvan movimientos desconocidos para la gran mayoría de las personas. A capella, que contó con más de diez años al aire, fue el único programa que se mantuvo fiel a quienes disfrutan de esta música, pero sólo lo hace con el rock internacional. Cuerda Viva es el último ejemplo de cierta apertura mediática al rock cubano que, aunque lento, es un buen paso para ampliar la difusión de este movimiento.
Calle G
La situación en la vida pública es otra. Los puntos de reunión de rockeros de La Habana se han caracterizado desde la década de los 80 por su condición efímera. Son un grupo itinerante. En el Vedado, la intolerancia general los ha ido alejando del epicentro urbano que es 23 y L. Un tiempo se reunían en Coppelia, después en la esquina del cine Yara, más tarde en 23 y G, luego, calle G abajo y hasta que llegaron junto al monumento a Calixto García en el Malecón. Y aun continúan sin un sitio para sus reuniones.
Aunque para ser justos en las opiniones, la intolerancia que sufren los freakes habaneros está determinada también por ciertos comportamientos que los alejan del papel de víctimas.
¿Víctimas o cómplices?
Para la gran mayoría de los rockeros, como Juan Carlos Torrente, vocalista de la banda Combat Noise, “no había necesidad de tan extrema situación. Pero realmente la actitud negativa de algunos jóvenes que frecuentaban el lugar dio pie para tal avenencia”.
Por otra parte, la mayoría de los vecinos del parque de G y 23 daban quejas al Poder Popular o a la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) por las conductas de los jóvenes allí reunidos. Paula Teresa Rodríguez, jubilada de 66 años, vecina de la zona, expresó: “Hacen mucha bulla por la noche hasta el otro día, cuando pasan los niños para la escuela por la mañana los ven tirados en la hierba porque todavía no se han ido para sus casas. Además de eso, puede ser que vendan drogas y a lo mejor los jóvenes que sí son de aquí como los están viendo a diario se meten en el grupo. Ellos necesitan ayuda porque están metidos en la bebida, la droga y tienen una conducta antisocial”.
La expulsión de los rockeros de G se entiende como un mecanismo para normalizar la vida nocturna de la zona. Para algunos la solución no consistía en “sacar” a estos muchachos del lugar. Luego de estos acontecimientos se aplicaron encuestas a los rockeros por casi todo el país, los resultados evidencian en algunos casos falta de identificación con la sociedad cubana. Pero no puede dejar de reconocerse que ellos tampoco han colaborado con otras medidas de acercamiento intentadas por las autoridades.
El Patio de María
En el parque de G y 23 ocurrieron hechos de indisciplinas por parte de lo rockeros. Pero, ¿qué sucedió con El patio de María?, lugar donde el 30 de agosto del 2003 se llevó a cabo el concierto más largo de la historia de rock en Cuba.
Este, en los inicios de los años noventa, comenzó a funcionar con el Proyecto sociocultural “Rock Vs Sida, alcoholismo y drogas”. Durante años dicho proyecto mantuvo una línea de trabajo coherente, promoviendo conductas responsables en las relaciones sexuales, auspició el trato a los drogodependientes y alcohólicos como personas con un problema de salud y no como delincuentes. Varias agrupaciones de rock extranjeras, vinieron solidariamente a tocar a Cuba, lo hicieron gracias y mediante este proyecto.
El Patio de María es una incógnita que permanece en la memoria de todos los que tuvieron el placer de disfrutar el sitio más rockero que ha tenido Cuba en su historia. La esperanza de conocerlo está presente en aquellos que no llegaron a tiempo para vivirlo.
“Lo que yo nunca entendí ni voy a entender es lo del Patio, como casi siempre, lo cerraron sin dar explicaciones“, declaró Macaco. “El Patio de María fue un lugar donde participaron bandas de fama internacional, recuerdo conciertos como el de Pim Pam Pum y el grupo Carajo, de Argentina”.
Este sitio fue cerrado sobre la base de que allí se consumían drogas. Como cerraron otros lugares que ahora permanecen abiertos para el público. ¿Se castiga a un grupo social y a otro no?
Otra de las manifestaciones que también practican los rockeros al igual que los raperos es el graffiti (pintura en spray). Son válidas las sugerencias de crear un sitio para este tipo de manifestaciones. “Pero el graffiti, por definición, no tiene sitios fijos. Se realizan con libertad de espacios. Si se creara un sitio para ellos, pierden un noventa por ciento de legitimidad, de valor, de la esencia que poseen los grafftis en las grandes ciudades, como forma de expresión popular o artística”, afirmó Polliana Fernández Fernández, graduada de San Alejandro y del Instituto Superior del Arte (ISA).
Es parte de la cultura urbana contemporánea. Claro, hay graffiti y graffiti, depende del criterio estético de cada quien. Muchos quisieran tener su casa decorada con ellos. Ahora, hay un mal empleo del mismo en lugares solemnes, como lo ocurrido en el monumento ubicado en Paseo y Línea. Ese, como tantos otros, son casos que no debieran ocurrir.
Este ha sido otro de los puntos en que la comunidad rockera y las autoridades no se han entendido aún. Para los integrantes del movimiento del rock, el graffiti significa un medio de expresión, de dejar su marca en la ciudad. Mientras tanto, la mayoría de las personas no ve en estos “garabatos en los muros” más que otro acto de indisciplina social.
“Nosotros también somos seres humanos, los hay problemáticos y delincuentes, pero también trabajadores y estudiantes universitarios, recalcó Macaco. Por diferentes razones se nos ha tendido un velo de desconfianza, pero al final, habrá que dialogar y entenderse porque lo que nos une es la gran cultura”.
Por mínimo que sea este grupo eso no los obliga a ser invisibles y marginados, porque ellos forman parte de la sociedad. Lo que hacen enriquece la cultura cubana, su música, los tatuajes, graffiti, son también parte del “ajiaco” que, según el profesor Mas Vidal, “no solo tiene ingredientes de Africa y España, sino que se les une lo norteamericano, lo caribeño, lo europeo, lo indígena y lo latino”, todas estas formas de hacer cultural que “no importa sus procedencias, la cultura cubana es capaz de mezclarlas todas y el resultado será más cultura cubana”.
La Habana, 2006.
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