DESDE NIÑA LOS DEPORTES
BEATRIZ LOBAINA VALDÉS,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
Una diminuta niña en un enjambre de 15 mil espectadores. Mirada y oídos activados. Entonces fue un encuentro fortuito el que sostuve con el deporte. Un primer acercamiento a la edad de cinco años, inducido por mi padre, quien mantenía amistad con Yamilé “la Peca” Martínez, Cariola Echeverría y José “Pepe” Ramírez. Dos excelentes jugadoras y el entonces entrenador del elenco femenino cubano de baloncesto.
Nunca podría imaginar que casi tres lustros después sería justamente el mundo del músculo la temática que más me cautivaría en mi incipiente andar por los senderos del Periodismo. Cuestionamientos, análisis, comentarios, sed de conocimiento han desatado en mí esas recurrentes visitas al Coliseo de la Ciudad Deportiva. Me he debatido entre canastas y rematazos, puntos directos por servicios y bombazos. Hasta hoy, cuando más sufrimientos que alegrías experimento de la mano del deporte ráfaga y el de la malla alta, las esperanzas no las he perdido.
En los últimos años es una realidad que estos dos deportes han mermado en sus resultados, y más todavía el baloncesto, como si dos baldes de agua bien fría le hubiesen caído encima.
En la disciplina de los encestes, las mujeres, con más “caché” universal que los varones, lograron bronce en la cita de Malasia 1990 y desde ese entonces no han retornado a planos estelares; mientras los hombres cedieron terreno en los llamados Centrobasquet, añorando hasta el sol de hoy y desde hace mucho, las coronas alcanzadas en 1971, y de manera consecutiva en 1995, 1997 y 1999.
A causa de esto, mis últimas visitas al Coliseo también sufrieron un ligero descenso, fundamentalmente, por la reparación a que fue sometido desde octubre de 2012 hasta mayo del presente año (2013). Mi avidez continuaba a pesar del “divorcio” temporal: seguía el deporte en todos lados, era como un pescador desesperado acechando presa para poder alimentarse.
No pudo ser la Ciudad Deportiva, pero en su rescate llegaron la Ramón Fonst, el Estadio Panamericano, la Kid Chocolate y el Latino. Sin embargo, las emociones no son las mismas, quizás por las huellas que dejaron estos años de silencio y… hasta olvido.
Pero es tiempo de resurrección y este 7 de junio, cuando comience la Liga Mundial de Voleibol, la fuerza del fanatismo y de la profesión harán que mi presencia, junto a la del público, colmen el graderío de la Ciudad Deportiva. Mi voz, como otras tantas veces, retumbará al compás del ¡Cuba, Cuba!
La mirada y los oídos ya no serán los de aquella niña inocente; ahora, en cada acción, remate o jugada sobre la net, trataré de explicarme, entre muchos otros fenómenos, si la renovada e inconstante alineación titular de nuestra armada podrá atenuar el vacío provocado por las ausencias de Wilfredo León y Yoandri Díaz, los dos últimos jugadores que se suman a la lista de bajas.
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