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Isla al Sur

TALAR LAS MALAS PRÁCTICAS

TALAR LAS MALAS PRÁCTICAS

LUIS A. AUTIÉ CANTÓN,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Hace unas semanas escuché con mis ojos la voz de una señora que, en las páginas del diario Trabajadores, exigía una explicación ante la tala de un centenario árbol en su cuadra. Contaba la doliente el derribo total del ejemplar a manos de unos obreros, cuando para llevar a cabo sus labores no era necesaria tan radical decisión.

La fecunda cantidad de materiales publicitarios que se transmiten, con los que nuestra televisión intenta crear una conciencia de preservacionista ante la siega de árboles y la deforestación, me obliga a recurrir al tema de la tala en la capital.

La ubicación geográfica de Cuba convierte a la Isla en blanco de huracanes, tormentas tropicales y otros fenómenos atmosféricos fuertes. El sistema de tendido eléctrico y telefónico urbanos se ve afectado, en ocasiones, debido a las ramas de los árboles caídas al ceder ante las ráfagas de viento. Las raíces pueden dañar también las aceras si el árbol cae. Por eso se “recortan” un poco.

Ahora bien: no comprendo la conducta de ciertas instituciones encargadas de la poda en la ciudad, cuando toman la justicia por su mano y recurren a la vía más fácil: echar el árbol a tierra. Francamente, veo estas acciones como irrespetuosas, no solo con la naturaleza, sino también con la política nacional, que busca la reforestación citadina, un camino imprescindible para eliminar o al menos reducir los niveles de contaminación atmosférica.

¿Es necesario talar un árbol escudándose solamente en la opinión de que, al transcurrir el tiempo, seguirá creciendo y pudiera afectar la acera o el tendido? ¿El talar uno y sembrar otro en su lugar soluciona el entuerto? No lo creo.

La poda, en la urbanidad, se utiliza tanto para prevenir el riesgo de caída de ramas como para regular el crecimiento, si el sitio donde se encuentra no permite su desarrollo completo. Además, derribar un árbol y sembrar otro no es solución, pues al retoño le tomará mucho tiempo alcanzar el tamaño, la frondosidad y la capacidad descontaminante de su predecesor. A mi juicio, deberían estudiar una vía más “ecológica”, de forma tal que no se vean perjudicados ni el ejemplar ni aceras y tendidos.

El Artículo 70 de la Ley 81 del Medio Ambiente estipula que “toda persona natural o jurídica, que por su acción u omisión dañe el medio ambiente, está obligada a cesar en su conducta y a reparar los daños y perjuicios que ocasione”. Pero en la calle, ¿quién controla? Si la ley se hiciera sentir como es debido, arbitrariedades como esta no existieran.

Si se tienen noticias de ejemplares que sobrevivieron a la bomba atómica lanzada en Hiroshima, ¿cómo es posible que nuestra ciudad sufra la pérdida de árboles a causa de la negligencia institucional y la “mala praxis” de conciencia? Sí, hay cosas por talar, pero no nacen en la tierra.

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