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Isla al Sur

LA NOTA INTERPRETATIVA EN ENCRUCIJADA

LA NOTA INTERPRETATIVA EN ENCRUCIJADA

Dra. IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ,
Profesora de la Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

En un debate reciente, una colega planteaba que la frontera entre interpretación y opinión es en extremo borrosa y que algunos teóricos afirman la imposibilidad de trazar límites entre ambos; la profesora recordaba que a ese saber consolidado, mi perspectiva se enrumba en la especificidad de la nota interpretativa hacia la no admisión de la expresión explícita del punto de vista (opinión) del periodista y la tendencia de editorializar, sino, por el contrario, a la deducción-inferencia analítica de los datos, antecedentes, informaciones y/o criterios de las fuentes, todo debidamente seleccionado y contrastado.  

¿Cuál es, realmente mi criterio acerca de la nota interpretativa, un género-estilo apenas concretizado en las redacciones cubanas? Deseo recurrir a El saber periodístico, donde ya desde 1957, Juan Beneyto enunciaba que el periodista es, antes que otra cosa, un ordenador de informaciones y opiniones. Casi 30 años después, desde Diario 16, Miguel Ángel Gonzalo afirmaba que los periódicos nos ordenan el mundo, pero cada uno de una forma distinta, cada uno a su manera; en tanto, desde El País, Máximo San Juan redondeaba que los periodistas son necesarios para que el mundo incomprensible y complejo pueda resumirse cada día en un cuadro inteligible. Referencia básica en la Academia, José Luis Martínez Albertos reconoce la intervención del periodista en la noticia y la subjetivación de ella, mediante esa interpretación.

A partir de estas cuatro consideraciones desde referentes teóricos y prácticos, reitero una vez más al periodismo como un acto de interpretación de la realidad, sea cual sea el continente en que se vierta el mensaje. Nada queda exento en el periodismo de la intencionalidad y la visión-mundo de sus hacedores, pues ante una realidad dada, él es el que escoge, jerarquiza, prioriza, suma, omite, en actos de selección continua donde están intercambiándose roles de manera dinámica y que integran, entre otros, intereses externos e internos, ideología, política, perfil editorial, rutinas y culturas profesionales, hasta el mismo ser humano que en el momento de redactar lleva sobre sí su propia trayectoria. Lorenzo Gomis lo resume al plantear que el periodismo puede considerarse un método de interpretación sucesiva de la realidad social.

Es por eso que, en la nota informativa y en la nota interpretativa, el ejercicio de informar, interpretar y opinar no queda ajeno a ninguna de las dos construcciones, como no quedan fuera de ninguna otra. Solo que van en medida, de manera que en unos y otros casos, el mensaje logre un propósito en relación con el destinatario, hay en cada propuesta una voluntad de credibilidad, casi un episodio de pedagogía en su responsabilidad ciudadana. Si algo es consustancial al periodismo es su no linealidad, su no partición de fronteras a ultranza.

Aplicándonos entonces a la propuesta de la nota interpretativa, sostengo que en ella el juicio y la intención del periodista va siempre de una manera implícita y no explícita, pues es el periodista quien, en definitiva, lleva las riendas de su construcción y tiene un propósito definido. Decir que en la nota interpretativa no está presente de ese modo la opinión del periodista, es tanto como preservar el mito de que somos objetivos e imparciales en la nota informativa.

Ahora bien, continuar avecinando la comprensión de la interpretación en el camino intermedio entre la información y la opinión es seguirla disminuyendo como estilo con objetivos propios, con metodologías de investigación que le son consustanciales y que se deslindan de los recursos empleados en los dos estilos más consolidados, el informativo y el opinático. Es perpetuarla en la indefinición y, aún peor, dar pie a que no pocos afirmen que ella propicia la manipulación del mensaje, cuando, antes bien, lo que contribuye es a otorgarle credibilidad y verificabilidad, en tanto va sostenido de fuentes correctamente identificables.

