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Isla al Sur

EL TUBAZO

EL TUBAZO

ANIA TERRERO TRINQUETE,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Rubias y trigueñas bailan con muy poca ropa alrededor de un tubo de stripteases, quizás en un superficial intento por parecer sensuales. A su lado, un par de cantantes las observan con evidente lujuria y las tocan de forma vulgar. Así, sin mayores incidentes y sin ningún vuelo estético, transcurren los tres minutos del videoclip El Tubazo, último boom del reguetón en nuestra Isla.

En esta nueva propuesta de El Chacal y Yakarta, dos populares reguetoneros cubanos, la mujer se reduce a senos y traseros exuberantes, lenguas aparentemente excitantes y un ¿sensual? movimiento pélvico. Funcionan como superficiales adornos en una proyección cuyos valores técnicos y artísticos dejan mucho que desear.

“Un tubazo, un tubazo, mi amiguita, lo que tú quieres es un tubazo”, corean una y otra vez los músicos. La verdad, la canción no dice mucho más. Se trata, simplemente, de una nueva y explícita referencia al acto sexual en la que se disminuye y vulgariza no solo al sexo, sino también a la mujer. Aunque, debemos reconocerlo, alguna “imaginación” tienen los cantantes de este género en Cuba, pues analogías de este tipo sobran. Recordemos la tan sonada Tuba en sus dos versiones y el famoso Pudín. Solo los nombres son todo un “poema”.

El precario tratamiento de temas de géneros y la representación de la mujer como objeto sexual tienen ya bastante historia en el videoclip del reguetón de nuestro país. Temas como El Chupi Chupi, de Osmany García, La Gata Romántica, de Williams el Magnífico, La Muñeca Diabólica, de Patry White, El Bikini, de Eri White, y La niña se fue por el dos, de Yulién Oviedo, han generado varias polémicas entre los círculos culturales de la nación.

En julio del 2011, la Asamblea Nacional del Poder Popular criticó los videoclips que denigraban a la mujer. En aquella ocasión, los diputados manifestaron que en múltiples productos de este tipo era difícil distinguir los límites entre lo erótico, lo sensual y lo pornográfico. Luego, a principios del 2013, fue prohibida la proyección de algunos de estos audiovisuales en la televisión y los centros recreativos.

Según la especialista cubana Teresa Montoya, “el género es una construcción social, el eje alrededor del cual organizamos nuestra personalidad, donde tiene una alta influencia el proceso de socialización y sus agentes (familia, escuela), y se van construyendo modelos de ser hombre o mujer a través de imágenes, símbolos que se reproducen en la vida cotidiana”.

A partir de esta tesis se puede concluir que mientras videoclips como El Tubazo evidencien la alabanza o burla del físico femenino desde la posición de la hegemonía masculina, estereotipen a la mujer como modelo social y hagan énfasis en una forma de bailar o de vestir que se limite a provocar placer, será muy difícil construir una adecuada conciencia de género en los jóvenes, principales consumidores de este tipo de productos, y seguiremos arrastrando más de un rasgo machista.

El videoclip que nos ocupa no solo presenta tales problemas conceptuales. Se suman a ellos defectos en los planos, escenografías reiterativas con colores poco contrastantes y un movimiento de la cámara excesivo e innecesario que hacen, en cualquier caso, poco entendible una buena parte de las escenas. No cuenta con una trama sostenida, ni ningún orden lógico. Parece, simplemente, un grupo de fotogramas provocativos e, incluso, agresivos, organizados sin ton ni son.

Abel Prieto, asesor del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros en nuestro país, ha afirmado que “el alma de la nación es lo que está en juego si nos equivocamos en términos de política cultural”. Tal vez, haga falta escuchar estos consejos y revisar conscientemente políticas promotoras de audiovisuales como El Tubazo,  que disminuyen a las mujeres y atentan contra una tradición musical que nació en la loma y es mundialmente reconocida.

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