ENRIQUE DE LA OSA PERDOMO: LA OSADÍA COMO MÉTODO
Ejemplo de periodista acucioso, la sección En Cuba, de la revista Bohemia, es uno de los mayores legados profesionales de este Premio Nacional de Periodismo José Martí.
DAYRON MIRANDA QUINTERO, CAMILO VILLA JUICA Y ALBERTO CABRERA TOPPIN,
estudiantes de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
La cultura y la agudeza convergen en un nombre: Enrique de la Osa Perdomo, Premio Nacional de Periodismo José Martí en 1992.
Osado e íntimo amigo para Luis Sexto; culto, modesto y agradable a decir de Marta Rojas; extrovertido y bromista ante los ojos de Miriam Rodríguez Betancourt; educado, noble y humilde según Santiago Cardosa Arias. Así lo caracterizan cuatro de sus colegas en la profesión.
Un hombre como todos
Enrique de la Osa Perdomo nació en Alquízar el 22 de febrero de 1909. Durante su niñez, asistió a la escuela pública de su municipio y con posterioridad estudió en los colegios La Salle, Chandler y el Instituto Número 1 de La Habana. Muy joven, escribió en El Estudiante y el Suplemento Literario del Diario de la Marina. Fue incluido en el Proceso Comunista de 1927 por luchar contra la dictadura de Gerardo Machado.
Confeccionó la sección obrera del rotativo de la Unión Nacionalista. Colaboró en El Cubano Libre, La Prensa, Orto, América Libre y otros medios de divulgación del movimiento proletario. Acusado de injuria al Presidente, en agosto de 1928 fue detenido por su trabajo “Dictador, sí, Dictador” y con posterioridad fue desterrado.
Una vez en Nueva York, se incorporó a la Asociación de Nuevos Emigrados Revolucionarios Cubanos (ANERC) y escribió en Cuba Libre, su portavoz. Junto a Eduardo Chibás constituyó la Unión Cívica de Exiliados Cubanos y dirigió Libertad, su vocero.
Regresó a Cuba para participar en el Asalto a los Cuarteles, acción planeada por Directorio Estudiantil Universitario de 1930 sin llevarse a cabo. Colaborador de la publicación Alma Mater, fue prisionero del Castillo del Príncipe y luego en Nueva Gerona. Al ser liberado, trabajó nuevamente con los jóvenes revolucionarios e integró el grupo Mella de Defensa Obrera Internacional hasta volver a prisión en 1932.
Defendió el Gobierno de los Cien Días desde su puesto como director de la revista universitaria Alma Mater; más tarde dirigió el semanario Futuro del Partido Aprista Cubano. En 1934, estableció lazos con la Joven Cuba y fue delegado personal de Antonio Guiteras en la región oriental. Regresó a la cárcel por participar en la huelga de marzo de 1935.
Miembro del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), fungió como director técnico del periódico Patria y escribió para El Mundo, Luz, Pueblo, Baraguá, Selecta, Índice, Antena y otras publicaciones nacionales y extranjeras.
Tras laborar para el diario Oriente del pueblo santiaguero y una vez radicado en la revista Bohemia, fundó junto a Carlos Lechuga la sección En Cuba. El primer número llegó al público el 4 de julio de 1943, y su propósito fue la crítica a los gobiernos auténticos y más tarde a la dictadura batistiana. Creó en 1952 la organización insurreccional Acción Libertadora, dirigió el tabloide Choque y ocupó el cargo de Jefe de Propaganda Nacional.
En 1953 fue detenido por exaltar como héroes a los asaltantes a los Cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes. Cuando el gobierno lo liberó, se introdujo en el combate clandestino y así orientó los dos números de la revista de los jóvenes cubanos, publicada en ese entonces por la Federación de Estudiantes Universitarios. Desintegrada la organización, coopera con el Directorio Revolucionario.
Posterior al triunfo revolucionario, de la Osa dirigió la revista Bohemia de 1960 a 1971 y el periódico Revolución en el período 1963-1965 (1). Un incidente lo alejó de los medios de prensa, pero en los años 80, con tres hijos ya, regresó con una retrospectiva de la época neocolonial cubana en las obras Crónica del año 33, Sangre y pillaje y las recopilaciones de En Cuba.
De la Osa transpiraba humildad y modestia, expresa su colega Luis Sexto al recordarlo: “Era un hombre muy común, muy corriente. Si sonreía, enseguida te prendabas de él”. Se forjó de forma autodidacta gracias a su devoción por la lectura desde niño y así adquirió vasta cultura. Su apellido es la definición de su personalidad: era un periodista que tomó la osadía como método.
Marta Rojas, escritora y periodista del diario Granma, lo recuerda jocoso, simpático y fraternal con sus compañeros”. Habla de él con orgullo, pues le permitió a ella, joven graduada, incursionar en la sección En Cuba de la revista Bohemia. Niega toda ostentación de Enriquito, como le decían cariñosamente, porque en realidad nunca la hubo: “Era un hombre enérgico, muy activo y ávido al incentivar la lectura entre sus hermanos de profesión”. Le caracterizaba un profundo patriotismo y era “martiano de semblanza”. Era buen bebedor.