Y, sobre todo, para mí y desde la moderación que debe acompañar todo acercamiento a los grandes teóricos y sus obras referenciales, ¿cómo entender que se propugne que el estilo tributa a los géneros informativos; y, a la vez, que la frontera entre la interpretación y la opinión le es casi imperceptible?

Siento una profunda dicotomía en esas miradas y la sustento desde la praxis, pues en los ejercicios académicos que se realizan en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana y en la asignatura de Periodismo Impreso II, hay una muestra del quehacer de los estudiantes donde queda evidente que la nota es posible desde la exposición de los datos al destinatario, desde las tantas fuentes y soportes como sean necesarios para la comprensión de un tema y el esclarecimiento de un conflicto, sin dar el periodista su opinión de forma evidente.

Para no pocos profesores y periodistas cubanos, en la nota interpretativa los juicios valorativos los darán las fuentes, de manera que al emitir sus opiniones desde los diversos estamentos de expertos, protagonistas, primarios y secundarios, refuercen el valor de la credibilidad. Si estos juicios proceden del periodista, el sentido editorial toma mayor cuerpo, se oficializa el mensaje. El cubano de hoy está en capacidad intelectual para percibir esas costuras y quiere pasar de espectador-consumidor de relatos ya evaluados por otros, a ser parte del entendimiento de los intereses subyacentes de un problema, quiere él mismo interpretar desde lo que recibe en la propuesta comunicativa, a manera de reconstruir su propio “puzle” tomando en cuenta el entramado de todos los elementos.

Aproximándonos a lo que piensan muchos de nuestros periodistas y profesores de la materia, el Premio Nacional de Periodismo, Doctor Julio García Luis, afirmaba que la tendencia de algunos reporteros a opinar, y en algunos casos a editorializar y sermonear en los lugares donde no deben, echa a perder en ocasiones el intento por conducir la interpretación de los lectores. Y agregaba que en la nota: “El redactor, desde luego, no opina y generalmente se mantiene fuera del campo visual del lector aunque también hay notas interpretativas que permiten el protagonismo ‘en escena’ del periodista”.

Nótese este sentido flexible para una redacción que requiere de un tono liberado de fajinas. García Luis también añadía: “Hace falta un mayor empleo de datos duros, de estadísticas, infografía y tablas, y un poco menos de literatura”.

Otros periodistas y profesores referenciales son los Premios Nacionales de Periodismo, Luis Sexto y Hugo Ríus. Sexto considera que en la nota interpretativa la opinión del autor no debe aparecer explícitamente para inducir al lector a asumir una determinada interpretación de los acontecimientos registrados periodísticamente. Y Ríus añade que el criterio del autor nunca puede ser un franco ejercicio de opinión que lo desconecte de la matriz informativa.

Si el periodismo, en general, posee conceptualizaciones que operan como sombrillas universales, también es cierto que en cada sociedad éstas se reacomodan, pues el periodismo es consustancial a un entorno dado. La Premio Nacional de Periodismo, Doctora Miriam Rodríguez Betancourt, afirma que el periodismo interpretativo, como cualquier otro modo de hacer, debe adecuarse al contexto de cada país. 

Desde la experiencia docente, los profesores y periodistas Jorge Luis Rodríguez y Yailín Orta delimitan:

1) Dar al lector las conclusiones y soluciones atenta contra la naturaleza del periodismo interpretativo, y más aún, de la nota interpretativa, género que tributa a lo informativo y no a lo opinático.

2) El periodista cumple su función cuando mediante la descripción, la descomposición y recomposición de los hechos, el entrecruzamiento de las fuentes y una amplia mirada del acontecimiento, logra dejar al receptor pensando en la problemática.

Por último, y reafirmando mi propuesta de tratamiento a la nota interpretativa, tomo como referente al venezolano Doctor Enrique Castejón, uno de los pilares latinoamericanos en el tema, y que sostiene que lo que sí debe quedar claro es que el juicio personal del periodista nunca ha constituido –y nunca lo hará- un “argumento” o prueba demostrativa dentro del proceso de interpretación.

 

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