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Isla al Sur

TRAICIONARNOS NOSOTROS MISMOS

TRAICIONARNOS NOSOTROS MISMOS

DAVID GALLO SÁNCHEZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

En medio de la vorágine que implica  la realización de pruebas de ingreso a la Universidad, donde se presentan miles de estudiantes, suele rondar de manera fantasmagórica un señor repudiado por muchos, pero en no pocas ocasiones convertido en recurso inestimable para salir, “con una ayudita”, de cierto bache: el fraude académico.

Pero creemos que en donde menos se manifiesta tal problema es en dicha prueba por ser definitoria del futuro y entrañar tanto rigor en su contenido. En ella con extremos cuidados, celosos profesores dan todo su empeño, para que los estudiantes culminen la batalla por el conocimiento, sin sufrir lesiones que puedan dejarlos fuera de la pelea.

Los exámenes rutinarios, semanales, intrasemestrales y finales de cualquier nivel de enseñanza son en donde el fraude académico requiere mayor atención por parte de todos los que pretenden comprobar las capacidades reales, dejando de lado la “creatividad” inherente al estudiante, capaz de transformar en “chivos” o “chuletas” las horas en las aulas.

Una de las maneras más comunes de hacer fraude es copiar de un compañero en una prueba, algo que a los ojos de sus cómplices resulta una inocente acción, sin embargo, para profesores, familiares y verdaderos amigos es casi uno de los pecados capitales.

A la hora de “fijarse” salen a relucir las tantas películas de misiones imposibles y ciencia ficción vistas en la vida, para una vez más lograr los mejores resultados con el mínimo de esfuerzo. Por qué no emplear todas esas neuronas en dedicar tan solo unas horas a la preparación para la prueba; les aseguramos que sentirán una inmensa calma a la hora de la verdad.

Consideramos un tema polémico la causa por la cual se realiza la apropiación de conocimientos ajenos. Pudiera recaer la culpa en el escaso esfuerzo y preparación por parte de los estudiantes, encaminados entonces a ingeniarse métodos  facilistas que le den luz al borroso camino. O pudiera ser, que el catedrático no ofrezca convincentes explicaciones, capaces de enviar a los aprendices, confiados de sus saberes, a toda prueba.

Para nosotros resulta difícil proponer soluciones certeras de cómo combatir el fraude, pues estamos conscientes de la probabilidad de hacerlo. Pero jamás debe descansar la conciencia a sabiendas de que el éxito en un examen está garantizado violando principios morales, mintiendo, y echando a un lado los valores humanos, al utilizar las respuestas de un compañero, que quizás no lo es tanto.

Sea cual sea la causa que conduzca a tales marañas, debemos desterrarlas para siempre de la faz de la tierra del saber. A esos que contribuyen a su proliferación, se les debe hacer entender que al final de la historia solo nos traicionamos nosotros mismos.

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