Los años 80 propiciaron la amistad entre Perdomo y Miriam Rodríguez Betancourt: “Tenía una cultura muy sólida, empleada siempre para el trabajo periodístico, la Revolución y las causas que él defendía desde los 17 años.” Agrega que aunque no fue comunista, colaboró con el Partido y nunca se le opuso: su personalidad abierta y especial le hacía difícil a Enrique ser militante. “Muy buen amigo de Fidel, pues había pertenecido al Partido Ortodoxo junto al líder de la Revolución”. Simpático y cubano típico, su modestia extrema colocaba al interlocutor a su propia altura, sin importar la edad o los años de ejercicio del Periodismo. Poseía obras de pintores famosos de la época, y las mostraba con orgullo, pero sin alarde.
“Era de origen pueblerino, siempre preocupado por la juventud”, así lo evoca Santiago Cardosa Arias, reportero de la sección: “Maestro y antiimperialista, la justicia lo acompañaba siempre”.
Detrás de En Cuba
De la Osa tenía la vocación del estilo y de la letra, de ahí que se iniciara escribiendo cuentos que al introducirlos en el periodismo, lo renovó, rememora Sexto. Añade que fue idea del osado reportero el crear una sección donde se hiciera retablo de la vida política cubana, y Miguel Ángel Quevedo, entonces dueño de Bohemia, aceptó la proposición. Para informarse de cuanto acontecía, utilizaba vías muy heterodoxas, como la ocasión en que un estudiante de Medicina pasó largo tiempo subido a un árbol para escuchar qué se debatía sobre el traslado del antiguo hospital Reina Mercedes, situado en los territorios de la actual heladería Coppelia.
Marta Rojas afirma que la sección, fundada también por Lechuga, reflejaba elementos de la idiosincrasia del cubano en el naciente periodismo de investigación. La revista sufrió un vuelco enorme: aumentó el número de páginas, ejemplares y la demanda (de 300 000 impresiones a 500 000, y en enero de 1959 circuló un millón). Incluyó trabajos de Ángel Augier, Lisandro Otero, y Alejo Carpentier. Nunca utilizaba una sola fuente. Perdomo enviaba dos periodistas a cubrir los hechos con identificaciones de otro medio de prensa. Cada uno debía narrar los acontecimientos de manera independiente. Una vez frente a los trabajos, le dictaba a la mecanógrafa mientras tomaba los elementos importantes y confirmaba las versiones.
Cuando los sucesos del Moncada, En Cuba sufrió censura y a Enrique le fue imposible publicar las fotos tomadas por Panchito Cano. Sin embargo, la sagacidad que lo caracterizaba le hizo guardar los reportes de Marta Rojas y las fotografías hasta su publicación tras el triunfo revolucionario, pues estaba consciente de la importancia histórica de aquellos documentos y confiaba en la victoria, relata Miriam Betancourt.
Santiago Cardosa lo considera un maestro de los preceptos de la Revolución, presente en todo proceso político cubano.
Últimos latidos de un corazón ortodoxo
Una situación desagradable lo colocó en las noticias de la prensa cubana en los 70. Es por ello que se apartó completamente de los medios, y su nombre sucumbió en el silencio, no sin antes disculparse públicamente con el Comandante. Fidel le indicó recopilar los números de la sección En Cuba, en demostración del respeto y el afecto que sentía por él, narra Luis Sexto.
La Editorial Pablo de la Torriente publicó su libro Sangre y pillaje, prologado por Miriam Rodríguez Betancourt, referencia obligatoria del periodismo de investigación.
Entre sus obras figuran, además, Visión y pasión de Raúl Roa y Los días y los años.
La muerte lo sorprendió activamente el 14 de junio de 1996, a la edad de 87 años.
¿En el olvido?
El lenguaje claro y preciso de Enrique de la Osa está presente en sus trabajos. Así lo demuestra Crónica del año 33, donde relata de manera rápida y pormenorizada los sucesos previos y posteriores a la caída de Machado: convierte al lector en parte de la realidad narrada. Asimismo, Sangre y pillaje recoge algunas informaciones de En Cuba donde se manifiesta el tratamiento continuo de la noticia. Iniciar los textos con la hora, el día y el lugar de los sucesos fue su distinción.
Aún empleando el mismo estilo y por respeto a la profesión y al público lector, la primera condición para publicar las novedades noticiosas en la sección fue la veracidad de los acontecimientos, comprobable al escuchar los criterios de varias fuentes. Nunca estuvo a favor de algún partido político tradicional, por lo que las noticias eran redactadas con el mayor acercamiento a la objetividad para criticar la politiquería cubana de la época.
Su amiga Miriam Rodríguez cree que recordarlo en efemérides es insuficiente: “Se debe luchar para que sea recordado por su trabajo, para que su obra sea un útil material de estudio de las nuevas generaciones”.
Cardosa Arias concuerda con Rodríguez: “Su modestia y sencillez evadieron la publicidad de manera inconsciente. De la Osa es uno de nuestros mejores periodistas. No se puede hablar de historia de Cuba sin hablar de Enrique”.
(1) Tomado de Síntesis biográfica de Enrique de la Osa Perdomo, en Osa Perdomo, Enrique de la: Crónica del año 33. Editorial de Ciencias Sociales, 1989, página 150; Rosabal, Heriberto: Enrique y la sección En Cuba, revista Bohemia, 13 de marzo de 2009, página 10.
Bibliografía consultada:
Osa Perdomo, Enrique de la: Crónica del año 33. Editorial de Ciencias Sociales, 1989, página 150.
Osa Perdomo, Enrique de la: Sangre y pillaje. Editorial Pablo de la Torriente, 1990.
Rosabal, Heriberto: Enrique y la sección En Cuba, revista Bohemia, 13 de marzo de 2009, página 10.
0 comentarios